Bronce y acero (Medellín, Colombia)

Acariciada por el sol de la tarde una escultura se proyecta hacia el cielo del Centro de la ciudad, mientras los metales parecen perder consistencia gracias a las formas que les dio el escultor, al imitar con sus manos el momento de la creación.
Dependiendo del ángulo desde donde se la mire, esta escultura puede convertirse en una mezcla de volúmenes diferentes donde apenas se adivinan siluetas reconocibles, como debió ser la materia cuando empezaba a volverse sólida.
Las palmeras y los árboles se estiran y retuercen para impedir que la mezcla de bronce y acero se escape, se eleve y desaparezca en el cielo. Hasta ahora lo han conseguido, y con cada día que pasa la escultura se ve atrapada más y más por la vegetación que crece a su lado.

La solidez de la luz (Medellín, Colombia)

La luz que entra por una ventana abierta al exterior parece solidificarse, convertida en la fluidez de la tela que aunque flexible y suave, nunca llegará a igualar la espectacularidad con que la luz deja su impronta donde quiera que aparece.
En un lugar excavado en la tierra no deja de sorprender la aparición de estos cortinajes que capturan la luz, convirtiéndola en ese intenso color amarillo tan querido por los emperadores chinos, quizá porque les recordaba el oro o tal vez porque pensaban que de todos los colores era el más luminoso.
Pero no sólo despiertan interés el color y los largos telones que descienden desde la altura, están también los tragaluces por donde se deja ver un cielo tan pálido que uno apenas lo percibe. Aunque su diseño es novedoso, casi toda la atención de la mirada se la roban los lienzos y su color donde la luz adquiere mayor intensidad.

Entre el amor y la magia (Medellín, Colombia)

Esta imagen lo empuja a uno a sospechar que ha interrumpido un ballet interpretado por flores, que parecen mariposas, haciendo el papel de cisnes.
Sólo falta la música de Tchaikovski para asegurar que se está en presencia de una peculiar representación, dedicada a los seres que pueblan los bosques en los cuentos de hadas.
En cualquier momento las flores empezarán a moverse de nuevo, imitando a los cisnes encantados por el malvado mago Rothbart que esta vez aparece en medio de las aves, disfrazado de escarabajo, para impedir que la hermosa Oddette reciba el juramento amoroso de Sigfrido, el príncipe, y ella pueda recuperar su forma humana.
Una vez más se confunde uno sin saber quién imita a quién, si el arte a la naturaleza o ésta al arte.
Aunque dilucidar esta incógnita no tiene relevancia si es posible contemplar un resultado como éste.

Donde viven los sabios (Medellín, Colombia)

Pocas veces uno se encuentra lugares como éste donde sólo con subir unos cuantos peldaños, excavados en un barranco, se penetra en una atmósfera que mueve a la reflexión.
En el Ramayana, una de esas epopeyas indias donde los bosques son frecuentados por todo tipo de criaturas, diabólicas y benéficas, se dice que el bosque es el lugar donde habitan los sabios.
Y es que desde la antigüedad y en muchas civilizaciones se ha identificado el equilibrio que se percibe entre todos los seres que pueblan la espesura, con esa actitud mental donde las pasiones y las emociones humanas se nivelan de tal manera que es posible emprender el camino de la sabiduría.

Una foto para el duende (Medellín, Colombia)

Aunque las criaturas que suelen frecuentar los bosques son reacias a dejarse ver por ojos humanos, según cuentas las leyendas, en este parque cercano a la ciudad no es extraño encontrarse con un duende deambulando tan tranquilo como si nadie lo observara. Es más, son capaces hasta de atravesársele a los visitantes y juguetear con ellos, a su manera claro está.
Este duendecillo que usa sombrilla o paraguas según el caso y que se dedica a retozar con la gente que pasa por allí, parece no darse cuenta del interés que despierta en los inveterados tomadores de fotos.
Tal vez en ese momento se haya detenido a escuchar el bosque y a interpretar los sonidos que le trae el aire transparente, permitiendo por un instante, el que dura apretar el obturador de la cámara, capturar su imagen perturbadora.

Bajo tierra (Medellín, Colombia)

Bajo tierra, en un auditorio de concreto, cuatro muchachos se entregan a la fascinación de la música de cámara y hasta salen de sus instrumentos las notas de un bambuco alegre y cantarín.
Desde este auditorio sui géneris, enterrado en una pequeña colina, se escapa la música hacia el bosque que la rodea. Aunque en realidad no llega muy lejos, el ritmo propio que tienen las espesuras se traga las notas.
Pero aquí en este lugar, de diseño impecable, uno siente que puede alcanzar ese estado de la mente tan necesario para permitirle a la música que toque nuestro espíritu.

La huella de la naturaleza (Medellín, Colombia)

No es usual encontrar la oportunidad de fotografiar esas imágenes que a veces lo impactan a uno por su belleza o porque no se las puede contemplar con facilidad en las rutas que se siguen regularmente en los laberintos rutinarios de una ciudad.
Estas hojas que parecen reflejar en su superficie la impresión de un mapa de las regiones montañosas y profusamente parceladas de Antioquia, sólo se ven en esos bosques que todavía quedan por ahí entre ciudad y ciudad. Sin embargo no es más que la huella con que la naturaleza ha marcado esta planta.
En ella pueden verse con detalle las formas aparentemente caprichosas que adoptan algunas plantas para recibir la luz en sus hojas. O para resistir sin claudicar las inclemencias del clima.

Una silleta emblemática (Medellín, Colombia)

Quizá una de las imágenes más fotografiadas, por aquellos que visitan el Parque Arví, son estos jardines plataforma cuyo diseño se basó obviamente en las silletas que representan como ningún otro objeto la vocación floral de esta ciudad.
El desfile de silleteros, evento emblemático, inspiró a los arquitectos para darle una solución bastante audaz a las terrazas que cubren los restaurantes y locales que se encuentra uno mientras recorre este parque.
Una manera ingeniosa de intervenir el paisaje, respetando la conformación natural del terreno, además de realzar la belleza del lugar con una gran variedad de plantas nativas.

Una medusa en el cielo (Medellín, Colombia)

Cuando uno cree que ya nada lo sorprenderá en esta ciudad, que lo único que le falta es encontrar la oportunidad de fotografiarlo, se aparece en medio del cielo una imagen nunca vista, como ésta que no se puede comparar más que con una medusa gigante, detenida por algún azar sobre uno de los lugares más interesantes de la ciudad: el Parque Arví.
Aunque apenas está abriendo sus puertas a todo aquel que quiera maravillarse con la naturaleza y recargar sus pulmones con verdadero oxígeno, ya se perfila como uno de los atractivos más importantes en una ciudad que además de asfalto y concreto ofrece ya un parque donde fácilmente se olvidan las multitudes y las aglomeraciones de todo tipo.

Tormentas a las seis (Medellín, Colombia)

Uno de esos cielos que parecen presagiar tormentas se cierne, cargado de nubes, sobre el centro.
Se imagina uno esos nubarrones cabalgando el viento a gran velocidad para tomar posición sobre la ciudad, preparándose para la siguiente tormenta como en los cielos de las películas de piratas o los que aparecen en las novelas del siglo XIX, donde los truenos acompañaban las invocaciones que mujeres desesperadas lanzaban al viento.
Sin embargo en esta ciudad un cielo así cubre un laberinto de casas y edificios donde, a esta hora, comienza a realizarse el rito milenario de los hogares: la reunión en torno a la luz para espantar la oscuridad que amenaza desde afuera.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...