Aunque la plazuela de la iglesia de la
Veracruz no es un parque en realidad, la fuente que sirve de asiento a tantas
palomas del sector se ha convertido para aquellas personas que pasan por allí
diariamente en un hito arquitectónico que, tenga agua o no, siempre se identifica
con un lugar para refrescar la mirada.
Al fondo la centenaria iglesia de la Veracruz,
cuya superficie ha sido modificada tantas veces, mantiene su forma inconfundible
para los habitantes de esta ciudad.
Esta es una imagen donde la composición no
desentona en un sector que no se caracteriza por su coherencia arquitectónica.
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