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Sobre el agua (Medellín, Colombia)

Del agua de un pequeño lago y rodeada por un grupo de tortugas que esperan con paciencia, sobresale un pedazo de roca.
Para subirse a su superficie y aprovechar los rayos del sol tropical que ilumina esta ciudad las tortugas esperan durante horas a que haya un resquicio por donde desalojar a las que alcanzaron un lugar antes que ellas.
Esa debe ser la cotidianidad de estas habitantes permanentes del lago: eternizarse expuestas al sol, flotar alrededor de la piedra y comer nenúfares o lo que sea que coman estas criaturas supervivientes de tantos milenios.

Reflejos (Medellín, Colombia)

Mientras me dejaba llevar por la tranquilidad de este lugar salieron de repente a la superficie las tortugas, sin preámbulos ni alharacas como siempre; con curiosidad tal vez o sencillamente a tomar algo del sol de la mañana.
Este lago, que al decir de los que lo conocieron en el pasado, era mucho más grande, alberga ahora una fauna limitada: unos cuantos peces, las tortugas y los patos que al parecer no permanecen mucho tiempo en él, pues se la pasan atosigando a los turistas y a los paseantes desprevenidos.
Los reflejos de la vegetación, que le dan ese aire de lugar sereno y apacible, se ven removidos de vez en cuando por el nado suave de los peces y los brillos que la caparazón de las tortugas le arranca al sol.
A veces parecen reliquias de piedra, arrojadas allí por hombres de tribus ya desaparecidas pero que continuarían existiendo a través de sus creencias.
Sin embargo los ídolos se mueven y lo hacen al compás de ese reloj lento y milenario que rige sus vidas, tan distinto al que rige las nuestras, de ritmo acelerado.
No son figuras pétreas abandonadas en el agua, son seres vivos cuyas existencias alteran, aunque sea imperceptiblemente, los reflejos de la superficie.

Medellín en blanco y negro