Como para afirmar la calidez del aire de la tarde un grupo de músicos irrumpió en las conversaciones y entre el ruido habitual que siempre se produce, de una extraña manera, en un lugar donde hay mucha gente.
No se necesitaba nada más para dibujar sonrisas de aprobación en todos los rostros. Como si de alguna manera todos estuvieran necesitando rebajar un poco el agobio que el calor desacostumbrado producía en los cuerpos.
Hasta ese día habían sido tantos los aguaceros y las lloviznas pertinaces que el sofoco húmedo de la tarde parecía por contraste una molestia menor.
El aire de fiesta con el que los músicos y su ritmo alegre impregnaron el ambiente nos hicieron creer a todos que el calor era la atmósfera adecuada para la música que traían.
Afortunadamente, y a pesar de la modernidad, las papayeras o bandas de pueblo subyacen en nuestra cultura.
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