Feria de las flores, Medellín 2023
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
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En esta tarde gris (Medellín, Colombia)
Algo
tiene la lluvia que transforma las imágenes corrientes en escenas cargadas de
simbolismo. El rojo de unas sillas y una mesa de plástico combinado con el gris
del piso mojado y el verde de la vegetación hace pensar al observador en un
fotograma de una vieja película donde los protagonistas acaban de separarse
para siempre. Quizá se deba a la melancolía que evoca la lluvia que medio se adivina
o al abandono de los muebles a la intemperie en un lugar solitario y silencioso
mientras la ciudad sigue agitada a su alrededor y el frío cubre todas las
superficies.
El valor de la papaya (Medellín, Colombia)
Una escena cotidiana que se repite constantemente en las calles de esta ciudad. Sin embargo el colorido que arrastran en sus carretillas estos vendedores pasa desapercibido para casi todo el mundo.
Estamos tan acostumbrados al color del trópico que hace mucho que se nos volvió más importante el valor de las cosas que su belleza.
Ikebana (Medellín, Colombia)
Espontáneamente la naturaleza logra la sutileza, riqueza y profundidad que alcanzan los grandes maestros en esta disciplina después de mucho tiempo. Hasta los japoneses, expertos en el ya centenario arte de los arreglos florales,
admirarían las composiciones que pueden verse en esta ciudad a cada momento,
donde sólo hay que tener la mirada atenta para encontrarlas en cualquier jardín.
La mirada del camaleón (Medellín, Colombia)
El ojo atento del camaleón no deja de observar
mientras el visitante lo mira desde la seguridad que ofrece un vidrio de
protección, satisfecho de poder acercarse a un animal cuyo hábitat original se
encuentra en la lejana y misteriosa África.
Para los habitantes de las ciudades tanto los
zoológicos como los acuarios son la única opción de ver animales que en su
mentalidad citadina representan las regiones exóticas que quizá nunca lleguen a
visitar.
Los zoológicos y los acuarios tratan cada vez
más de recrear el entorno real del que fueron sustraídos los animales. Sin embargo no dejará de ser extraño, al menos
para el animal, permanecer todo el tiempo en un lugar completamente cerrado, con
el clima bajo un control estricto, donde las únicas novedades están representadas
en los seres que pasan frente a él.
Aunque con el tiempo este camaleón debe haberse acostumbrado a esas caras redondas que se acercan y se alejan siempre iguales y siempre distintas.
Aunque con el tiempo este camaleón debe haberse acostumbrado a esas caras redondas que se acercan y se alejan siempre iguales y siempre distintas.
Tal vez para la
realidad del camaleón quien lo mira es el mismo, que cambia de aspecto y de
colores, así como él.
"Raspao" (Medellín, Colombia)
Entre las costumbres que han acompañado a muchas
generaciones en esta ciudad tenemos estos tradicionales triciclos que recorren
las calles prometiendo frescura todo el año.
A veces pasan inadvertidos a pesar de los
colores brillantes que llevan en esos frascos de boca ancha.
Pero en esta época tan calurosa los vemos como
una promesa. El hielo “raspao”, coloreado y dulce que venden se nos aparece
como la mejor forma de contrarrestar la sofocación que produce un sol tan fuerte
que hasta en la sombra se siente el aire tibio.
Pero no sólo es la promesa del frío lo que
seduce, son también los colores que ya están asociados en nuestro subconsciente
con el placer de los sabores. En algún momento en nuestra infancia nos permitieron satisfacer un antojo en un día de fiesta tal vez.
Y desde entonces sabemos
que un bocado de hielo coloreado y cubierto de sabores, es un bocado de puro placer.
Pedazos de sol (Medellín, Colombia)
Entre tantas manifestaciones de la belleza que
se pueden encontrar en la naturaleza la que más nos impresiona es la de
las flores. Tal vez porque en sus pétalos se materializa la luz en cada tono.
La gracia de la mandarina (Medellín, Colombia)
Como tantas frutas que se consumen en nuestro
país, la mandarina llegó de lejos, de muy lejos. Según dicen los historiadores es
originaria de China e Indochina donde su cultivo empezó cientos de años antes
de Cristo.
Esta fruta debió llegar a Colombia por las
mismas épocas que a otros países de América y con el sello de lo exótico que se
le imprimió en Europa, cuando se le dio un nombre inspirado en los famosos dignatarios
del Celeste Imperio. Ahora se vende hasta en las carretillas que recorren calles y avenidas
de esta ciudad.
Pero lo interesante de esta fruta es que de entre
todas las que consumimos a diario -autóctonas o foráneas- la mandarina es la única
que se ha convertido en sello de distinción para algunos sitios representativos
de la ciudad. Quizá se deba a su fuerte sabor o a que en nosotros hay todavía un deseo
atávico de saborear lo exótico representado en una fruta.
Sombrillas de verano (Medellín, Colombia)
Es
tanto el calor en esta ciudad en estos días que por todas partes vemos
sombrillas, hasta esas japonesas de papel tan sutiles, tan delicadas.
No
importa que la fuerte luz de los soles tropicales traspase la superficie y nos queme
volviendo inútiles estas barreras protectoras. Lo que realmente importa es la
condición cinematográfica que siempre han tenido estos artefactos o como en
este caso la condición fotográfica.
Esta ciudad siempre nos sorprende con imágenes que parecen cotidianas pero que gracias a un simple giro se convierten en momentos memorables.
Esta ciudad siempre nos sorprende con imágenes que parecen cotidianas pero que gracias a un simple giro se convierten en momentos memorables.
La estridencia del color (Medellín, Colombia)
Si
uno fuera a definir El centro de la ciudad debería apelar a los términos de la
pintura, pues este lugar está marcado por el colorido. Desde los tonos artificiales
de las ropas y de los carteles publicitarios hasta los colores de las frutas.
Pero
en este lugar es tal la aglomeración de gente y de objetos que la primera
palabra que se viene a la mente es estridencia, tal vez por ser la más pertinente
a la hora de describir este lugar, pues alude no sólo a la cantidad de ruidos
sino también a esa mezcolanza de colores que ataca la vista si se le mira con atención.
Quizá a este centro no
se le pueda comparar con las calles hacinadas de Mombay o con los mercados
flotantes de algunos países de la vieja Indochina, pero para nosotros que la
padecemos esta disonancia visual y auditiva es lo suficientemente amenazadora como para considerarla estridente.
Gotas de lluvia (Medellín, Colombia)
Nada
más fotográfico que unas cuantas gotas de lluvia salpicando cualquier
superficie. Sobre todo si esa superficie es la de las flores.
Plantas y árboles no
dejan de florecer en esta ciudad, donde la necesidad de algunos de cubrir la tierra
con pavimento o concreto no ha podido erradicar la naturaleza que se cuela por
cualquier tarjadura de los andenes o permanece en los patios de las casas que
se parecen, por la variedad de especies que se cultivan en ellos, a los santuarios de alguna deidad telúrica.
Un patio de museo (Medellín, Colombia)
En
esta ciudad los árboles y las palmeras han formado parte importante del urbanismo
de la ciudad. No sólo en los parques y las avenidas sino también en los jardines, patios
y solares de muchas casas. Es como si la ciudad quisiera permanecer fiel al entorno de montañas
y bosques que la rodean.
En uno de los
patios del Museo de Antioquia, una palmera suaviza con su presencia las líneas austeras
del viejo edificio del concejo de Medellín. Ni siquiera los colores brillantes de
una espuria estructura metálica, superpuesta a los balcones, logran opacar la
presencia de la naturaleza.
Un bodegón poco conocido (Medellín, Colombia)
Entre
todas las esculturas de Fernando Botero que han recorrido el mundo y que son visitadas
con asiduidad en el Museo de Antioquia, y en sus alrededores, se encuentra este poco
publicitado bodegón de 1997.
El interés que me
despierta quizá esté relacionado con la blancura que intenta, sin lograrlo, desconstruir los
volúmenes que conforman esta pequeña escultura.
Lo mejor del verano (Medellín, Colombia)
En las épocas de calor cada
amanecer es una fiesta para los ojos, sobre todo
cuando uno vive entre los Andes donde el horizonte siempre se ve limitado por montañas.
Será
por eso que el tono que adquieren el cielo y las nubes por estos días le
recuerdan con nostalgia, a los que han visitado el mar, la vastedad del océano y la inmensidad del
cielo.
A pesar del calor
que anuncian estos colores para el día que comienza, siempre es más atrayente el
etéreo azul del verano que el pesado gris del invierno.
Una novedosa alfombra (Medellín, Colombia)
En
esta ciudad que hace de las flores el motivo para celebrar su fiesta principal,
la novedad de este año fue esta inigualable alfombra. El colorido recuerda las imágenes
de las mantas de Huamantla (México) donde también se celebra otra Feria de las Flores
y en agosto para completar la similitud.
Aunque
nunca hemos estado en esa población para saber cómo hacen sus mantas de flores creemos
que este tapete gigante tiene la ventaja de haber sido hecho con plantas vivas.
Pero,
independientemente de las similitudes o diferencias conocidas con otras
manifestaciones florales del mismo tipo, fueron muchos, muchísimos, los turistas
que se llevaron como recuerdo de las vacaciones pasadas en esta ciudad la foto
obligada con este fondo tan colorido.
Mira que cosa más linda, más llena de gracia (Medellín, Colombia)
Así
es esta ciudad, en el lugar menos pensado aparece de la nada una comparsa de música
y bailarines para desbaratar la frágil tranquilidad de sus habitantes.
No
hay necesidad siquiera de conocer el motivo para una descarga de energía como ésta;
puede ser cualquiera.
Lo que importa es
la belleza que le pone un ingrediente de emoción a las tareas de todos los días.
Color en el acuario (Medellín, Colombia)
Los
acuarios han estado presentes en todas las épocas y en distintos lugares del planeta,
desde los estanques de civilizaciones tan antiguas y refinadas como la china o
la japonesa hasta los actuales hechos de vidrio o acrílico.
Y
hasta han aparecido en fragmentos memorables de la literatura, como la descripción
de la muerte de los peces sagrados que contemplaba en su acuario al aire libre la
familia Barca en Salambó la novela de Gustave Flaubert.
En
esta ciudad son un trozo del mundo libre y salvaje que se ha destinado desde
siempre a la decoración de los espacios íntimos de las casas y de algunos lugares
públicos.
Para
muchas personas es reconfortante dejarse llevar por la tranquilidad casi siempre
imperturbable de los peces. A la atracción que
ejerce el agua sobre los seres humanos se suma la belleza de estos animales,
tan coloridos que a veces parecen flores en movimiento.
El jardín secreto (Medellín, Colombia)
Existen
lugares en esta ciudad donde la atmósfera transmite esa misma sensación de
misterio que se va desarrollando con el paso del tiempo en las ciudades milenarias,
aunque su construcción sea tan contemporánea como los edificios de concreto y
vidrio que conformar el paisaje urbano.
A pesar
de que aquí es difícil encontrar ese tipo de lugares, al observador curioso no se le
hace imposible hallar sitios donde la magia de la imaginación puede revestirlos
con un aire de secreto.
Por
fuera de las vías recorridas usualmente en un edificio de reciente construcción
se encuentra este jardín alejado del ruido, de las luces y de gente ansiosa. Vale
la pena buscarlo e imaginar en su contemplación que es parte de ese otro jardín
descrito por la escritora decimonónica Frances Hodgson Burnett.
Claveles (Medellín, Colombia)
Esta
planta que llegó de España, según los indicios, puede florecer todo el año en un
clima tan benigno como el de este valle, y sin embargo no es de las que más se
ven en esta ciudad de flores.
No
se conocen las razones para tal escasez. Pero cuando se tiene la fortuna de encontrárselas
en algún jardín, no se sabe qué apreciar más: la forma, el color o el aroma que
rivaliza con cualquier colonia de esas que llegan de Francia y que se duplican con
pericia en las perfumerías de la ciudad.
Un visitante inesperado (Medellín, Colombia)
En
cualquier lugar público de esta ciudad es posible tomarse un café en compañía
de algún pájaro, tan esquivo como cualquier otro, pero que se deje tentar por
las migas de pan que caen de las mesas o tal vez por la simple curiosidad.
Esta
es otra razón más para olvidarse de la prisa que nos imponen las ciudades: sentarse
a una mesa y esperar a que el azar te depare un acompañante tan inesperado y colorido
como éste.
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