En
cualquier lugar público de esta ciudad es posible tomarse un café en compañía
de algún pájaro, tan esquivo como cualquier otro, pero que se deje tentar por
las migas de pan que caen de las mesas o tal vez por la simple curiosidad.
Esta
es otra razón más para olvidarse de la prisa que nos imponen las ciudades: sentarse
a una mesa y esperar a que el azar te depare un acompañante tan inesperado y colorido
como éste.
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