Una imagen común en esta ciudad es la de los
vendedores de minutos que recorren las calles de El Centro o se establecen permanentemente
en un parque o en una esquina concurrida para alquilar celulares, generalmente
por cortos períodos de tiempo. Vender minutos es un negocio generalizado.
Pero en este caso particular este dueño del
tiempo (metafóricamente hablando) es un personaje que comparte con un transeúnte
elegido al azar un minuto de lectura. Generalmente se trata de poemas que duran
alrededor de 60 segundos.
Y lo mejor de todo es que no cobra por su lectura, aunque
su actividad está inspirada en un vendedor.
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