Los testigos (Medellín, Colombia)

En una ciudad hay tantos acontecimientos simultáneos que es imposible darse cuenta de la mayoría de ellos.
Una persona común y corriente se enterará durante un día normal de un uno por ciento de todos los hechos relevantes para la ciudad. Claro que no se incluyen en ese estimado los sucesos individuales o particulares que sólo involucran e interesan a un pequeño grupo de personas.
A veces se levanta la mirada para ver un cielo huérfano de nubes y los ojos se encuentran con las aristas de un edificio blanco que se recorta contra el azul. Pero su imagen se desdibuja para el observador cuando repara en las cabezas que sobresalen del borde de una terraza.
De espaldas a la calle los dueños de estas cabezas muestran un interés absoluto en lo que está sucediendo frente a ellos. Quizá están siendo testigos de algún ritual sólo conocido por los maniquíes y que debe llevarse a cabo bajo un cielo despejado y de un azul tan puro como los cielos que cobijan los mares del sur en las novelas de aventuras.
O tal vez no suceda nada en esa terraza; mientras los seres humanos se dedican a moverse frenéticamente y en todas direcciones, los maniquíes permanecen así imperturbables, soñando con los paraísos y nirvanas que se les reservan a quienes son capaces de mantenerse quietos y en silencio.

Como una mariposa (Medellín, Colombia)

Con la misma incertidumbre con la que comienza el vuelo una mariposa empezamos este blog hace un año.
Esperamos tener la fortaleza de sus alas para resistir el viento y poder seguir mostrando esta ciudad desde nuestra particular manera de ver y entender el mundo.
Con menos titubeos, damos comienzo hoy al segundo año de esta publicación que para muchos se ha vuelto ya un punto de referencia y de acercamiento a la ciudad de un modo diferente: al menos con nuevos elementos de juicio para volver a mirar lugares muy conocidos o para dejarse llevar por la inquietud de mirar sus propios sitios con otros ojos, tal vez más inquisitivos o más soñadores.
De todas maneras este blog ha sido un gran motivo de satisfacción para sus creadores, que durante mucho tiempo sintieron la inquietud de presentar al mundo la ciudad donde habitan y han encontrado en este medio una excelente forma de hacerlo.

Invasión (Medellín, Colombia)

Nada puede contra la fuerza de la naturaleza. Los helechos invaden cualquier lugar desprotegido o abandonado de la ciudad, como éste pequeño rincón en uno de los puentes más emblemáticos de la ciudad. A la vista de todo el que quiera mirar crecen sin control aparente.
Las esporas encontraron un suelo fértil, tanto que ya otras plantas han aprovechado la ventaja del aislamiento de este lugar y la indiferencia de los que pasan para echar sus raíces, literalmente.
La naturaleza no descansa, siempre está al acecho de los descuidos que cometemos para ejercer derechos de posesión sobre la tierra de la que tan olímpicamente nos hemos apoderado. Independientemente de la belleza o no de estas plantas nos unimos al gesto que reivindica sus derechos a medrar en cualquier parte.

Burritos (Medellín, Colombia)

No se sabe aún cuál es el “gancho” que tienen este par de burritos para seducir o convencer a sus clientes infantiles e inducirlos a que se trepen en sus lomos y den un paseo imaginario basado solamente en el balanceo de sus cuerpos artificiales.
Uno piensa que a la fértil imaginación infantil se la lleva a extremos casi de ruptura cuando se les pide imaginar una gran cabalgata en una pradera de esas salvajes, donde corrían libres como el viento los indios norteamericanos o los caballos de los mogoles conquistadores, sólo porque llevan las riendas plásticas de unos muñecos que con muy poco esfuerzo pueden transformar, en cualquier momento, su sonrisa inocua en un gesto asustador.
Lo cierto es que independientemente de las razones de su éxito pocas veces se ven estos animalitos así sin trabajo, descansando detrás de una sonrisa de cartel publicitario.

La curiosidad del pequeño saltamontes (Medellín, Colombia)

Siempre se ha dicho que los grillos o saltamontes, como han aprendido a llamarlos los que se dejan llevar por la terminología de la televisión, son grandes músicos, es como si lo llevaran en la sangre por así decirlo, algo de familia. Pero además, en esta ciudad, los grillos son curiosos, una característica que todos sabemos es la madre de los conocimientos; así que estos insectos a la música han añadido la sabiduría.
Ojalá que todos los que compartimos este cielo tuvieramos la curiosidad del "saltamontes".

Estudio en naranjas (Medellín, Colombia)

En esta ciudad siempre se le atraviesan a la mirada los jardines, donde la naturaleza juega con los contrastes del color.
Estas flores, de las que sólo los jardineros profesionales o las mamás deben conocer el nombre, parecen pedazos de estrellas enanas que se destacan contra una galaxia verde y ocre.
Así son los jardines en la Bella Villa, una constante combinación de colores como sucede en esos cuadros impresionistas donde las formas se componen de infinidad de pinceladas y de tonos.

Teletransportación (Medellín, Colombia)

La velocidad de este medio de transporte es tal, que hay momentos en los que parece desintegrarse, como en esas escenas de Viaje a las estrellas donde naves y personas se movían de un sitio a otro mediante la teletransportación.
Uno se imaginaba moviéndose por la ciudad de estación en estación teletrasportadora para evitar el uso de  los vehículos arcaicos que se usaban y que todavía utilizamos en esta ciudad.
En ese entonces uno deseaba tanto como ahora que la realidad se acercara a la fantasía lo antes posible.

Casas de Córdoba (Medellín, Colombia)

Asomadas a la realidad que pretende arrinconarlas, casas como ésta flanquean una de esas calles de El Centro donde todavía es posible caminar despacio, como si el tiempo allí se ralentizara y la prisa que la ciudad imprime en sus habitantes perdiera sentido.
El viejo carbonero envejeció custodiando estas fachadas que le dan un aire de antigüedad señorial a ciertos sectores de la ciudad, claro que sin descuidar su labor de rejuvenecer totalmente cada cierto tiempo, aunque tenga la verdadera edad marcada en la textura de su tronco.

La evolución de las especies (Medellín, Colombia)

Son tan pocas las veces que observamos con detenimiento la diversidad de plantas en la ciudad que no sería extraño ver de pronto, saliendo del tronco de un árbol, una rama de metal terminada en una lámpara. Como si los árboles hubieran evolucionado en algo así como un arboluz o un luzarama que proveería a la ciudad de oxígeno y de luz al mismo tiempo.
Suena como el discurso delirante de alguien parecido al soñador de El gran pez, pero en una ciudad donde a veces suceden cosas tan inauditas no es improbable que las lámparas de la ciudad se mezclen de alguna manera extraña y desconocida con los árboles con los que han estado en contacto por décadas, tanto que en la retina se confunden en un solo individuo los troncos que ha producido la naturaleza con los postes que salen de las factorías humanas.
Independientemente de su veracidad, es una hermosa fantasía que se inscribe en los ambientes de los libros que se refieren al futuro y en las películas de ciencia ficción.

Los misterios de la luz (Medellín, Colombia)

Bajo la luz de esta ciudad una imagen que parece captada en uno de esos pueblos costeros del caribe puede convertirse, sin solución de continuidad, en una fotografía de recuerdo tomada en un pueblo perdido en las estribaciones de los Andes donde el frío sobrecoge hasta los ladrillos.
Afortunadamente esa luz desapacible de cielos plomizos y grises pocas veces dura algo más que algunas horas, las suficientes como para hacernos dudar y creer, a los que estamos acostumbrados a la infinita variedad de azules, que nos será negado ese espectáculo de ahora en adelante. Claro que nunca sucede, porque el sol vuelve a brillar y a resaltar los colores de todas las cosas además del azul del cielo.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...