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Mostrando las entradas etiquetadas como El Poblado

La manzana de Oviedo (Medellín, Antioquia)

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Ideada por el arquitecto Pascual Celis Escobar esta manzana se ha convertido en un hito urbanístico que bien puede representar a todo un sector de la ciudad. Sus cambios periódicos le dan un dinamismo parecido al de algunos jardines, que se transforman de acuerdo al estado de ánimo de la persona que los mantiene vivos. Independientemente de su silueta nítida y concisa, es la textura de la superficie hecha de plantas vivas lo que impacta en esta escultura, tan diferente a ciertos esperpentos urbanos que pretenden hacerse pasar por demostraciones artísticas de la contemporaneidad de una ciudad que no ha podido quitarse del todo su naturaleza parroquial.

Mercados Campesinos (Medellín, Colombia)

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Todos los domingos llegan campesinos procedentes de las diferentes veredas de la ciudad, a vender los productos más variados en los mercados que se establecen en los parques o en los amplios andenes de algunos barrios. Zanahorias, tomates o lechugas como éstas recién cosechadas se comercializan directamente por los cultivadores. Son otro atractivo más que ofrece esta ciudad a sus habitantes y a todos aquellos que nos visitan constantemente.

Tomates de San Antonio (Medellín, Colombia)

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Unos tomates poco conocidos en estos parajes y traídos de México, cultivados en San Antonio de Prado (un corregimiento cercano a la ciudad), crean esta composición de verdes que atrae al ojo del observador por la intensidad de su color y la particularidad de su forma. Se venden en esos mercados de la calle que se encuentran a diario en la ciudad. Aunque los domingos en particular se les puede hallar en uno de los Mercados Campesinos que aparecen en cualquier parque, calle o plazuela, como el del Poblado donde unos cultivadores se reúnen semanalmente para atraer a los consumidores con productos cuyo aspecto no está reglamentado por las exigencias de las cadenas de supermercados o el gusto deformado de sus clientes.

Los trucos de la luz (Medellín, Colombia)

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Hasta en un pequeño estanque se puede ver como la luz juega con el ojo del observador. Esta superficie donde se hacen y deshacen reflejos, apenas si deja pasar la imagen de los peces que se reúnen “ansiosos” cerca de la orilla, acostumbrados tal vez a que la gente que se detiene a mirarlos les eche algún alimento. Son figuras con un aire fantasmal. Es como si el agua en su movimiento creara estas criaturas que a causa de cualquier agitación en el ambiente pudieran desaparecer. Pero al fin y al cabo son peces que en el estanque deben fascinarse también con el movimiento del agua y con los juegos de luces que se pueden ver desde su perspectiva.

Cielo de agosto (Medellín, Colombia)

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Empezando este mes, al que en la ciudad le llamamos el mes de las cometas, el cielo se despeja y nos deja intuir su profundidad sólo mediante la observación del intenso azul. Una imagen que a pesar de su simplicidad embarga a quien la contempla con ese sentimiento que a veces suscitan ciertos lugares del planeta: una alegría por estar vivos y poder vislumbrar lo que puede ser la imagen del silencio.

Árboles, edificios y montañas (Medellín, Colombia)

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Mientras la luz trata, sin conseguirlo, de deshacer las montañas que enmarcan este valle los árboles le dan sombra a las calles de un sector de la ciudad. La cordillera parece a punto de desaparecer como si fuera parte de un espejismo anclado en nuestra mirada sólo por la silueta de los edificios. Y el verde de la vegetación recorta a contraluz un paisaje de ciudad del futuro donde la naturaleza se presenta en primer plano.

Una palmera entre dientes prehistóricos (Medellín, Colombia)

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Para una persona sin imaginación o simplemente desprevenida, las formas grises y amenazadoras de donde parece surgir esta palmera podrían ser sólo una escultura moderna, es decir el producto de la creación de un artista. Pero para otros, para los que se asombran con los objetos inesperados que se encuentran en las calles de esta ciudad podrían ser los dientes de algún animal prehistórico y descomunal que fueron surgiendo, sin que la gente se diera cuenta, del lugar donde descansaron durante millones de años. O por qué no los últimos vestigios de las fauces gigantescas de un tiburón varado en una antigua playa. De todas manera la composición que forman esas figuras inanimadas y grises con las hojas de la palmera no deja de ser impactante, así sea una simple cooperación entre las creaciones humanas y la naturaleza.

El reflejo de la tranquilidad (Medellín, Colombia)

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En esta pequeña plaza una fuente refresca y acompaña el hermoso árbol cuyo reflejo devuelven los vidrios de los edificios. Sitios como éste son los que deben ver los que visitan esta urbe y se van con la idea de una ciudad amable con las personas que la habitan. Todo lo contrario con el caos de El Centro donde el espacio público ha sido invadido por la ansiedad y el miedo, un espacio del que no hablan las administraciones públicas cuando citan esta ciudad como ejemplo para el mundo, de la transformación en los últimos años, del urbanismo en favor de los ciudadanos.

La luz de la ciudad (Medellín, Colombia)

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La vista de las interminables filas de carros se ve matizada por un esplendoroso atardecer que hace de telón de fondo al intenso tráfico de este sector de la ciudad. Tal vez aquellos que iban al volante no pudieron disfrutar de los arreboles que se formaron en las últimas horas de la tarde pero, ahí estuvieron durante un rato para quien quisiera extasiarse con ellos. Una foto que pudo haber sido tomada en cualquier ciudad pero que la luz de este valle la hace única.

Irrupción (Medellín, Colombia)

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No siempre en las ciudades los edificios y las grandes construcciones son tan ubicuos como uno cree, a veces irrumpen de pronto, saltan, como si dijéramos, desde la espesura. Tan desprevenido esta uno, contemplando el verde que en grandes franjas atraviesa algunas zonas de la ciudad, que se queda “extasiado” por unos segundos mirando esta construcción de líneas simples. Este edificio que se deja perforar por el azul reflejado en sus ventanas, sorprende con su aparición repentina al que se deja encantar por los árboles que bordean las avenidas en esta ciudad de contrastes. Aunque toda ciudad moderna debe tener ese elemento de contraste que es tal vez una de las características en las urbes de nuestro tiempo.

Un vapor, una neblina (Medellín, Colombia)

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En un día soleado, o mejor en un rato soleado después de un aguacero, apareció en un jardín de la ciudad una neblina, intentando competir con los rayos de sol que abrillantaban los colores de las cosas, opacados hasta hacía poco por las nubes. De pronto el vapor, o la neblina, empezó a apoderarse de este lugar, parecía como si surgiera de algún tipo de nave que hubiese descendido o que quisiera despegar y perderse en el cielo o como si de pronto la luz o el calor hubieran empezado a deshacer los objetos y las plantas frente a nuestros ojos. Afortunadamente, era sólo el efecto que producía este vapor, esta neblina, al esparcirse lentamente por el aire. Pero, es que a veces suceden cosas tan extrañas, que cualquier fenómeno poco usual lo pone a uno a inventarse esas explicaciones peregrinas que alimentan la imaginación de la gente y que tal vez por eso hacen que vivir en esta ciudad sea cada día una experiencia única para quien quiera mirarla con los ojos del asombro.

Una ciudad de luces (Medellín, Colombia)

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Desde hace muchos años esta ciudad se ha convertido en un lugar donde se le da gran importancia a la belleza de la luz. Por eso no es extraño encontrarse cualquier noche con un espectáculo de juegos pirotécnicos resaltando las siluetas de los árboles, de las nubes o de los edificios. Hasta las montañas se perciben mejor, recortadas nítidamente contra esos cielos iluminados de manera artificial. Las luces se proyectan contra el cielo convirtiéndolo en una paleta de colores tan variada que siempre maravilla a los habitantes de esta villa. Es como si en esta ciudad la gente buscara repetir la luz que en el día abrillanta los tonos de la naturaleza y de esos colores que se mezclan siempre, a veces caóticamente, en las calles.

Bajo el puente (Medellín, Colombia)

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En esta ciudad los puentes no sólo los utilizan aquellos que no tienen casa para protegerse de la intemperie total o los motociclistas que se escampan de alguna lluvia intempestiva, también los aprovechan los que tienen algo para vender o los que únicamente quieren pasar al otro lado y no se atreven a cruzar la calle.

La imaginación de los espejos (Medellín, Colombia)

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Muchos autores de ficción y de no ficción han defendido, o al menos han expuesto la tesis, de que detrás de las superficies que reflejan objetos hay otra realidad: en unos casos se limitan a duplicar lo que se encuentra frente a ellas, pero en otros van más allá y el reflejo adquiere formas y dimensiones distintas, como si obedeciera a unas leyes completamente diferentes a las de nuestro universo. Pero no sólo repiten o deforman, a veces le agregan elementos a la imagen que duplican, como es el caso de la nube que se refleja en los vidrios de este edificio. A juzgar por el azul impecable del cielo, su existencia a este lado de los espejos es muy improbable.