En medio de la ciudad (Medellín, Colombia)

Si leyéramos la descripción de esta imagen en una novela, y nos la ubicaran en medio de una ciudad moderna, pensaríamos que era un producto más de la imaginación del escritor, un deseo fantasioso de convertirla en un oasis como esos donde los autores europeos del siglo XIX ubicaban las aventuras de muchos de sus héroes.
Sin embargo esta imagen corresponde a una de esas escenas cotidianas, ajenas a la realidad de la mayoría de los que trasegamos por El Centro. Casi nunca las percibimos, pero basta levantar la cabeza para contemplar ese mundo paralelo que se desarrolla sin tenernos en cuenta.

Un balcón y su reflejo (Medellín, Colombia

Colgado del vacío éste es uno de esos rincones de la ciudad que pocos ven: frecuentado por quienes se aventuran a encontrar lugares distintos a las cafeterías atestadas que pululan en las calles de El Centro.
Desde allí puede verse otra perspectiva de la ciudad, limitada o amplia según el deseo del observador. Aunque, como siempre, se percibe un retazo de montañas combinándose con las líneas duras de los edificios.
Ese día las sillas vacías y su reflejo daban cuenta del fuerte sol que brillaba sobre la ciudad. A pesar de la vista, la gente le rehuía al calor de la tarde que en este valle puede llegar a ser muy ardiente, hasta para las pieles acostumbradas al calor del trópico.

Camino de transición (Medellín, Colombia)

La literatura se ha ocupado bastante de esos caminos de transición, donde los personajes que los recorren sufren tales cambios en su espíritu o en su manera de ver el mundo, que su vida se ve afectada en gran medida.
Así que la realidad, siempre imitando al arte y a la fantasía, nos hace encontrar también en esta ciudad rutas que crean expectativas similares a las que puedan albergar esos personajes literarios. Por allí se camina con la esperanza de encontrar al otro lado, una nueva ciudad tal vez. O al menos un lugar donde se viva la ilusión de que el ajetreo y la agitación citadinos son meras ilusiones.

Altares ambulantes (Medellín, Colombia)

A mediados de julio y a cualquier hora, pueden verse en diferentes lugares de la ciudad estos altares, improvisados en la parte delantera de un bus de transporte público, interrumpiendo el tráfico de las calles secundarias o de las avenidas principales.
Arrastran tras de sí una larga fila de buses y taxis como acompañantes de la imagen.
Es la tradición de cada año desfilar con la patrona, tal vez para cumplir alguna promesa por un favor cumplido o por cumplir. O para pedir protección durante el año que sigue.

¿Dónde estás Caperucita? (Medellín, Colombia)

En esta ciudad es posible hasta encontrarse, en una feria del libro, la capa de Caperucita Roja tirada sobre algún árbol de fantasía, como corresponde al personaje.
Quizá decidió caminar por entre la gente vestida como cualquier persona, sin tener que soportar la marca que cubre siempre su cabeza.
Pero al ver la capa sola uno tiene que preguntarse: ¿qué pasó con la canasta? Acaso decidió cargar con ella, o la dejó en otro bosque, por aquello de despistar al enemigo. Pero quién es el enemigo, el lobo o la multitud que la perseguiría sin piedad haciendo esas preguntas insulsas que hace la gente vana con el único interés de desvelar misterios, de aporrear los mitos, aunque no logre siquiera hacerlos tambalear.
Todos son preguntas en torno a los personajes de los cuentos que siempre se han leído con deleite. Lo único cierto es que cuando Caperucita volvió por la capa nadie la vio. No sería extraño que hubiera tenido un cómplice que le hubiera ayudado a mimetizarse en la espesura y esfumarse en ella.
Quién pudo ser el cómplice, aquí se abre otro sin fin de posibilidades que agotaría la capacidad lectora de cualquiera. Desde la abuelita hasta Willy el coleccionista de bananos o el pingüino que una vez se apareció en la casa de un niño porque se sentía solo.
Cualquiera pudo haber sido, y eso nadie lo sabrá hasta que alguien decida escribir la historia.

Un vistazo al pasado (Medellín, Colombia

A la vista de estos pequeños objetos regresaran al pasado aquellos que los coleccionaban o los que tuvieron uno de ellos con su imagen o la de alguien querido encerrada allí.
Los llamábamos telescopios y servían para mirarnos, al fondo de un túnel que iluminaba un pequeño rectángulo de luz. Eran como el refuerzo a los álbumes de fotografías que se guardaban en todas las casas. Algunos hasta los usaban como llaveros.
Todavía deben estar por ahí olvidados en viejos armarios, guardando en su interior imágenes de una época distante que para muchos apenas si se ha alejado.
A veces, en lugares como éste, se destapan recuerdos de maneras de vivir y ver la realidad que nos rodeaba y de la forma en cómo tratábamos de aprehenderla.

Los pájaros (Medellín, Colombia)

En esta ciudad si uno levanta la mirada puede encontrarse con el azul nítido y definitivo de un cielo tropical o con una ilusión cinematográfica creada por un árbol.
Es como si la naturaleza intentara imitar al arte, representando el desasosiego que transmite, en la película de Hitchcock, la imagen de unos pájaros comprimidos en el rectángulo de la pantalla.

Un aire de otro tiempo (Medellín, Colombia)

Esa arquitectura sencilla donde los detalles art decó servían para realzar la economía de líneas de la fachada, se plasmó durante muchos años en los edificios de esta ciudad, incluso en edificaciones que fueron construidas mucho tiempo después de haber pasado el momento de aquel estilo que influyó a tantos artistas, artesanos y arquitectos. Al parecer su influencia en esta ciudad fue mucho más fuerte que en otras ciudades.
Lugares como este contribuyen a darle a ciertos rincones un aire de otra época. Si no fuera por el evidente deterioro, uno podría creer que ha retrocedido en el tiempo y que a ese balcón se asomará un señor de chaleco, mirando su reloj de bolsillo, para calcular si ya es la hora de la caminada diaria hasta la iglesia de la Candelaria o hasta el Astor para tomar el algo.

Una florecita en la espesura (Medellín, Colombia)

El “besito” es una de esas pequeñas flores que aparecen por ahí en cualquier barranco al lado de las carreteras, sin que hayan acabado de llegar las primeras lluvias.
Aprovechando la humedad pueden surgir también en medio de la espesura, como en este micro bosque que crece en medio de la ciudad, indiferente a los grandes esfuerzos que hace la gente por hacerlo desaparecer.
Una florecita solferina resalta entre tanto verde y capta la atención de los visitantes que buscan en esta ciudad esos detalles que así sean mínimos, la convierten en un lugar especial.

Un visitante alado (Medellín, Colombia)

Es posible sorprender en las alturas unos perfiles que no se corresponden con los pájaros que uno se ha acostumbrado a ver en los alféizares de las ventanas o en los balcones; observando con mirada nerviosa, sopesando posibilidades de atracarse de insectos o de esos alimentos poco ortodoxos para las aves que suelen darles en las casas.
De pronto, en cualquier alar aparece un pájaro así, desconocido. Quizá descansa de alguna migración que sobrevuela tan alto la ciudad cada año que nunca se le ve o tal vez un ave de una región cercana en un vuelo de exploración. Sólo los expertos lo podrán decir, pero durante un rato este pájaro ha sido otro de esos visitantes que se sienten atraídos por la ciudad.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...