Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes durante décadas. Sin embargo sigue siendo un hito en la arquitectura de la ciudad. Uno que marcó un antes y un después en su historia, como si su construcción hace algo más de cincuenta años hubiera definido la mayoría de edad de la ciudad, con las consecuencias, afortunadas o no, que eso trajo para esta bella Villa.
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
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Tu reflejo me confunde (Medellín, Colombia)
La realidad esta llena de ilusiones visuales y a veces éstas se manifiestan de una manera tan palpable que no se puede dejar de registrarlas para alargar el asombro o simplemente para que entren a formar parte del infinito cúmulo de eventos curiosos, que en la mayoría de los casos no nos cambian la vida, al menos significativamente.
Un instante (Medellín, Colombia)
Tal vez la soledad de Junín en ese momento fue algo momentáneo, quizá volvió a llenarse al minuto siguiente pues el sentido común parece que sí ha abandonado las calles, como sucede con esos lugares de la ciudad donde la celebración de eventos casi siempre anodinos continúa. A diferencia de lo que sucede en el cuento de Edgar Alan Poe, La máscara de la muerte roja, la fiesta no la hace sólo el potentado sino también la gente del común para quienes el ruido y las aglomeraciones es algo vital, como sucede con esas bullangueras colonias de periquitos que sobrevuelan la ciudad haciendo sentir su presencia mimetizada en el verde de los árboles, indiferentes a cualquier acecho; pero la muerte sigue ahí, alerta, como un gato, provista ahora de un arma mucho más ominosa por imperceptible.
Interiores II (Medellín, Colombia)
Hasta
hace unas cuantas semanas esta escala de un edificio en Medellín presentaba
este aspecto (como una especie de premonición de lo que pasaría después en la ciudad), ajena a la masa de personas que subían y bajaban en los
ascensores. Hoy, en el exterior, las calles empiezan a llenarse de nuevo. Pero esta escala seguirá
representando como una metáfora arquitectónica el interior de cada ser humano
que debe adentrarse profundamente para reconocerse. Pero casi nadie lo hace,
muy pocos quieren enfrentarse con su propia soledad.
En esta tarde gris (Medellín, Colombia)
Algo
tiene la lluvia que transforma las imágenes corrientes en escenas cargadas de
simbolismo. El rojo de unas sillas y una mesa de plástico combinado con el gris
del piso mojado y el verde de la vegetación hace pensar al observador en un
fotograma de una vieja película donde los protagonistas acaban de separarse
para siempre. Quizá se deba a la melancolía que evoca la lluvia que medio se adivina
o al abandono de los muebles a la intemperie en un lugar solitario y silencioso
mientras la ciudad sigue agitada a su alrededor y el frío cubre todas las
superficies.
Palabras, palabras (Medellín, Colombia)
Esos elementos con los que armamos nuestro pensamiento son palabras que expresan, definen, simplifican, marcan, acogen, dicen, denuncian, formulan, enumeran, opinan, ratifican, articulan, recalcan, tratan, emiten, profieren, aclaran, producen, explican, prorrumpen, protestan, declaran, manifiestan, exponen, encubren, proclaman, muestran, exteriorizan, participan, significan, denotan, reflejan, representan, reproducen, afirman, testifican, atestiguan, repiten, certifican, deponen, garantizan, confirman, analizan, asienten, enuncian, insinúan, indican, observan, señalan, sugieren, establecen, connotan, citan, nombran, estudian, alegan, recuerdan, precisan, concretan, aseveran, subrayan, acentúan, mienten, reiteran, simbolizan, comunican... y trazan nuestro camino.
Prometeo encadenado (Medellín, Colombia)
Una versión bastante libre del mito del titán Prometeo, ejecutada por Rodrigo Arenas Betancur, altera la monotonía de una de las paredes de la edificación que fuera la sede inicial del museo de Zea hoy llamado museo de Antioquia.
Aunque falta el águila que devore sus entrañas permanece encadenado perpetuando el mito.
Soledad II (Medellín, Colombia)
Las ciudades modernas, que por antonomasia se han
convertido en los paradigmas de la soledad, se han visto invadidas en los
últimos años por escenas como ésta: multitud de personas perdidas en la imagen
hipnótica de un celular. ¿Qué sucede allí que atrapa la atención de millones de
seres humanos? ¿Acaso es la promesa de no estar solo lo que lleva a cada uno de
ellos a perderse en las múltiples posibilidades de compañía, aunque sea
ficticia, que se les ofrece por este medio?
El valor de la papaya (Medellín, Colombia)
Una escena cotidiana que se repite constantemente en las calles de esta ciudad. Sin embargo el colorido que arrastran en sus carretillas estos vendedores pasa desapercibido para casi todo el mundo.
Estamos tan acostumbrados al color del trópico que hace mucho que se nos volvió más importante el valor de las cosas que su belleza.
Una esquina clásica II (Medellín, Colombia)
Todavía hace algo más de siete años (http://medellinrevista.blogspot.com.co/2010/06/una-esquina-clasica-medellin-colombia.html) esta edificación mostraba con dignidad las huellas que el tiempo había dejado sobre su
superficie. La fachada relataba historias de una ciudad en la que la gente se
desplazaba por sus calles con la tranquilidad del tiempo que transcurre sin
ligereza.
Hoy, debido a las manos ofensivas del supuesto
progreso esta casa exhibe las consecuencias de la remodelación que hace tantos
estragos como el tiempo mismo. Sin un estilo arquitectónico definido y con el único
fin que determina la limpieza ofrece a la vista un patético aspecto. Tal vez lo
único que podría justificar esta asepsia en el rediseño de una casa que
pudo haber recuperado su belleza si se hubiese mantenido la estructura y la
decoración originales es la lejana reminiscencia a los edificios que pintó en
su época metafísica Giorgio de Chirico o el trozo de iglesia que se refleja,
como un fantasma, en una sus ventanas.
Un buen lector (Medellín, Colombia)
Este hombre que descansa después de una jornada de
trabajo o que espera el próximo encargo, vuelve a dejarse envolver por la magia
de una de las 2600 novelas de vaqueros, o del oeste, que entregó a la imprenta Marcial
Lafuente Estefanía y que todavía encuentran lectores que se emocionen con las
intrigas o los duelos a pistola en saloons o en calles polvorientas y desoladas
de un pueblo del Oeste.
Acostado en su carretilla y alejado del ruido que
produce la ciudad revivirá, mientras lee, su juventud; cuando estos libros se
alquilaban en las “revisterías” colgados de unas cuerdas, acompañados por las
aventuras de Supermán o el Santo entre otros muchos héroes y superhéroes. O
quizá no, es posible que apenas haya entrado en conocimiento con esta literatura
fácil pero que cumple con uno de los mandatos que muchos autores se impusieron
a la hora de escribir: entretener sobre todas las cosas.
Hoy
esos libritos que sobreviven milagrosamente al deterioro que amenaza a
cualquier papel, y sobre todo al de estas ediciones de bolsillo que en su
momento se publicaban para el consumo inmediato, no para perdurar, se encuentran
en uno o dos puestos de segunda en la carrera Bolívar y sirven de alimento
literario a lectores tan consagrados como éste.
La música es así II
La música, una actividad que une a los seres
humanos también es una de esas actividades que afectan de manera distinta a cada individuo en particular. Cada
uno tiene una relación íntima y personal con ella. Como estos tres músicos que en Junín
interpretan aires regionales con la actitud de quien apenas está conociendo a
sus amigos: con cautela pero también con ciertos desencuentros que tal vez el
tiempo logre soslayar.
Por ahora alguna nota se atrasa o se adelanta
cuando no es que se pierde definitivamente a causa de una mano que no logra
manejar con más habilidad el instrumento.
De todas maneras, y a pesar de las notas
desafinadas, una mañana de sábado un paseo peatonal de El Centro se vio
animado por tres hombres absolutamente concentrados en hacer lo que más les gusta: música.
Mirar al cielo (Medellín, Colombia)
Pocas veces se nos ocurre mirar al cielo cuando
recorremos El Centro. No es fácil abstraerse del ruido, de la gente que camina
apresuradamente, del smog, en fin de todo lo que caracteriza una ciudad. Aunque
a esta le faltan los rascacielos que dibujan el perfil de las metrópolis, no
adolece de las multitudes que recorren con prisa las calles como si de verdad
tuvieran un destino definido, arrastrando cualquier obstáculo.
Pero
mirar al cielo, aunque para algunos pueda significar mirar al vacío y sobre
todo cuando el azul profundo -tan característico de este valle- no está
alterado por el smog o por las nubes que se apoderan de todo el espacio, a
veces trae sorpresas como ésta: un avión solitario, silencioso, que se desplaza
subrepticiamente. Ignorado por todos menos por quienes abandonan o regresan en él
a la ciudad que, donde vayan, siempre está con ellos.
Gótico en el trópico (Medellín, Antioquia)
Esta fotografía induce a pensar que el edificio al
que corresponde esta cúpula está rodeado por una espesura lujuriante como se
esperaría de un lugar ubicado en plena zona tórrida. Sin embargo esta ciudad construida
en un valle en medio de los Andes tiene un clima que se asemeja poco a los
calores que identifican el trópico.
En realidad son pocos los árboles que rodean este edificio
llamado Palacio de la cultura Rafael Uribe Uribe, nombre que se le dio a la
vieja sede de la Gobernación de Antioquia, después del traslado de la
administración departamental en la década de los ochenta.
Construido
en estilo neogótico, por el arquitecto belga Agustin Goovaerts, es una de las
pocas edificaciones de este estilo que quedan en El Centro y que permiten
recordar, a los que habitamos esta ciudad y a quienes la visitan, la belleza de
la arquitectura que alguna vez caracterizó el centro de la Bella Villa.
Seguridad (Medellín,Colombia)
En esta ciudad que históricamente se ha dedicado al
comercio se vende y se compra de todo. Hasta la basura se ha convertido en un
negocio, alimentado por los recicladores que recorren las calles de la ciudad
recogiendo y comprando, a veces, por precios irrisorios cosas que ya no sirven.
Ha alcanzado tal magnitud que ya necesita ser vigilado por cámaras de vídeo
como los grandes centros comerciales.
La corriente inagotable de basura que produce
nuestro tiempo termina en lugares como éste donde se vende o se cambia por
objetos igualmente desechados. Y aunque parezca improbable son muchos los que
caminan por este laberinto con la mirada atenta, prestos a rescatar algún
objeto que satisfaga alguna necesidad y por qué no hasta un anhelo largamente
acariciado.
Los curiosos, los posibles clientes, transitan por
allí con la seguridad de que mientras permanezcan en esta zona serán observados
atentamente; aunque eso no les garantice que saldrán indemnes de un lugar que
se rige por otras leyes.
El nuevo tranvía (Medellín, Colombia)
El paso del tranvía todavía es una novedad para
los habitantes de esta ciudad, aunque ya estén acostumbrados desde hace algunas décadas a
vivir en la única ciudad de este país que tiene Metro.
Edificios nuevos y antiguos ven pasar suavemente este vehículo
que en nada se parece a los viejos tranvías que transportaron a varias
generaciones de medellinenses.
En su recorrido aún se encuentra con la
mirada de asombro de los transeúntes que recuerdan la vieja calle atestada de
personas, de carros y de buses. Ahora la calle que remonta
la pendiente en dirección a Buenos Aires, es un espacio amplio que se puede recorrer
sin prisas y sin sobresaltos, donde el sonido leve de la campana del tranvía despierta reminiscencias en el inconsciente colectivo.
"Raspao" (Medellín, Colombia)
Entre las costumbres que han acompañado a muchas
generaciones en esta ciudad tenemos estos tradicionales triciclos que recorren
las calles prometiendo frescura todo el año.
A veces pasan inadvertidos a pesar de los
colores brillantes que llevan en esos frascos de boca ancha.
Pero en esta época tan calurosa los vemos como
una promesa. El hielo “raspao”, coloreado y dulce que venden se nos aparece
como la mejor forma de contrarrestar la sofocación que produce un sol tan fuerte
que hasta en la sombra se siente el aire tibio.
Pero no sólo es la promesa del frío lo que
seduce, son también los colores que ya están asociados en nuestro subconsciente
con el placer de los sabores. En algún momento en nuestra infancia nos permitieron satisfacer un antojo en un día de fiesta tal vez.
Y desde entonces sabemos
que un bocado de hielo coloreado y cubierto de sabores, es un bocado de puro placer.
Una pared vieja (Medellín, Colombia)
Entre tanto concreto y adobe surgen de vez en
cuando los vestigios de la ciudad vieja, historiada. Paredones de tapia que marcaron
otros ámbitos, diseñados para otros habitantes con necesidades distintas a las
nuestras son descubiertos a veces por los observadores consuetudinarios del
lugar donde viven.
Hoy esas paredes son mancilladas como tantas
otras en la ciudad por el trazo furtivo de las consignas y toda clase de manifestaciones
infligidas por seres anónimos que quieren dejar constancia de su paso. Pero la
indiferencia de los transeúntes les niega hasta ese reconocimiento.
Las paredes
continuarán imperturbables por mucho tiempo, separando lugares y marcando
rumbos. Las marcas que les deja el tiempo no las afecta, más bien las
ennoblece.
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