En las épocas de calor cada
amanecer es una fiesta para los ojos, sobre todo
cuando uno vive entre los Andes donde el horizonte siempre se ve limitado por montañas.
Será
por eso que el tono que adquieren el cielo y las nubes por estos días le
recuerdan con nostalgia, a los que han visitado el mar, la vastedad del océano y la inmensidad del
cielo.
A pesar del calor
que anuncian estos colores para el día que comienza, siempre es más atrayente el
etéreo azul del verano que el pesado gris del invierno.
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