De camuflajes y texturas (Medellín, Colombia)

Son tan variadas las estrategias que adopta la gente de las ciudades para protegerse, que no es difícil representarse las texturas de la ropa como una forma de camuflaje, como si las personas quisieran mimetizarse con el entorno de tendencias monocromáticas de casi todas las grandes urbes.
Aunque siempre se ven por ahí algunos personajes que con su colorido quieren hacer todo lo contrario: desprenderse de lo cotidiano y pasar por la vida como esas orugas venenosas que con su apariencia desmesurada están comunicando a las demás especies su peligrosidad. Quizá estas personas se crean peligrosas, tal vez lo sean o no, lo cierto es que los atuendos estrafalarios dan un toque de folklorismo a los lugares por donde se pasean y en otras ocasiones uno cree que está en una de esas calles parisinas de Montmartre o del Village en New York, donde lo estrambótico no es extraño según la imagen que muestran algunas películas cuando se remiten a esos lugares.
En esta ciudad sólo es posible ver en contadas ocasiones algún personaje tan desusado como esta mujer cebra que se destaca contra un paisaje de vegetación artificial y excesivamente naif.

Una torre para la imaginación (Medellín, Colombia)

Esta torre tan conocida para los que caminan por la plazuela San Ignacio se ve diferente desde uno de los patios del paraninfo de la Universidad de Antioquia. Adquiere el aire de esos edificios vetustos, pero bien conservados, que se ven en las ciudades milenarias del viejo continente. No en vano los constructores y arquitectos de la vieja ciudad bebían en los veneros del arte y la arquitectura de Europa.
Esta ha sido la imagen que las incontables generaciones de estudiantes que pasaron por este claustro, emblema del Alma Mater, vieron cuando levantaban la mirada al cielo, sorprendidos tal vez de adivinar detrás de los vidrios de las ventanas de esta torre algún personaje de Dickens, de Flaubert o porqué no del criollo Carrasquilla.

Encontrémonos en Medellín (Medellín, Colombia)

Imágenes similares a ésta debieron ser las postales que los visitantes de la ciudad hace medio siglo mandaban a sus amistades por correo aéreo. Todos queriendo volver y deseando que las demás personas vivieran la experiencia de pasar un tiempo en la Bella Villa.
Por estos días, en los que tanta gente estuvo caminando por sus calles, recorriendo los lugares de mayor interés y compartiendo con los habitantes su aire distinto y cálido, es muy posible que la frase de la estampilla se haya repetido hasta la saciedad como una consigna.
En ese tiempo de mediados del siglo pasado la imagen de una silleta representaba una de las atracciones más importantes de una ciudad que desde hacía mucho se había asomado a la modernidad pero que era casi desconocida para el resto del mundo.
Hoy tiene un lugar entre las grandes ciudades de América Latina y ya no son solamente los silleteros y las flores los que podrían representarla.

Días de fiesta en la ciudad (Medellín, Colombia)

Una multitud se reúne cada mes en el mercado de San Alejo, unos para comprar, otros para vender y muchos para satisfacer su curiosidad.
En un día de fiesta se aglomera más gente en este lugar, esperando que sus expectativas de apropiarse de un poquito de felicidad se cumplan o al menos que sea posible encontrar algún suceso entretenido para olvidar la vida de todos los días, capaz de volver gris cualquier existencia.
Hasta la fuente desaparece entre la multitud que se mueve sin descanso o que se detiene para escoger cualquier rumbo. Al fin y al cabo el desasosiego producido por la ciudad apenas si se calma un poco en medio de tanta gente.

Loneliness (Medellín, Colombia)

Aisladas como en cualquier lugar del mundo e intemporales como el deseo o las imágenes que aparecen en los sueños, estas aves descansan durante un momento de su vuelo infinito.
Se han vuelto tan conspicuas en los cielos y en los lugares más inesperados de nuestras calles que nadie las volvió a incorporar a su realidad inmediata. Tal vez si desaparecieran de repente uno empezaría a echarlas de menos. Sin embargo por ahora sólo son un decorado que se mueve constantemente por el paisaje urbano. A veces forman composiciones tan desapacibles como ésta, donde se combinan con el cielo para darle la sensación a quien las mire, un instante, que está contemplando una extraña representación de la melancolía que puede suscitar esta urbe.

Portada a las bellas artes (Medellín, Colombia)

Hay en las ciudades determinados lugares que se vuelven tan familiares para la gente, los han visto en tantas ocasiones, han caminado tantas veces frente a ellos, que con el tiempo han adquirido una pátina que difumina su aspecto y le impide por algún motivo a la atención que se fije detenidamente en ellos. Es como si permanecieran en un estado casi fantasmal.
Son esas casas o edificios que casi siempre vemos cerrados y que ni siquiera nos preguntamos que podría pasar si alguna vez alguien decidiera hacer públicos los acontecimientos que allí se han llevado a cabo.
No es el caso de esta portada que da acceso a uno de los lugares más tradicionales de la ciudad: el auditorio del Instituto de Bellas Artes.
Esta puerta no siempre está cerrada y cuando se abre es porque algún evento en torno a la cultura de la ciudad se está llevando a cabo. Quizá para algunos desprevenidos sea uno de esos sitios fantasmales del Centro, pero en realidad es un lugar que ha estado vinculado de manera muy estrecha a la actividad artística de la ciudad.

San Miguel (Medellín, Colombia)

Entre todas las iglesias de la ciudad una de las más conocidas es ésta la de San Miguel, pues su silueta se puede ver desde muchos lugares. Se encuentra en Villahermosa uno de los barrios más tradicionales del oriente de la ciudad.
En esta fotografía la escultura del arcángel San Miguel, que le da su nombre al templo, parece recortarse contra el cielo de manera sobrecogedora, gracias a ese resplandor que se ve a sus espaldas como si realmente actuara en calidad de representante de instancias superiores.
De cualquier manera esta iglesia de sencillo diseño es una muestra de la belleza que puede encontrarse en la arquitectura religiosa de la ciudad.

El corazón de la moda (Medellín, Colombia)

Desde hace décadas esta ciudad ha dedicado su industria y su creatividad a la moda y a su comercialización.
Tal vez por eso en la pasada feria de Colombia Moda donde se vieron muchos corazones que representaban la pasión que la gente de este país siente por su tierra, algunas personas decidieron decorar uno de ellos con ropa. Esos atuendos que llevamos todos los días y que se vuelven parte de nuestra personalidad, además de ser una manera de contar sin palabras quiénes somos y qué nos interesa en la vida o con cuáles cosas estamos comprometidos, sirven también para mostrar nuestra dimensión creativa, como en este caso. No siempre es fácil expresarlo pero en esta ocasión quienes decidieron ponerle encima estos ropajes a un corazón manifestaron lo que apasiona a mucha de la gente que vive en esta ciudad o al menos expresaron la actividad de la que viven.

Una ventana en la tapia (Medellín, Colombia)

En este muro grueso e historiado se hizo necesario, hace décadas, abrir unas ventanas aunque fueran pequeñas y aunque estuvieran tan altas que nadie podría asomarse por allí.
Lo importante era la luz coloreada que iba a entrar para pintar el aire de otra iglesia.
Estas ventanas nadie las ve, porque la gente nunca levanta la mirada, porque por este lugar uno pasa con los ojos fijos en las mercancías que se venden profusamente en los estrechos espacios del pasaje comercial.
Y aunque no lo parezca o la gente no se de cuenta, esta ventana como las otras que hay en el mismo muro tienen otra tarea: darle a este lugar una pátina de viejo rincón de ciudad antigua y así el prurito comercial de la ciudad no sea tan evidente o al menos se suavice un poco.

Túnel verde (Medellín, Colombia)

En algunos sectores de la ciudad se ven calles como ésta, donde los árboles forman un dosel natural sobre vehículos y transeúntes.
Túneles verdes que trabajan sin descanso por transformar los gases emitidos por todo tipo de contaminantes en aire puro, a pesar del esfuerzo contrario que hacemos los habitantes de este valle por intoxicar el ambiente.
Son calles que pertenecen a otras épocas donde el medio ambiente tenía una gran importancia para las personas que lo cuidaban, sin necesidad de entregarse a elaborar discursos sobre la incidencia de la ecología en la vida de las ciudades.
Por su cercanía con la tierra la gente conocía la importancia de las plantas en el equilibrio de la vida en el planeta.
Por eso las calles y los jardines y los solares estaban llenos de árboles que además de su trabajo de purificadores embellecían el ambiente. Afortunadamente para la ciudad quedan muchas calles como ésta. Aunque con el paso del tiempo se vean cada vez más amenazadas.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...