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La tranquilidad de los acuarios (Medellín, Colombia)

Los acuarios tienen un efecto sedante para la mayoría de quienes contemplan una vida que se desarrolla impasible y ajena a nuestra presencia y a nuestra mirada; no importa que esa tranquilidad que vemos sea aparente y en sus confines se estén desarrollando los mismos dramas que escenifica la existencia en cualquier parte de este planeta.
Para el observador los peces como éste, se mueven sin mayor esfuerzo, delicadamente, exhibiendo sus colores brillantes para el único deleite de sus ojos, ignorando casi siempre, que cada ser vivo tiene una función específica en la complicada trama de la vida en la tierra.

Color en el acuario (Medellín, Colombia)

Los acuarios han estado presentes en todas las épocas y en distintos lugares del planeta, desde los estanques de civilizaciones tan antiguas y refinadas como la china o la japonesa hasta los actuales hechos de vidrio o acrílico.
Y hasta han aparecido en fragmentos memorables de la literatura, como la descripción de la muerte de los peces sagrados que contemplaba en su acuario al aire libre la familia Barca en Salambó la novela de Gustave Flaubert.
En esta ciudad son un trozo del mundo libre y salvaje que se ha destinado desde siempre a la decoración de los espacios íntimos de las casas y de algunos lugares públicos.
Para muchas personas es reconfortante dejarse llevar por la tranquilidad casi siempre imperturbable de los peces. A la atracción que ejerce el agua sobre los seres humanos se suma la belleza de estos animales, tan coloridos que a veces parecen flores en movimiento.

El pez que apacigua al mundo (Medellín, Colombia)

La realidad de una ciudad no sólo se ve afectada por los grandes acontecimientos que reflejan el dinamismo de sus habitantes o por las fuerzas de la naturaleza. También es posible que la suave elegancia de un pez ornamental influya de alguna manera en la realidad cotidiana de la ciudad. Quizá su presencia no modifique de manera determinante la historia de la humanidad, pero es factible que a su vista la gente que pasa tranquilice su espíritu y modifique imperceptiblemente su manera de ver la vida y por lo tanto de relacionarse con los demás.
Y es que sin proponérselo, la naturaleza altera de manera constante el comportamiento humano, así sea por medio de un pez cuya belleza casi fantasmal flota sin rumbo definido en un estanque de vidrio, en la mitad de la nada.

La era de los acuarios (Medellín, Colombia)



Hair, la película de los años 70 dirigida por Milos Forman, empieza con una canción que pronostica que en la Era de Acuario la armonía y el entendimiento entre los seres humanos, marcarán el signo de los tiempos.
Hoy más de treinta años después de haberse escuchado esa hermosa canción por primera vez, las cosas no están muy distintas.
Al parecer el único influjo que ha logrado esta particular confluencia de los astros ha sido el desarrollo de la afición por los peces en cautiverio.
Y no faltan los teóricos que asemejan muchos de los comportamientos humanos en las ciudades, a comportamientos similares a los de los peces en un acuario. Hasta se podría decir lo mismo, siguiendo ese orden de ideas, que las vitrinas de los almacenes donde se exhiben maniquíes pertenecen a ese género, así como las ventanas de los edificios por donde a veces es posible ver seres solitarios que se pasean de un lado para otro y a quienes ni siquiera se les ven los pies, como si flotaran. O los medios cuerpos que asoman a las ventanas de todo tipo de vehículos observando la realidad exterior con la misma mirada vacua.
Pero aunque se corra el riesgo de pecar de frivolidad, los acuarios donde flotan peces de colores son, con mucho, más bellos y reconfortantes que esos otros donde la soledad parece dominar el ambiente.

Ilusión en amarillo y azul (Medellín, Colombia)

Frente a la ventana de un acuario se desplazan dos peces, indiferentes a las miradas ávidas de quienes visitan ese sitio. Su percepción limitada del mundo les permite sentirse como si estuvieran todavía en su lugar de origen.

Medellín en blanco y negro