Nada
más fotográfico que unas cuantas gotas de lluvia salpicando cualquier
superficie. Sobre todo si esa superficie es la de las flores.
Plantas y árboles no
dejan de florecer en esta ciudad, donde la necesidad de algunos de cubrir la tierra
con pavimento o concreto no ha podido erradicar la naturaleza que se cuela por
cualquier tarjadura de los andenes o permanece en los patios de las casas que
se parecen, por la variedad de especies que se cultivan en ellos, a los santuarios de alguna deidad telúrica.
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