Hair, la película de los años 70 dirigida por Milos Forman, empieza con una canción que pronostica que en la Era de Acuario la armonía y el entendimiento entre los seres humanos, marcarán el signo de los tiempos.
Hoy más de treinta años después de haberse escuchado esa hermosa canción por primera vez, las cosas no están muy distintas.
Al parecer el único influjo que ha logrado esta particular confluencia de los astros ha sido el desarrollo de la afición por los peces en cautiverio.
Y no faltan los teóricos que asemejan muchos de los comportamientos humanos en las ciudades, a comportamientos similares a los de los peces en un acuario. Hasta se podría decir lo mismo, siguiendo ese orden de ideas, que las vitrinas de los almacenes donde se exhiben maniquíes pertenecen a ese género, así como las ventanas de los edificios por donde a veces es posible ver seres solitarios que se pasean de un lado para otro y a quienes ni siquiera se les ven los pies, como si flotaran. O los medios cuerpos que asoman a las ventanas de todo tipo de vehículos observando la realidad exterior con la misma mirada vacua.
Pero aunque se corra el riesgo de pecar de frivolidad, los acuarios donde flotan peces de colores son, con mucho, más bellos y reconfortantes que esos otros donde la soledad parece dominar el ambiente.