Mostrando entradas con la etiqueta Centro comercial Unión Plaza. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Centro comercial Unión Plaza. Mostrar todas las entradas

Mira que cosa más linda, más llena de gracia (Medellín, Colombia)

Así es esta ciudad, en el lugar menos pensado aparece de la nada una comparsa de música y bailarines para desbaratar la frágil tranquilidad de sus habitantes.
No hay necesidad siquiera de conocer el motivo para una descarga de energía como ésta; puede ser cualquiera.
Lo que importa es la belleza que le pone un ingrediente de emoción a las tareas de todos los días.

Un show inesperado (Medellín, Colombia)

Salidos de la nada y en los corredores de un centro comercial aparecieron de pronto unos bailarines para romper la rutina del lugar un viernes por la tarde.
Las conversaciones cesaron y todo el mundo se detuvo a mirar el espectáculo que para los transeúntes podría ser improvisado, pero que a juzgar por la habilidad de los danzantes, era el resultado de muchas horas de ensayos.
Una actuación que resultó muy entretenida para quienes suelen pasar por allí esperando ver sólo vitrinas y gente.

Al calor de la música (Medellín, Colombia)

Como para afirmar la calidez del aire de la tarde un grupo de músicos irrumpió en las conversaciones y entre el ruido habitual que siempre se produce, de una extraña manera, en un lugar donde hay mucha gente.
No se necesitaba nada más para dibujar sonrisas de aprobación en todos los rostros. Como si de alguna manera todos estuvieran necesitando rebajar un poco el agobio que el calor desacostumbrado producía en los cuerpos.
Hasta ese día habían sido tantos los aguaceros y las lloviznas pertinaces que el sofoco húmedo de la tarde parecía por contraste una molestia menor.
El aire de fiesta con el que los músicos y su ritmo alegre impregnaron el ambiente nos hicieron creer a todos que el calor era la atmósfera adecuada para la música que traían.

Un canto a la piedra (Medellín, Colombia)

Casi siempre los jardines se caracterizan por la profusión de plantas y la aparición casual de alguna piedra o de un poco de arena para matizar la exuberancia de la naturaleza en la ciudad.
En este caso, sin embargo, el jardín aprovecha el impacto visual de las piedras y el granito para crear una hermosa imagen donde las escasas plantas son las que se encargan de poner el tono de contraste.

El sabor de los adioses (Medellín, Colombia)

El tiempo se ha estirado como siempre lo hace en los recuerdos. Apenas se fueron quienes dejaron allí las pruebas de su estadía y ya la mesa y estos dos vasos se han sumergido en ese aire de nostalgia, que adquieren los objetos abandonados hace mucho tiempo. Sin embargo, sólo han transcurrido unos pocos minutos desde que se silenciaron los sonidos en esta mesa.
Nunca sabremos las circunstancias de la partida, aunque uno se entretenga en sopesar y barajar, entre las múltiples opciones, aquellas que le agreguen contenido a una imagen que se ve todos los días.
Es posible que los dos se hayan ido juntos, inmersos todavía en las conversaciones que empezaron hace tiempo o que por el contrario hubieran abandonado el lugar en el silencio cómodo y sin sorpresas de los viejos amantes.
Tal vez uno se fue inmediatamente después del otro, como si quisieran añadir a su alejamiento un aire de furtiva indiferencia.
Pero no sé porqué esta foto de dos vasos solitarios abandonados sobre una mesa gris me hace pensar en una despedida definitiva, como si las palabras dichas y las que no se pronunciaron hubieran matizado de alguna manera los pocos colores que se alcanzan a ver; como si el frío del metal lo hiciera pensar a uno en la actitud distante con la que esas dos personas expresaron la falta de razones plausibles para seguir viéndose… de manera voluntaria.
Tal vez se deba a la distancia que hay entre los vasos, como si sus dueños no hubieran sentido la necesidad de acercarse un poco y disminuir ese espacio que se extiende entre aquellos que ya no tienen nada que decirse, o al menos nada que no suene a repetición.
Es una imagen que habla de desapasionamiento, esa actitud que invade el alma de los que ya se han entregado a la soledad, de los que se han sumergido en la indiferencia, en la distancia.
Yo creo, siguiendo el argumento de la despedida, que la decisión más difícil para ellos no fue decirse adiós sino reconocer que habían invertido mucho tiempo en una relación que terminaría, sin ellos saberlo, de una forma tan poco emocionante: dos vasos desechables que capturan durante un momento la mirada insípida de los ocupantes de las otras mesas.

Una aguja en la ciudad (Medellín, Colombia)


Si encontrar una aguja en un pajar es difícil, hallar una en el centro de esta ciudad es la tarea más sencilla de todas. Basta levantar la mirada para encontrarse con este edificio, que parece una aguja, apuntando siempre al cielo.
No se sabe si la intención que tenían los arquitectos al definir su diseño, era crear una aguja que hiciera referencia a la vocación textil de la ciudad o si la imaginería popular estableció esa similitud, dejándose llevar por la apariencia de su silueta: Una imagen que se combina constantemente con todas las perspectivas de la ciudad y que siempre ha servido, desde 1972, como punto de referencia tanto para los habitantes de la “Bella Villa” como para quienes la visitan.

Agua, agua (Medellín, Colombia)


Dicen los que han pasado por desiertos que el calor y la sed hacen ver espejismos a los viajeros. Por fortuna (o no) las fuentes de agua que hay en la ciudad nos evitan pasar por esa experiencia. Sino fuera así, qué de alucinaciones tendríamos a cada momento, imaginando lagos y ríos donde zambullir el ansia de humedad.

Pepito (Medellín, Colombia)

Durante unas semanas este marranito estuvo en el mostrador del lugar donde se toma el mejor café en Medellín. Fiel a la fama de omnívoros de los de su especie, recibía monedas y billetes de todas las denominaciones y de cualquier divisa.
Hace mucho tiempo que Pepito fue reemplazado, pero el sabor del tinto que hacen allí no cambia.

Fuente de agua dulce (Medellín, Colombia)

Los colores brillantes de las esferas que flotan en el agua de la fuente, hacen creer al observador que está mirando unos confites gigantes. Sólo quedan unos cuantos y se desconoce a quién están destinados en el remoto caso de que fueran dulces en realidad.
El agua sin embargo es casi seguro que no es salada.

Medellín en blanco y negro