Un detalle que complementa la gran escultura de
La Vida de Rodrigo Arenas Betancur trae a la mente uno de esos naufragios que se
han descrito tantas veces en la literatura o que hemos visto en las películas
de aventuras escenificadas en los famosos mares del sur atravesados por galeones
y bergantines.
Tal vez sea una representación de otra cosa, pero
en los momentos que vive este país, uno no deja de asociar esta cabeza que
sobresale del agua con un náufrago desconocido que yace en una
playa de una isla perdida en el mapa.
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