Así como estas ventanas, que parecen abandonadas al tiempo, dejan pasar con dificultad la luz exterior, así mismo sucede con los recuerdos que pocas veces dejamos que se vuelvan conscientes.
Hay vivencias que por inocuas o dolorosas se van quedando en el fondo de la memoria. Cuando de pronto se hacen visibles las cubre esa capa lechosa que adquieren las ventanas viejas a las que tangencialmente las acaricia un rayo de sol.
A veces, como por accidente, salen a la superficie y entonces dichas reminiscencias causan pena o dolor, pero en muchos casos apenas si logran levantar, en el polvo donde duermen, una tenue estela de nostalgia.
Pequeñas ventanas conforman una gran ventana, así como pequeños recuerdos conforman una gran memoria.
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