El ruido, las conversaciones y las risas pertenecen a un grupo de niños que recorre en fila las calles del barrio, montados en sus carros de juguete. Parecen vestidos para asistir a un carnaval, de esos que se suceden en las diferentes culturas de la tierra.
Pero para ellos es más importante el viaje en sí que el lugar hacia donde se dirigen. Tal vez ni siquiera sea importante saberlo, quizá la seducción de este convoy esté en que no se dirige a ninguna parte, como los carruseles que giran incesantemente con sus coches y caballos tallados, detenidos en el espacio.
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