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Un detalle de La vida

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Es posible que la imagen de este rostro enigmático tallado en la piedra le resulte poco familiar a la gente de Medellín. Quizá pensarán que se trata de la fotografía de alguna diosa egipcia tomada en un tour de esos que se hacen por las riveras del Nilo o de una deidad tallada en la pared de un templo de Tailandia o del Japón. Pero no, no hay que ir tan lejos para contemplarlo directamente. Basta con observar con cuidado la escultura La vida   (Tentación del hombre infinito) del escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancur que, oficialmente desde el 11 de julio de 1974, se levanta en los jardines de Suramericana, aquí mismo en la ciudad; cerca del río y de la calle Colombia.

Prometeo encadenado (Medellín, Colombia)

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Una versión bastante libre del mito del titán Prometeo, ejecutada por Rodrigo Arenas Betancur, altera la monotonía de una de las paredes de la edificación que fuera la sede inicial del museo de Zea hoy llamado museo de Antioquia. Aunque falta el águila que devore sus entrañas permanece encadenado perpetuando el mito .

La vida (Medellín, Colombia)

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Un fragmento de escultura que se ve a través del follaje podría representar, de manera impasible, una de las facetas que caracterizan esta ciudad: la del arte. El monumento a la vida , una de las mejores obras del escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancur, es una de la tantas esculturas que contemplan a la intemperie en plazas y parques el paso de los días. Algunas a cielo abierto y otras por entre las hojas de los árboles y las plantas que siempre están al acecho con el fin de apoderarse de todo aquello que hacemos los seres humanos.

Cabeza de náufrago (Medellín, Colombia)

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Un detalle que complementa la gran escultura de La Vida de Rodrigo Arenas Betancur trae a la mente uno de esos naufragios que se han descrito tantas veces en la literatura o que hemos visto en las películas de aventuras escenificadas en los famosos mares del sur atravesados por galeones y bergantines. Tal vez sea una representación de otra cosa, pero en los momentos que vive este país, uno no deja de asociar esta cabeza que sobresale del agua con un náufrago desconocido que yace en una playa de una isla perdida en el mapa.

Tritón (Medellín, Colombia)

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Los ojos de agua han dado pie en diferentes culturas al nacimiento de innumerables mitos y leyendas. Seres que son la perdición de las personas que transitan por sus inmediaciones o que le muestran el camino a los que se extravían en los bosques o en los descampados. Pero en las ciudades donde el agua permanece aislada en pequeñas fuentes mientras juega o permanece quieta, imperturbable, no es fácil que un paseante desprevenido se vea expuesto a un encuentro sorpresivo con el mundo de la fantasía. Después de la desbandada de los personajes mitológicos como consecuencia de la caída de las religiones politeístas en Occidente Tritón, el mensajero de las profundidades marinas, pudo haberse refugiado en alguna fuente como ésta que sirve de complemento a una de las escultura más emblemáticas de la ciudad.

El movimiento de las estatuas (Medellín, Colombia)

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Desde siempre el sueño de todos los escultores, y hasta de quienes han contemplado estatuas durante milenios ha sido ver cómo éstas cobran vida. Esas imágenes de dioses dando un paso al frente en el Antiguo Egipto dan cuenta de la primera puesta en escena de la ilusión del movimiento, pasando por infinidad de creaciones hasta llegar al mito de Pigmalión y Galatea donde se narra como una estatua, imagen de la mujer perfecta, se convierte en un ser vivo. Pero no sólo las estatuas pueden moverse ayudadas por el mito, los árboles también lo hacen, como en este caso donde la escultura de La Vida parece haberse estirado lo suficiente para unirse a las ramas de un árbol que desde que fue testigo de la proyección de la piedra hacia el cielo quiso tocarla.

Bronce y acero (Medellín, Colombia)

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Acariciada por el sol de la tarde una escultura se proyecta hacia el cielo del Centro de la ciudad, mientras los metales parecen perder consistencia gracias a las formas que les dio el escultor, al imitar con sus manos el momento de la creación. Dependiendo del ángulo desde donde se la mire, esta escultura puede convertirse en una mezcla de volúmenes diferentes donde apenas se adivinan siluetas reconocibles, como debió ser la materia cuando empezaba a volverse sólida. Las palmeras y los árboles se estiran y retuercen para impedir que la mezcla de bronce y acero se escape, se eleve y desaparezca en el cielo. Hasta ahora lo han conseguido, y con cada día que pasa la escultura se ve atrapada más y más por la vegetación que crece a su lado.

Mercurio (Medellín, Colombia)

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Desde sus comienzos esta ciudad ha tenido una vocación comercial. Por eso no es de extrañar que en uno de los lugares más concurridos, la estación San Antonio del metro, se haya erigido esta escultura del maestro Arenas en honor al dios del comercio. Como si quisiera recordarnos, a quién le debemos las bendiciones que han caído sobre la ciudad y unas cuantas amonestaciones de los hados, para frenar la ambición que muchas veces los designios de esta villa ponen en la mente de sus adoradores. De un lado a otro vuela Mercurio influyendo en el ánimo de los habitantes de la ciudad, impregnándolos a todos de una pasión por los negocios, por el comercio, que a veces brota y da frutos en los oficios más corrientes o más peregrinos.

Homenaje al pueblo antioqueño (Medellín, Colombia)

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El cielo parece abrirse para recibir esta escultura que se aleja de la tierra con extraordinaria fuerza. La obra del maestro Rodrigo Arenas Betancourt, transmite toda la energía de la raza, que desafortunadamente está pasando al terreno de la leyenda a pasos agigantados.