Un fragmento de escultura que se ve a través del
follaje podría representar, de manera impasible, una de las facetas que caracterizan
esta ciudad: la del arte.
El monumento a la vida, una de las mejores obras del escultor antioqueño Rodrigo Arenas Betancur, es una de la tantas esculturas
que contemplan a la intemperie en plazas y parques el paso de los días. Algunas
a cielo abierto y otras por entre las hojas de los árboles y las plantas que
siempre están al acecho con el fin de apoderarse de todo aquello que hacemos
los seres humanos.
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