La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
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En el centro del Centro (Medellín, Colombia)
Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes durante décadas. Sin embargo sigue siendo un hito en la arquitectura de la ciudad. Uno que marcó un antes y un después en su historia, como si su construcción hace algo más de cincuenta años hubiera definido la mayoría de edad de la ciudad, con las consecuencias, afortunadas o no, que eso trajo para esta bella Villa.
Un rincón de la estación (Medellín, Colombia)
Todas las ciudades tienen lugares que parecen
escondidos aunque están a la vista de todo el mundo. Sólo los turistas se
detienen a contemplarlos y a soñar con quienes los recorrieron en el pasado y
que seguramente también los ignoraron.
Una perspectiva clásica (Medellín, Colombia)
Uno de los edificios más emblemáticos del sector conocido como Guayaquil fue diseñado por el arquitecto Carlos Carré y es llamado comúnmente Edificio Carré. Fue construido en 1893 y restaurado a principios del presente siglo. Pocos son los habitantes que no conocen esta edificación que por el oriente da a la carrera Carabobo y por el occidente a la Plaza de Cisneros más conocida hoy como Plaza de la Luz.
Su historia como la de muchos lugares va desde la
admiración que despertó su construcción novedosa hasta la casi desaparición por
cuenta del abandono para renacer de nuevo al estado en el que se encuentra hoy
como la sede de una de las Secretarías de la administración municipal.
Esta
perspectiva es una de las fotografías clásicas que se encuentra en muchas de
las publicaciones sobre Medellín y sobre un edificio que es visto como hito
arquitectónico de la ciudad por la sobriedad de su diseño y porque rememora una
época que a pesar de haber sido marcada por etapas tumultuosas evoca un tiempo
sino más feliz sí más tranquilo.
El silencio de las campanas (Medellín, Colombia)
Hubo un tiempo en que las campanas anunciaban
celebraciones o desastres. Un tiempo en el que su canto convocaba. Un tiempo en
el que en el tañer de los bronces se podía identificar la alegría, la tristeza o
la solemnidad; y en su doblar la muerte.
Hoy, en esta ciudad, las campanas han cedido su voz
a los parlantes. Sólo queda de ellas una imagen quieta en lo alto de algunas
iglesias. Un recuerdo detenido en la memoria de quienes hasta las identificaron
por su timbre.
Hoy la gente pasa frente a los templos, donde permanecen inmóviles y en silencio como una huella de una época casi olvidada, sin percatarse
de que tal vez en su corta vida nunca han oído su sonido claro y distinto.
Sin
arrebatos. Sin echarse al vuelo, las campanas se adentraron suavemente en el
pasado.
Volver (Medellín, Colombia)
En los barrios viejos de la ciudad los recuerdos
nos asaltan en cualquier parte, hasta en las escalas que aparecen inesperadamente
para unir dos calles empinadas.
Como si se quisiera enfatizar que los recuerdos
nos llegan en fragmentos, esta escala en Manrique, trae a la memoria la canción
Volver, una de esas canciones que se han oído durante décadas en las calles de
este barrio que desde hace mucho tiempo consagró sus tardes y sus noches al
tango. Un barrio donde la radio, los traganíqueles o los tocadiscos hacían oír a los transeúntes
de manera discreta (era la época cuando la música no atronaba en las calles) las
canciones de Gardel que según la conseja cada día canta mejor.
Nada más sugerente
que una escala forrada con trozos de baldosín recitando una letra que para cualquier
habitante de esta ciudad se asocia con algún afecto de su historia larga o
corta, o un cuadro del Zorzal criollo hecho con pedazos de vidrio que, utilizando
la técnica del mosaico, da cuenta de una memoria que aunque fragmentada siempre
nos hace volver a recorrer con el pensamiento el tiempo transcurrido.
El paso del tiempo (Medellín, Colombia)
Una réplica del antiguo tranvía de Medellín
sirve de atrezzo, de decoración, a una escena que se ve con bastante frecuencia
en este parque: el paso lento, cansado de una persona que ya ha visto mucho,
tal vez demasiado. Quizá se sorprenda de toda la publicidad con que se ha
rodeado la puesta en marcha del nuevo tranvía de Medellín. Tal vez jamás haya
visto un tranvía porque está recién llegada a la ciudad como tantos que apenas
empiezan a trasegar como seres anónimos por estas calles. O porque no, recuerde
sus años de niña viajando en el tranvía en una de sus pocas visitas al Centro.
Por otra parte hoy,
cuando esta mujer y muchos como ella, pasan sin ver el símbolo de lo que se
plantea como la nueva ciudad, muestra sin enterarse la simbiosis que se da
en todas las ciudades del mundo entre el pasado y el presente. Mezcla que no
siempre se hace con la sabiduría necesaria para que la ciudad sea un lugar a
escala humana y no una aglomeración de edificaciones sin una verdadera relación
con sus habitantes.
Justo en el medio (Medellín, Colombia)
Parece
un día de fiesta. Pero no es así, es un día cualquiera en el Parque Berrío,
donde se ubica el corazón de la ciudad según los cronistas que se han ocupado y
se ocupan de hablar de esta Bella Villa.
Hoy, como
cada día, se reúnen en esta pequeña plaza, a la que de manera hiperbólica
llamamos parque, gente de todas las condiciones, procedencias y actividades para conformar
una muestra representativa de las idiosincrasias que
le dan a este país su particular manera de ser.
Y en medio de este revoltijo
de gente y de coloridas sombrillas la imperturbable estatua que no puede faltar
en ningún “parque” colombiano; en este caso la del personaje que le da nombre:
Pedro Justo Berrío, uno de los hombres más importantes para Antioquia, promotor
de muchas obras que le dieron impulso a esta región en el siglo XIX, incluyendo
la educación, tan de capa caída en estos tiempos de malas administraciones.
La melancolía del barrio Prado (Medellín, Colombia)
Una
tarde lluviosa da a este barrio un aspecto melancólico que va muy bien con las
calles arboladas y las grandes casas, construidas en la primera mitad del siglo
XX, que se entregan sin repulsa a los efectos del tiempo.
Caminar
por el barrio Prado, a la sombra de los árboles casi centenarios, es como hacer
una lectura de una parte de la historia de la ciudad plasmada en las fachadas
de sobria arquitectura. Es volver en el tiempo, sintiendo que a este barrio los
años le han robado el espíritu.
Cabe
pensar que todos los que lo construyeron hace tiempo que abandonaron esta zona
de la ciudad, pero también es posible que algunos de ellos permanezcan allí a
la espera de un fin inevitable.
Algunas
de estas casas se han acomodado a nuevos usos y así se han librado de la
decadencia que afecta a la mayoría. Sin embargo, la vetustez que aqueja a este
barrio no disminuye la dignidad que siempre tuvo desde sus inicios.
La araña del Nutibara (Medellín, Colombia)
Una araña
blanca, testigo del viejo esplendor del Hotel Nutibara contempla ahora, después
de haber visto pasar bajo su luz a reinas de belleza, desfiles de modas y hasta
políticos de renombre, sin contar los miles de turistas que han recorrido sus
pasillos, los nuevos vientos que han remozado uno de los lugares más emblemáticos
de la ciudad.
No
se sabe todavía si los cambios para atraer a sus salones un público más amplio
logrará rescatar este hotel, si se tiene en cuenta el entorno tan deteriorado y agresivo que
lo rodea.
Tranvía municipal de Medellín (Medellín, Colombia)
El tranvía,
un medio de transporte que pertenece a una época más sosegada que la actual, permanece
todavía en la memoria de muchos habitantes de la ciudad y será
revivido próximamente para proporcionar el mismo servicio que prestó hace décadas
por las estrechas calles de la ciudad.
Vuelve
el tranvía, pero todavía no sabemos si su aspecto será tan nostálgico como éste
o su diseño estará más acorde con los tiempos que corren. Lo cierto es que esta
hermosa réplica permanecerá, por estos días, en algunas estaciones del Metro para
realizar una labor pedagógica entre los habitantes de la ciudad.
La imagen de una tarde frente a la Veracruz (Medellín, Colombia)
Esta iglesia, una de las más antiguas de la
ciudad y patrimonio cultural de la nación, se encuentra en todo el corazón de El
Centro; durante siglos ha dominado un espacio que es pequeño a los ojos de los
actuales habitantes pero que para quienes la construyeron era una plazuela a
escala muy humana dadas las dimensiones de la vieja Villa de la Candelaria.
Diariamente pasan por allí cientos o quizá miles de
personas para quienes este lugar puede ser muy significativo o no, pero que de
todas maneras marca un hito arquitectónico y cultural en la vida de una
ciudad de tantos contrastes.
Banderas a contraluz (Medellín, Colombia)
El hito arquitectónico más importante de El Centro
de la ciudad desde su construcción en los comienzos de la década de los setenta
es tal vez el edificio Coltejer.
En su parte más alta han ondeado ininterrumpidamente
desde que se tenga memoria las banderas del país y del departamento del cual
esta ciudad es capital.
Aunque a su alrededor se ha desarrollado la ciudad a
partir de la segunda mitad del siglo, dicho desarrollo ya no tiene un único eje
en el Valle, pero a pesar de los cambios las banderas siguen ondeando orgullosas
diariamente allí como lo harán en todos los pueblos y ciudades a todo lo largo
y ancho del país en este día tan significativo para nuestra historia.
En aguas desconocidas (Medellín Colombia)
El imaginario de la sociedad que ha construido
las diferentes ciudades se puede observar en detalles que pasan desapercibidos
para la mayoría, como lo es éste medallón de una vieja fachada.
Un barco que remonta un río o tal vez
atraviesa un mar desconocido lleva y trae mercancías incesantemente y con ellas
las ilusiones de los habitantes de este valle.
Allí quedó plasmado para la posteridad un barco que tal vez nunca fue
visto directamente por el autor de esta maravilla -es quizá la representación
de una vieja enciclopedia o un libro de viajes que por azar vino a parar entre
estas montañas-. Y allí estará surcando un mar o un río de leyenda hasta que una
mano criminal decida que este edificio de la calle Boyacá debe desaparecer para
dar paso a un edificio de cristal y acero o a una de esas bodegas infames en
las que han convertido tantas joyas de la ciudad.
Desde la ventana (Medellín, Colombia)
Hay lugares en esta ciudad que todavía invitan
al recogimiento.
Grandes patios, corredores amplios flanqueados
por arcos que permiten la circulación del aire y la luz con plena libertad, son
las características de los edificios que se construían antes, permitiendo a la
mirada extraviarse en la vegetación de los jardines interiores.
Un soñador, parado frente a una ventana, podía
entregarse a la contemplación en una época donde el tiempo no se acortaba como
ahora por las múltiples actividades a las que debe dedicarse una persona
contemporánea.
Ahora, por fortuna, esos edificios atrapan algunos
desprevenidos que sin saberlo pueden ensimismarse en ellos de igual manera a como
lo hicieron tantas personas en otras épocas.
Desde 1874 (Medellín, Colombia)
El aspecto del edificio de la Compañía Colombiana
de Seguros que se levanta sobre la carrera Carabobo no hace dudar al observador
acerca de las posibles actividades que se realizan en su interior, o que se
realizaban en otros tiempos -quizá la dicha Compañía funcione ya en una de esas
torres de cristal sin identidad que se han ido construyendo en la ciudad-
cuando este sector era parte importante de toda la actividad financiera paisa.
Hasta las palomas que parecen habitar el árbol
al lado de este edificio dan la impresión de estar allí desde 1874, el año de
la fundación de la empresa, afirmando su solidez tanto arquitectónica como
empresarial; aunque la construcción del edificio no se remonte hasta el siglo XIX.
Es otro de esos inmuebles de El Centro que
mantienen con su silueta imperturbable algo de la ciudad de siempre.
Cruce de la carrera Girardot con la calle Ayacucho (Medellín, Colombia)
Quien recorra la carrera Girardot, desde La
Avenida Argentina hasta la calle Pichincha al menos, la sorpresa no lo
abandonará (si observa con cuidado) pues la arquitectura va desde edificios de apartamentos
sin ninguna relevancia arquitectónica hasta fachadas de tiempos idos; como estas
donde se aprecia parte del Paraninfo de la Universidad de Antioquia y el lado
oriental de una de las sedes de la Caja de Compensación Comfama: el Claustro
(además de una punta del Instituto Confucio que funciona en el antiguo edificio de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia).
Y es que una de las características que
enriquecen, sin proponérselo tal vez, a nuestras ciudades americanas es el eclecticismo
en la combinación de sus construcciones.
Cuando se ha decidido conservar estos edificios para
la memoria colectiva de sus habitantes, se ve con claridad cuáles han sido sus
intereses y gustos a lo largo de la historia.
La mesura de la historia (Medellín, Colombia)
Uno de esos edificios cuya arquitectura no necesita
grandes decoraciones para resaltar entre las innumerables edificaciones de este
sector se levanta en una de las esquinas más conocidas y frecuentadas de la
ciudad (Avenida Oriental con la calle Colombia). Sin embargo su construcción
sencilla lo destaca y le imprime a esta zona una atmósfera mesurada y tranquila,
atmósfera que de manera continua e imparable ha ido perdiendo El Centro por
cuenta del tráfico, las multitudes y los vendedores ambulantes que invaden los
andenes.
Desde la piedra de la fachada hasta la línea sobria
de ventanas y balcones le dan a este edificio un aire de otro tiempo, como si a
su alrededor se hubiese detenido un poco la historia de la ciudad.
La mirada se posa tranquila en su superficie y le
hace meditar a quien observa sin afanes, en esos barrios europeos donde los
edificios guardan tantos relatos de amores y pasiones que tal vez no lleguen a conocerse
jamás.
Una fachada en la carrera Girardot (Medellín, Colombia)
Una hermosa fachada, construida en la época en
que este sector de la ciudad era habitado por esas familias numerosas, tan características
de esta zona del país, da paso, en la actualidad, a una serie de edificios donde
ni la estética ni la comodidad tienen cabida. Son sólo una sumatoria de salones
dedicados a albergar estudiantes durante todo el día y parte de la noche. Es como
si ningún arquitecto se hubiera tomado la tarea de distribuir el espacio
interior que la vista de esta construcción promete.
Parece como si se hubiese querido, de alguna
manera, negar las horas que debió pasar sobre la mesa de dibujo el creador del
edificio original para lograr una edificación sobria y elegante.
La delicada factura de los maestros albañiles
que todavía se puede apreciar incluso en el revoque de las paredes exteriores y
en la calidad de los arcos de puertas y ventanas brilla por su ausencia, una
vez que el visitante interesado franquea los portones de este lugar.
Pero al menos hay que agradecer a quienes tomaron
la decisión de no demoler esta muestra de lo que fuera en otros tiempos la cara
de la ciudad y mantener de cierta forma el ambiente que reina en los alrededores
de la Plazuela San Ignacio.
Bodegón (Medellín, Colombia)
De la época en que los
artistas empezaron a pintar naturalezas muertas y bodegones han corrido muchos
regueros de acuarela y se han producido muchos manchones de óleo, y sin embargo
aun es posible encontrarse por ahí, en cualquier sala, una composición donde se
utilizan unos objetos que tuvieron usos cotidianos sin ninguna relación entre sí,
pero que además de la belleza con la que han sido revestidos por el pasar de
los años remiten al observador a una época donde el tiempo se medía con otros parámetros.
El contraste entre texturas, colores y materiales
le da a esta imagen una calidez especial.
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