Persistencia en la memoria (Medellín, Colombia)

Las necesidades de una ciudad como ésta, siempre en crecimiento, obligan a sus habitantes a cambiarle el aspecto constantemente, como ha sucedido con esta avenida que atraviesa uno de los barrios más tradicionales; pero algunas casas o sus dueños se resisten a cambiar, alimentando los recuerdos de quienes vivieron en su entorno…
Las aprensiones que producía esta casa de Manrique, revestida de granito, cuyo color gris es inmutable, fueron tan intensas que permanecen en la memoria de muchos de los niños que alguna vez fuimos a la farmacia del primer piso, para ser atendidos por Pablito: el hombre sombrío que avivaba nuestra imaginación con su aspecto, haciéndonos pensar en las oscuras maquinaciones que con toda seguridad llevaba a cabo detrás de unos paneles de madera, desde donde salía a atendernos cuando nos tocaba ir a comprar algún jarabe para la tos, o a encargar una de esas inyecciones dolorosas que recetaban los médicos. Tal vez Pablito ya no exista, sin embargo la puerta de la antigua farmacia sigue igual, aunque dé paso a un lugar desprovisto de esas sombras que nos hacían entrar con la esperanza de enfrentarnos con las situaciones más extrañas o peligrosas.

Estación de paso (Medellín, Colombia)

Una estación de metro en el centro de la ciudad se ve animada por el flujo incesante de la gente. A veces parece como si inundara todos los rincones y en otros momentos es como si la marea se retirara y sólo dejara sobre la superficie los desechos que las olas de cualquier tipo llevan consigo.

Neogótico (Medellín, Colombia)

Desde una arquitectura sin concierto surge la belleza nítida y aérea de la iglesia gótica de Manrique. El contraste entre la falta de coherencia espacial de estas casas y la pureza de líneas en el diseño del templo, entre la erosión causada por el tiempo en el adobe y los calados simétricos de la torre, contribuyen a crear un punto de referencia, profundamente estético, en este sector tradicional de la ciudad.

Una casita en Manrique (Medellín, Colombia)

Esta casa que ha visto pasar tantas generaciones frente a su puerta, permanece en el mismo lugar, pero no en el mismo estado; el techo se sostiene precariamente y la fachada se ha ido empequeñeciendo como le pasa a todos los ancianos. Sin embargo, la vida que siempre ha albergado continúa:
Los ocho escalones que conducen a la calle se siguen gastando con los pasos de los jóvenes o los viejos que van haciendo historia bajo sus tejas.

Juan Valdez... en Campo Valdés (Medellín, Colombia)



No sólo en los aeropuertos o en los eventos internacionales de cualquier ciudad del mundo es posible ver a Juan Valdez.
Usted se lo puede encontrar en una calle de barrio en esta ciudad. Con la calma de los arrieros acostumbrados a las largas caminatas, espera frente a una casa el momento de empezar a andar, otra vez, su camino errante e infatigable.

Los turistas (Medellín, Colombia)

Un carro destartalado se desplaza por los andenes de la ciudad y a nadie le parece extraño que su conductor sea un muñeco inflable o que sus pasajeros sean otros muñecos que en alegre algarabía se suben unos sobre los otros, para tener una mejor vista de la ciudad por donde pasan. Nadie escucha sus risas ni sus expresiones de asombro, de la misma manera que nadie nota el movimiento imperceptible con que se mueve su transporte.
Tal vez un hombre se acerque y coja uno de ellos y lo deposite en una bolsa negra y se la entregue a alguien, pero los muñecos seguirán admirando y haciendo esa bulla silenciosa que se refleja en los colores de sus cuerpos. Afortunadamente la memoria de los juguetes es corta y el que se ha ido es olvidado con rapidez.
De pronto algún soñador los mire con el interés del artista y vea en ellos algo más que un montón de mercancías a la venta; vea un grupo de turistas de algún mundo paralelo a éste, que por alguna extraña concurrencia de fenómenos pudimos ver antes de que volviera a desaparecer frente a nuestros ojos, por entre las fisuras del espacio y el tiempo.

Un nido para las estrellas (Medellín, Colombia)

Sólo aquí las estrellas que brillan sobre la ciudad se pueden ver siempre con nitidez. Se han recogido en esta esfera para hacer que aparezcan a voluntad y nos deslumbren no sólo con la luz que emiten, sino también con el misterio arcano de su origen.

Árboles modulares (Medellín, Colombia)


Como una evocación de las copas de los árboles, esta estructura modular emerge de la vegetación, para integrarse sabiamente con las ramas y las hojas de la verdadera naturaleza.

El chorro del tiempo (Medellín, Colombia)

Las frágiles rutinas (que componen la vida en una ciudad) se ven resquebrajadas constantemente por accidentes que sorprenden la atención adormecida de los transeúntes. El tiempo sin embargo continúa su marcha incesante, mientras el agua irrumpe de manera imprevista y los niños, amantes de cualquier cosa que subvierta el orden, hacen causa común con ella.

El vigilante (Medellín, Colombia)

Este valle donde tantas generaciones de buitres han ejercido con celo el papel que la naturaleza les ha asignado, permanece bajo su mirada alerta.
Sin importarles la mala imagen que llevan a cuestas están siempre dispuestos a desplazarse de un lugar a otro, con vuelo seguro, por el cielo de una ciudad que tiene mucho que ofrecer a su avidez.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...