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Una esquina clásica II (Medellín, Colombia)

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Todavía hace algo más de siete años ( http://medellinrevista.blogspot.com.co/2010/06/una-esquina-clasica-medellin-colombia.html )   esta edificación mostraba con dignidad las huellas que el tiempo había dejado sobre su superficie. La fachada relataba historias de una ciudad en la que la gente se desplazaba por sus calles con la tranquilidad del tiempo que transcurre sin ligereza. Hoy, debido a las manos ofensivas del supuesto progreso esta casa exhibe las consecuencias de la remodelación que hace tantos estragos como el tiempo mismo. Sin un estilo arquitectónico definido y con el único fin que determina la limpieza ofrece a la vista un patético aspecto. Tal vez lo único que podría justificar esta asepsia en el rediseño de una casa que pudo haber recuperado su belleza si se hubiese mantenido la estructura y la decoración originales es la lejana reminiscencia a los edificios que pintó en su época metafísica Giorgio de Chirico o el trozo de iglesia que se refleja, como un fantasma, e

Mirar al cielo (Medellín, Colombia)

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Pocas veces se nos ocurre mirar al cielo cuando recorremos El Centro. No es fácil abstraerse del ruido, de la gente que camina apresuradamente, del smog, en fin de todo lo que caracteriza una ciudad. Aunque a esta le faltan los rascacielos que dibujan el perfil de las metrópolis, no adolece de las multitudes que recorren con prisa las calles como si de verdad tuvieran un destino definido, arrastrando cualquier obstáculo. Pero mirar al cielo, aunque para algunos pueda significar mirar al vacío y sobre todo cuando el azul profundo -tan característico de este valle- no está alterado por el smog o por las nubes que se apoderan de todo el espacio, a veces trae sorpresas como ésta: un avión solitario, silencioso, que se desplaza subrepticiamente. Ignorado por todos menos por quienes abandonan o regresan en él a la ciudad que, donde vayan, siempre está con ellos.

En aguas desconocidas (Medellín Colombia)

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El imaginario de la sociedad que ha construido las diferentes ciudades se puede observar en detalles que pasan desapercibidos para la mayoría, como lo es éste medallón de una vieja fachada. Un barco que remonta un río o tal vez atraviesa un mar desconocido lleva y trae mercancías incesantemente y con ellas las ilusiones de los habitantes de este valle. Allí quedó plasmado para la posteridad un barco que tal vez nunca fue visto directamente por el autor de esta maravilla -es quizá la representación de una vieja enciclopedia o un libro de viajes que por azar vino a parar entre estas montañas-. Y allí estará surcando un mar o un río de leyenda hasta que una mano criminal decida que este edificio de la calle Boyacá debe desaparecer para dar paso a un edificio de cristal y acero o a una de esas bodegas infames en las que han convertido tantas joyas de la ciudad.

Desde 1874 (Medellín, Colombia)

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El aspecto del edificio de la Compañía Colombiana de Seguros que se levanta sobre la carrera Carabobo no hace dudar al observador acerca de las posibles actividades que se realizan en su interior, o que se realizaban en otros tiempos -quizá la dicha Compañía funcione ya en una de esas torres de cristal sin identidad que se han ido construyendo en la ciudad- cuando este sector era parte importante de toda la actividad financiera paisa. Hasta las palomas que parecen habitar el árbol al lado de este edificio dan la impresión de estar allí desde 1874, el año de la fundación de la empresa, afirmando su solidez tanto arquitectónica como empresarial; aunque la construcción del edificio no se remonte hasta el siglo XIX. Es otro de esos inmuebles de El Centro que mantienen con su silueta imperturbable algo de la ciudad de siempre.

La mesura de la historia (Medellín, Colombia)

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Uno de esos edificios cuya arquitectura no necesita grandes decoraciones para resaltar entre las innumerables edificaciones de este sector se levanta en una de las esquinas más conocidas y frecuentadas de la ciudad (Avenida Oriental con la calle Colombia). Sin embargo su construcción sencilla lo destaca y le imprime a esta zona una atmósfera mesurada y tranquila, atmósfera que de manera continua e imparable ha ido perdiendo El Centro por cuenta del tráfico, las multitudes y los vendedores ambulantes que invaden los andenes. Desde la piedra de la fachada hasta la línea sobria de ventanas y balcones le dan a este edificio un aire de otro tiempo, como si a su alrededor se hubiese detenido un poco la historia de la ciudad. La mirada se posa tranquila en su superficie y le hace meditar a quien observa sin afanes, en esos barrios europeos donde los edificios guardan tantos relatos de amores y pasiones que tal vez no lleguen a conocerse jamás.

Un aire de otro tiempo (Medellín, Colombia)

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Esa arquitectura sencilla donde los detalles art decó servían para realzar la economía de líneas de la fachada, se plasmó durante muchos años en los edificios de esta ciudad, incluso en edificaciones que fueron construidas mucho tiempo después de haber pasado el momento de aquel estilo que influyó a tantos artistas, artesanos y arquitectos. Al parecer su influencia en esta ciudad fue mucho más fuerte que en otras ciudades. Lugares como este contribuyen a darle a ciertos rincones un aire de otra época. Si no fuera por el evidente deterioro, uno podría creer que ha retrocedido en el tiempo y que a ese balcón se asomará un señor de chaleco, mirando su reloj de bolsillo, para calcular si ya es la hora de la caminada diaria hasta la iglesia de la Candelaria o hasta el Astor para tomar el algo.

Ya no hay vacantes (Medellín, Colombia)

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A cuántos viajeros se les vendrá el mundo encima al llegar frente a este hotel y encontrarse con la infausta noticia de que ha cerrado. Esa casa que recibió a quienes decidieron aventurarse por estos parajes, por esta ciudad que para los turistas tiene el encanto de los lugares que no entregan sus secretos fácilmente, ha dejado de abrir sus puertas a los desconocidos. Cuántos de esos andariegos supieron que este hotel fue en realidad una casa, donde alguna familia vivió la existencia lánguida de una pequeña ciudad latinoamericana en los cuarenta o los cincuenta y que despertó perezosamente en la década de los sesenta para desaparecer de este barrio en los ochenta y alejarse del bullicio y el desorden, que luchan por asentarse definitivamente en las urbes modernas. Cuántos de esos viajeros se dejaron ganar por la curiosidad y averiguaron, tal vez, que los herederos de aquellas gentes fueron incapaces de sostener el tren de vida que exigía una casa como ésta, una de esas casas c

Casas de Córdoba (Medellín, Colombia)

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Asomadas a la realidad que pretende arrinconarlas, casas como ésta flanquean una de esas calles de El Centro donde todavía es posible caminar despacio, como si el tiempo allí se ralentizara y la prisa que la ciudad imprime en sus habitantes perdiera sentido. El viejo carbonero envejeció custodiando estas fachadas que le dan un aire de antigüedad señorial a ciertos sectores de la ciudad, claro que sin descuidar su labor de rejuvenecer totalmente cada cierto tiempo, aunque tenga la verdadera edad marcada en la textura de su tronco.

La luz opaca de la memoria (Medellín, Colombia)

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Así como estas ventanas, que parecen abandonadas al tiempo, dejan pasar con dificultad la luz exterior, así mismo sucede con los recuerdos que pocas veces dejamos que se vuelvan conscientes. Hay vivencias que por inocuas o dolorosas se van quedando en el fondo de la memoria. Cuando de pronto se hacen visibles las cubre esa capa lechosa que adquieren las ventanas viejas a las que tangencialmente las acaricia un rayo de sol. A veces, como por accidente, salen a la superficie y entonces dichas reminiscencias causan pena o dolor, pero en muchos casos apenas si logran levantar, en el polvo donde duermen, una tenue estela de nostalgia.

Una esquina clásica I (Medellín, Colombia)

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Uno se pregunta al observar esta esquina cómo es posible que esta casa haya resistido el paso de las décadas sin sucumbir a la demolición como ya lo han hecho tantas otras de los alrededores y de los barrios vecinos. Ni siquiera puede decirse que el hecho obedece al cuidado minucioso con el que su fachada ha sido mantenida. El tiempo ha dejado su huella descascarando las múltiples capas de pintura y el gris, que siempre fue el color que caracterizó esta casa y muchas otras de su misma época, dejó de representar sobriedad; ahora se le asocia con la decadencia. Los detalles florales de la fachada y los balcones permanecen inalterados y es posible admirar todavía la delicada factura de estos diseños de inspiración art decó, que en su momento debieron ser los obligados para todas las construcciones de este tipo. Esta casa como tantas otras ha debido restaurarse hace mucho tiempo y pasar a formar parte del acerbo histórico y arquitectónico de la ciudad. Desafortunadamente muchas ed

La irrealidad de las perspectivas (Medellín, Colombia)

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A la realidad, por la que uno se mueve diariamente y a la que considera inamovible o al menos ordenada por reglas inmutables donde los cambios obedecen a las leyes precisas de la física, sólo le basta un ligero toque para entrar en lo que podría llamarse la dimensión de las abstracciones. Apenas se la descontextualiza pierde toda su lógica y empieza a transformarse en cualquier otra cosa, como esta serie de balcones de un edificio en el centro que parece, vista desde esta perspectiva, una de esas esculturas modulares que se presentan en las bienales de arte de cualquier país. No importa que sólo existan para esos eventos en particular y nadie más vuelva a saber de ellas, en esta ciudad es posible ver un edificio que desde hace varias décadas se convierte por momentos en una de esas esculturas.

Piedra y cielo (Medellín, Colombia)

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En Colombia la unión de estos dos términos todavía evoca, no se si con nostalgia, la polémica generada por los piedracielistas, esos poetas que al final de los treinta dieron tanto de que hablar en torno a la poesía colombiana. Ahora para un par de transeúntes de esta ciudad esas dos palabras unidas los lleva a pensar no en poesía, pero si con nostalgia, en esa ciudad que por allá en la década del cincuenta empezaba a agitar sus alas de ciudad moderna, construyendo sus edificios al mejor estilo contemporáneo. Edificios cuyas fachadas estaban recubiertas con una combinación de materiales que resaltaba la belleza de la piedra y el reflejo del cielo único de esta ciudad, en los paneles de vidrio de las ventanas. Otra fachada del centro que ha acompañado desde lo alto el andar presuroso de los medellinitas o el caminar despreocupado de los soñadores de cualquier lugar. Es uno de los cuantos que hasta ahora se han salvado del prurito regenerador y que ojalá se preserve durante mucho

La magia de la luz (Medellín, Colombia)

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Sólo la magia puede explicar la manera como la luz de la tarde pinta con su reflejo el retrato de un edificio en los vidrios de otro para crear nuevas perspectivas, nuevas superficies que enriquecen de manera pasajera y siempre cambiante las imágenes estáticas que tenemos de ellos. Para muchos los edificios son sólo unas construcciones que marcan la ruta por donde fluye suavemente o a los tropezones el camino de sus vidas. Para otros son los que limitan el horizonte al que no han podido acudir porque la ciudad les impide ver el lugar donde los aguarda y para esos otros: los soñadores, los artistas, los locos, las fachadas de los edificios son el lugar donde se escenifican todo tipo de fantasías públicas. Como esa tarde cuando la luz volvió a pintar con su paleta irrepetible un edificio en la cara de otro. Sin embargo el grueso de la gente recorre las calles de la ciudad sin percibirlos, como el hombre que viviendo junto al arroyo, al cabo del tiempo deja de escuchar su canto.

Para qué las rejas (Medellín, Colombia)

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Esas rejas que resaltan con su simplicidad las líneas clásicas de esta casa no parecen tener una función decorativa solamente, acaso eviten también que la realidad de afuera, trastorne la calma que se adivina al interior de sus paredes.

Los querubines de San Ignacio (Medellín, Colombia)

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Con la indiferencia de los niños, dos querubines juegan sobre la fachada de esta iglesia sin percatarse de la cruz que los separa. Uno de ellos parece observar la plaza y lo que sucede allí, mientras que el otro da la espalda y mira hacia atrás, tal vez al infinito. Dos miradas: una material y otra espiritual que conjugan en una representación plástica, el forcejeo de los seres humanos a lo largo de su vida.

Una ventana para la abstracción (Medellín, Colombia)

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Nada más acertado que la palabra escrita en la ventana por donde se asoman estas dos figuras, aunque no se sepa si el término hace referencia a la forma de los maniquíes, como representación del cuerpo humano, o al hecho de que toda imagen es un reflejo desvaído de la realidad.

Viejo farol (Medellín, Colombia)

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El atrio que iluminaba este farol no necesita ya de sus servicios. Las lámparas de luz amarillenta reemplazaron su brillo hace muchos años. Las manos que lo forjaron desaparecieron y sin embargo él sigue custodiando la fachada de una vieja iglesia.

Las puertas de la memoria (Medellín, Colombia)

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Una cadena simbólica impide la salida a los recuerdos atrapados en el aire mohoso, que se agita lento y suave por entre los cuartos y salones, de esta casa. El diseño de la reja debe contener alguna sabiduría arcana, para impedir la desaparición definitiva de las huellas grabadas en el piso y en las paredes, por sus antiguos habitantes. A la espera del desmantelamiento definitivo estas puertas permanecerán cerradas, custodiando una memoria ya sin dueños, hasta el día en que lleguen con sus almádanas los demoledores irreverentes.

Atlas criollo (Medellín, Colombia)

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Este Atlas criollo ha venido sosteniendo un balcón en la Avenida Primero de mayo durante décadas. Casi nadie lo mira, quizá por eso nunca se pone nervioso y el balcón pudo conservar su estabilidad a pesar del abandono al que estuvo expuesto en los últimos veinte años. A juzgar por su piel remozada parece que a partir de ahora tendrá una vida mejor.