Altares ambulantes (Medellín, Colombia)

A mediados de julio y a cualquier hora, pueden verse en diferentes lugares de la ciudad estos altares, improvisados en la parte delantera de un bus de transporte público, interrumpiendo el tráfico de las calles secundarias o de las avenidas principales.
Arrastran tras de sí una larga fila de buses y taxis como acompañantes de la imagen.
Es la tradición de cada año desfilar con la patrona, tal vez para cumplir alguna promesa por un favor cumplido o por cumplir. O para pedir protección durante el año que sigue.

¿Dónde estás Caperucita? (Medellín, Colombia)

En esta ciudad es posible hasta encontrarse, en una feria del libro, la capa de Caperucita Roja tirada sobre algún árbol de fantasía, como corresponde al personaje.
Quizá decidió caminar por entre la gente vestida como cualquier persona, sin tener que soportar la marca que cubre siempre su cabeza.
Pero al ver la capa sola uno tiene que preguntarse: ¿qué pasó con la canasta? Acaso decidió cargar con ella, o la dejó en otro bosque, por aquello de despistar al enemigo. Pero quién es el enemigo, el lobo o la multitud que la perseguiría sin piedad haciendo esas preguntas insulsas que hace la gente vana con el único interés de desvelar misterios, de aporrear los mitos, aunque no logre siquiera hacerlos tambalear.
Todos son preguntas en torno a los personajes de los cuentos que siempre se han leído con deleite. Lo único cierto es que cuando Caperucita volvió por la capa nadie la vio. No sería extraño que hubiera tenido un cómplice que le hubiera ayudado a mimetizarse en la espesura y esfumarse en ella.
Quién pudo ser el cómplice, aquí se abre otro sin fin de posibilidades que agotaría la capacidad lectora de cualquiera. Desde la abuelita hasta Willy el coleccionista de bananos o el pingüino que una vez se apareció en la casa de un niño porque se sentía solo.
Cualquiera pudo haber sido, y eso nadie lo sabrá hasta que alguien decida escribir la historia.

Un vistazo al pasado (Medellín, Colombia

A la vista de estos pequeños objetos regresaran al pasado aquellos que los coleccionaban o los que tuvieron uno de ellos con su imagen o la de alguien querido encerrada allí.
Los llamábamos telescopios y servían para mirarnos, al fondo de un túnel que iluminaba un pequeño rectángulo de luz. Eran como el refuerzo a los álbumes de fotografías que se guardaban en todas las casas. Algunos hasta los usaban como llaveros.
Todavía deben estar por ahí olvidados en viejos armarios, guardando en su interior imágenes de una época distante que para muchos apenas si se ha alejado.
A veces, en lugares como éste, se destapan recuerdos de maneras de vivir y ver la realidad que nos rodeaba y de la forma en cómo tratábamos de aprehenderla.

Los pájaros (Medellín, Colombia)

En esta ciudad si uno levanta la mirada puede encontrarse con el azul nítido y definitivo de un cielo tropical o con una ilusión cinematográfica creada por un árbol.
Es como si la naturaleza intentara imitar al arte, representando el desasosiego que transmite, en la película de Hitchcock, la imagen de unos pájaros comprimidos en el rectángulo de la pantalla.

Un aire de otro tiempo (Medellín, Colombia)

Esa arquitectura sencilla donde los detalles art decó servían para realzar la economía de líneas de la fachada, se plasmó durante muchos años en los edificios de esta ciudad, incluso en edificaciones que fueron construidas mucho tiempo después de haber pasado el momento de aquel estilo que influyó a tantos artistas, artesanos y arquitectos. Al parecer su influencia en esta ciudad fue mucho más fuerte que en otras ciudades.
Lugares como este contribuyen a darle a ciertos rincones un aire de otra época. Si no fuera por el evidente deterioro, uno podría creer que ha retrocedido en el tiempo y que a ese balcón se asomará un señor de chaleco, mirando su reloj de bolsillo, para calcular si ya es la hora de la caminada diaria hasta la iglesia de la Candelaria o hasta el Astor para tomar el algo.

Una florecita en la espesura (Medellín, Colombia)

El “besito” es una de esas pequeñas flores que aparecen por ahí en cualquier barranco al lado de las carreteras, sin que hayan acabado de llegar las primeras lluvias.
Aprovechando la humedad pueden surgir también en medio de la espesura, como en este micro bosque que crece en medio de la ciudad, indiferente a los grandes esfuerzos que hace la gente por hacerlo desaparecer.
Una florecita solferina resalta entre tanto verde y capta la atención de los visitantes que buscan en esta ciudad esos detalles que así sean mínimos, la convierten en un lugar especial.

Un visitante alado (Medellín, Colombia)

Es posible sorprender en las alturas unos perfiles que no se corresponden con los pájaros que uno se ha acostumbrado a ver en los alféizares de las ventanas o en los balcones; observando con mirada nerviosa, sopesando posibilidades de atracarse de insectos o de esos alimentos poco ortodoxos para las aves que suelen darles en las casas.
De pronto, en cualquier alar aparece un pájaro así, desconocido. Quizá descansa de alguna migración que sobrevuela tan alto la ciudad cada año que nunca se le ve o tal vez un ave de una región cercana en un vuelo de exploración. Sólo los expertos lo podrán decir, pero durante un rato este pájaro ha sido otro de esos visitantes que se sienten atraídos por la ciudad.

Caminos interiores (Medellín, Colombia)

Hay lugares en esta ciudad que sorprenden por su intimidad, es como si invitaran a la gente a adentrarse por la senda de la reflexión.
Lugares frescos y calmados donde el caminante puede liberarse por un rato de la urgencia que vive en las calles y dedicarse a dejar que su mirada interior se apropie de su pensamiento.

Flores de bajo perfil (Medellín, Colombia)

Hay arbustos que uno ve todos los días en los jardines de los barrios floreciendo sin cesar. Sus flores son tantas y tan pequeñas que la atención solo ve manchas de tonalidades diversas y el ojo no se detiene a detallar las formas de esos pequeños estallidos de color.
Sin embargo, cuando se las mira detenidamente se descubre que el exotismo en formas y colores no es exclusivo de las orquídeas.
Tal vez sea por su tamaño o por la cantidad o porque florecen siempre, independientemente de la temporada y hasta del clima, que se vuelven tan comunes como para fundirse con el paisaje urbano que las rodea.

A son de desfile (Medellín, Colombia)

La música simple y repetitiva de las marchas, que fue el regalo hecho por Philip Sousa (compositor de origen portugués, español y alemán) a la humanidad, ha acompañado los desfiles y paradas de todo tipo alrededor del mundo.
Aunque en esta ciudad se le han agregado tonalidades y ritmos que vuelven más pegajosa la música que tocan estas bandas en los desfiles.
La Playa fue testigo del paso de otra marcha y como siempre la magia de esta avenida sombreada de árboles, reforzó el impacto que dejó en la gente como lo hace con cualquier evento que se realice en ella.
Sorpresas como ésta revitalizan la imagen que del Centro tienen los habitantes de la ciudad.

Una apacible tarde (Medellín, Colombia)

Las tardes de sábado bajo los árboles evocan en algunos lugares de la ciudad escenas parecidas, guardando las proporciones, contempladas en algunas obras impresionistas. Como si la gente, a pesar de los miles de kilómetros y la distancia en los años que separan aquellos visitantes decimonónicos de los paseadores locales se sintiera inducida, en todas las latitudes, a complacerse en la sombra y el frescor que dan los árboles. Por eso será que se entregan a esa languidez que se apropia de los miembros y a veces hasta del pensamiento.

El pasar de los ratones (Medellín, Colombia)

No deja de ser perturbador que en pleno día se vean pasar tranquilamente unos ratones por las calles de la ciudad y montados en lo que a todas luces es un vehículo diseñado por ellos mismos.
Iban en medio del desfile como si tal cosa.
Inicialmente los que presenciaron su paso creyeron que eran parte de otra de las comparsas, pero si uno mira con detenimiento algunos detalles reveladores en la fotografía, empieza a inquietarse.

Los reyes en La Playa (Medellín, Colombia)

En la avenida La Playa durante el sábado pasado se aparecieron de improviso, para mucha gente, unos reyes que daban comienzo a un desfile bastante sui generis.
Marcharon después de ellos y frente a nuestros ojos todo tipo de personajes clásicos de los que aparecen en los libros y en las narraciones, pero también personajes de los que surgen en las representaciones que se hacen de la ciudad la gente que vive en ella.
Durante una celebración de artes escénicas los actores participantes les entregaron a los paseantes de La Playa, esa avenida que ha marcado el devenir histórico de esta ciudad durante muchas generaciones, una sugestiva muestra de lo que pasa por la imaginación de la gente que habita este valle.

Historia viva (Medellín, Colombia)

Así como la vida junta los destinos de las personas y les hace pasar por experiencias semejantes, de la misma manera hay lugares que comparten una historia similar.
Estas edificaciones que se han vuelto emblemáticas para el sector administrativo de La Alpujarra, fueron construidas en la misma época y juntas vivieron el esplendor de los edificios nuevos, juntos vieron también como sus destinos se dirigían inexorablemente hacia el deterioro y el abandono.
Sin embargo a causa de un cambio en la manera de asumir la historia de la ciudad fueron rescatados. Ahora juntos, han vuelto a ser las dos hermosas construcciones que durante la primera mitad del siglo fueron un hito de gran importancia en la arquitectura de la ciudad.

Interiores (Medellín, Colombia)

Cuando uno camina a paso largo por El Centro apenas mira las fachadas que delimitan los horizontes de la ciudad.
Pero desde algunas terrazas se pueden ver esas superficies interiores, que crean otras atmósferas, tan distintas a los ambientes vistos diariamente, que lo impulsan a uno a prestarles atención porque le hacen pensar que está viendo otra ciudad. Tal vez el elemento permanente sea ese perfil de las montañas que al fondo se cuela en cualquier imagen.

El sueño del papiro (Medellín, Colombia)

Para conquistar el resto del mundo qué antiguas rutas habrá seguido la caravana donde viajaron en grandes o pequeñas ánforas, tal vez a escondidas, las semillas del papiro que desde siempre ha crecido a orillas del famoso río egipcio.
Seguramente la primera ruta que siguieron las semillas, partía de Egipto hacia Grecia desafiando los peligros marítimos que al parecer asolaban el Mediterráneo en la época de los trirremes, y de allí lentamente durante siglos al resto de la cálida Europa, o sea la del sur.
Debe ser una de esas historias que nadie conoce, saber cómo esta planta dio el salto sobre el Atlántico, para de pronto encontrarse en este valle constreñido por montañas que en nada se parece al valle del Nilo donde el horizonte sólo se ve interrumpido por las construcciones humanas.
En este valle esas plantas herederas de las que crecieron y se mecieron bañadas por la corriente lenta del Nilo, se dejan acariciar por otro sol, pero tal vez soñarán con el sonido adormecedor de las aguas que se desplazan perezosamente o a los tropezones en otro lugar del planeta, en otro tiempo de la historia.

Entre las hojas y el viento (Medellín, Colombia)

En el fondo, el edificio de Plaza Mayor sirve de contraste a esta planta abierta como un abanico para airear un ambiente no muy caluroso, aunque de todas maneras se refresca con la sola presencia de sus hojas de intenso color verde.
A su vista se rememoran durante un momento antiguos atavismos: de cuando el hombre se entregaba al placer del viento empujando plantas y palmeras en los viejos oasis, donde el sonido seco de las hojas debió competir con el canto milenario de las dunas, arrastrándose unas sobre otras para dar un aspecto siempre nuevo y diferente al paisaje.
En este lugar el viento apenas si logra estremecer a los árboles y las plantas, pero sin embargo la sabiduría de la naturaleza, comunica de alguna manera al observador sensaciones que no por arcaicas permanecen completamente olvidadas.
Al fondo la silueta del edificio parece adquirir significación sólo en la medida en que su color uniforme contrasta con la inmensa variedad de verdes.

Parque Berrío (Medellín, Colombia)

En el sitio más emblemático de la ciudad, el hombre que le da nombre al lugar observa el desfile la historia. Dándole la espalda al viejo edificio de la Bolsa, Pedro Justo Berrío atestigua el paso del tiempo y los cambios radicales que ha sufrido la pequeña Villa que él conoció.
Los árboles, escasos, ya no son los mismos; la gente ha variado bastante sus costumbres, aunque en realidad la humanidad cambia poco, sólo se altera su apariencia.
Las mismas pasiones que movían a la gente hace más de cien años, deben seguir impulsando las acciones de sus descendientes.

A escondidas (Medellín, Colombia)

Para la imaginación infantil cualquier lugar sirve para recrear otros espacios donde es posible sustraerse a la vista de los demás y repetir la emoción de desaparecer en otro mundo.
Un lugar cualquiera se puede convertir en un desierto o en oasis o playa tropical dependiendo de los lugares imaginarios que pueda tener en la mente o de los lugares atávicos que lleva cualquier ser humano en su interior.
Lo cierto es que la gente, como los niños, puede inventarse tantos sitios y situaciones para vivir otras realidades, como su deseo lo permita. Tal vez esa sea la esencia de la literatura donde los espacios imaginarios se vuelven tan reales como las palabras que los describen.

La música es así (Medellín, Colombia)

En esta ciudad, donde todavía quedan vestigios de la vieja Villa, aparecen por ahí en una plaza o en un banco algunos de esos cantores que ha conocido la humanidad desde antes de aprender a tener memoria.
Tal vez sean ellos los encargados de mantener viva la verdadera música, aunque sus instrumentos desafinen y sus voces cascadas hayan perdido la sonoridad de antaño.
La música es así, encuentra las vías aparentemente más peregrinas para manifestarse. A veces la gente alrededor finge indiferencia, pero el sonido los invade y de pronto alguien se siente obligado a echar un vistazo para comprobar que no es un mundo irreal el que percibe su oído.

La belleza de lo simple (Medellín, Colombia)

La belleza simple de estas flores amarillas, así como la profusión con la que aparecen en los campos, le hace olvidar a uno todas las propiedades terapéuticas y hasta culinarias que desde siempre se le han asignado al diente de león, una planta de diseño sencillo que siempre causa impacto, tal vez por el fuerte contraste entre el color de sus flores y el verde intenso de las hojas que les sirven de fondo.

Rosa, rosa (Medellín, Colombia)

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Cada flor que se abre a la luz repite el milagro de la naturaleza. Sin más razón que la supervivencia, quizá lo único importante, las flores entregan sus colores y fragancias y de esa manera se ubican en el escenario de la vida como uno de los productos más bellos, además de inquietantes si es que uno quiere desvelar su arquitectura o la funcionalidad de sus formas y colores.
Cada vez que se abre un capullo, la rosa declara su libertad de abrirse sin explicaciones, ni siquiera se pregunta si es observada y admirada o si ha dejado atónito a alguien con su apariencia.
De todas maneras esta imagen lleva a repetir otra vez con el poeta: la rosa sin porqué, florece porque florece.

La carta (Medellín, Colombia)

Acaso existe un lugar mejor para leer una carta.
Las palabras, susurradas apenas, se dejan acompañar por el murmullo de las hojas al vibrar unas con otras sobre la cabeza de la lectora.
En este momento no existe otro mundo que el descrito por esa hoja de papel que, contrariamente a las costumbres de la época, no utiliza el espacio virtual para desplazarse.
Quizá una flor anaranjada cae con estrépito cerca de ella y apenas logra que levante la mirada.
¿De donde podrá venir esa carta y de qué medios se habrá valido para llegar hasta las manos de esta muchacha, que absorta se sumerge en algún pueblo, o ciudad o incluso algún país lejano, tan exótico para nosotros como podría ser esta imagen para algún habitante de las antípodas? Sólo ella lo sabe, y es mejor que nunca lo averigüemos, así nos podemos entregar a cualquier tipo de elucubraciones, todas posibles.

Tonos de feria (Medellín, Colombia)

Por estos días, cuando la gente se prepara para intervenir en la feria de las flores, los tonos de la naturaleza se perciben más intensos, como si la mirada de muchos de los habitantes de esta ciudad adquiriera una sensibilidad especial para descubrir nuevas formas y tonalidades en las flores que nos rodean durante todo el año.
A veces son las especies nativas que se han visto en la ciudad desde que la gente tiene memoria y a veces son esas flores de color y forma exótica que apenas hace algunos años empezaron a dejar los bosques y las selvas del país, para invadir los jardines citadinos.
De cualquier manera, esta pasión por las flores hace de esta ciudad un lugar digno de verse y de visitarse, por supuesto.

El patio de los pájaros (Medellín, Colombia)

Hay en las ciudades lugares públicos que pasan desapercibidos al observador, tal vez porque no encuentra en ellos una gran escultura o acaso una fuente que refresque la mirada.
Sin embargo, allí suceden constantemente encuentros que parecen de gran importancia para sus protagonistas, aquellos que estiman en lo que vale un sitio donde los árboles, las plantas y las construcciones humanas se combinan para formar el escenario más propicio.
No sabe uno a que juegos o tramas de la vida se entregan estas criaturas pequeñas y nerviosas, pero siguen sucediendo, independientemente de que nos demos cuenta o no.

Medellín en blanco y negro