El pasar de los ratones (Medellín, Colombia)

No deja de ser perturbador que en pleno día se vean pasar tranquilamente unos ratones por las calles de la ciudad y montados en lo que a todas luces es un vehículo diseñado por ellos mismos.
Iban en medio del desfile como si tal cosa.
Inicialmente los que presenciaron su paso creyeron que eran parte de otra de las comparsas, pero si uno mira con detenimiento algunos detalles reveladores en la fotografía, empieza a inquietarse.

Los reyes en La Playa (Medellín, Colombia)

En la avenida La Playa durante el sábado pasado se aparecieron de improviso, para mucha gente, unos reyes que daban comienzo a un desfile bastante sui generis.
Marcharon después de ellos y frente a nuestros ojos todo tipo de personajes clásicos de los que aparecen en los libros y en las narraciones, pero también personajes de los que surgen en las representaciones que se hacen de la ciudad la gente que vive en ella.
Durante una celebración de artes escénicas los actores participantes les entregaron a los paseantes de La Playa, esa avenida que ha marcado el devenir histórico de esta ciudad durante muchas generaciones, una sugestiva muestra de lo que pasa por la imaginación de la gente que habita este valle.

Historia viva (Medellín, Colombia)

Así como la vida junta los destinos de las personas y les hace pasar por experiencias semejantes, de la misma manera hay lugares que comparten una historia similar.
Estas edificaciones que se han vuelto emblemáticas para el sector administrativo de La Alpujarra, fueron construidas en la misma época y juntas vivieron el esplendor de los edificios nuevos, juntos vieron también como sus destinos se dirigían inexorablemente hacia el deterioro y el abandono.
Sin embargo a causa de un cambio en la manera de asumir la historia de la ciudad fueron rescatados. Ahora juntos, han vuelto a ser las dos hermosas construcciones que durante la primera mitad del siglo fueron un hito de gran importancia en la arquitectura de la ciudad.

Interiores (Medellín, Colombia)

Cuando uno camina a paso largo por El Centro apenas mira las fachadas que delimitan los horizontes de la ciudad.
Pero desde algunas terrazas se pueden ver esas superficies interiores, que crean otras atmósferas, tan distintas a los ambientes vistos diariamente, que lo impulsan a uno a prestarles atención porque le hacen pensar que está viendo otra ciudad. Tal vez el elemento permanente sea ese perfil de las montañas que al fondo se cuela en cualquier imagen.

El sueño del papiro (Medellín, Colombia)

Para conquistar el resto del mundo qué antiguas rutas habrá seguido la caravana donde viajaron en grandes o pequeñas ánforas, tal vez a escondidas, las semillas del papiro que desde siempre ha crecido a orillas del famoso río egipcio.
Seguramente la primera ruta que siguieron las semillas, partía de Egipto hacia Grecia desafiando los peligros marítimos que al parecer asolaban el Mediterráneo en la época de los trirremes, y de allí lentamente durante siglos al resto de la cálida Europa, o sea la del sur.
Debe ser una de esas historias que nadie conoce, saber cómo esta planta dio el salto sobre el Atlántico, para de pronto encontrarse en este valle constreñido por montañas que en nada se parece al valle del Nilo donde el horizonte sólo se ve interrumpido por las construcciones humanas.
En este valle esas plantas herederas de las que crecieron y se mecieron bañadas por la corriente lenta del Nilo, se dejan acariciar por otro sol, pero tal vez soñarán con el sonido adormecedor de las aguas que se desplazan perezosamente o a los tropezones en otro lugar del planeta, en otro tiempo de la historia.

Entre las hojas y el viento (Medellín, Colombia)

En el fondo, el edificio de Plaza Mayor sirve de contraste a esta planta abierta como un abanico para airear un ambiente no muy caluroso, aunque de todas maneras se refresca con la sola presencia de sus hojas de intenso color verde.
A su vista se rememoran durante un momento antiguos atavismos: de cuando el hombre se entregaba al placer del viento empujando plantas y palmeras en los viejos oasis, donde el sonido seco de las hojas debió competir con el canto milenario de las dunas, arrastrándose unas sobre otras para dar un aspecto siempre nuevo y diferente al paisaje.
En este lugar el viento apenas si logra estremecer a los árboles y las plantas, pero sin embargo la sabiduría de la naturaleza, comunica de alguna manera al observador sensaciones que no por arcaicas permanecen completamente olvidadas.
Al fondo la silueta del edificio parece adquirir significación sólo en la medida en que su color uniforme contrasta con la inmensa variedad de verdes.

Parque Berrío (Medellín, Colombia)

En el sitio más emblemático de la ciudad, el hombre que le da nombre al lugar observa el desfile la historia. Dándole la espalda al viejo edificio de la Bolsa, Pedro Justo Berrío atestigua el paso del tiempo y los cambios radicales que ha sufrido la pequeña Villa que él conoció.
Los árboles, escasos, ya no son los mismos; la gente ha variado bastante sus costumbres, aunque en realidad la humanidad cambia poco, sólo se altera su apariencia.
Las mismas pasiones que movían a la gente hace más de cien años, deben seguir impulsando las acciones de sus descendientes.

A escondidas (Medellín, Colombia)

Para la imaginación infantil cualquier lugar sirve para recrear otros espacios donde es posible sustraerse a la vista de los demás y repetir la emoción de desaparecer en otro mundo.
Un lugar cualquiera se puede convertir en un desierto o en oasis o playa tropical dependiendo de los lugares imaginarios que pueda tener en la mente o de los lugares atávicos que lleva cualquier ser humano en su interior.
Lo cierto es que la gente, como los niños, puede inventarse tantos sitios y situaciones para vivir otras realidades, como su deseo lo permita. Tal vez esa sea la esencia de la literatura donde los espacios imaginarios se vuelven tan reales como las palabras que los describen.

La música es así (Medellín, Colombia)

En esta ciudad, donde todavía quedan vestigios de la vieja Villa, aparecen por ahí en una plaza o en un banco algunos de esos cantores que ha conocido la humanidad desde antes de aprender a tener memoria.
Tal vez sean ellos los encargados de mantener viva la verdadera música, aunque sus instrumentos desafinen y sus voces cascadas hayan perdido la sonoridad de antaño.
La música es así, encuentra las vías aparentemente más peregrinas para manifestarse. A veces la gente alrededor finge indiferencia, pero el sonido los invade y de pronto alguien se siente obligado a echar un vistazo para comprobar que no es un mundo irreal el que percibe su oído.

La belleza de lo simple (Medellín, Colombia)

La belleza simple de estas flores amarillas, así como la profusión con la que aparecen en los campos, le hace olvidar a uno todas las propiedades terapéuticas y hasta culinarias que desde siempre se le han asignado al diente de león, una planta de diseño sencillo que siempre causa impacto, tal vez por el fuerte contraste entre el color de sus flores y el verde intenso de las hojas que les sirven de fondo.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...