Entre las hojas y el viento (Medellín, Colombia)

En el fondo, el edificio de Plaza Mayor sirve de contraste a esta planta abierta como un abanico para airear un ambiente no muy caluroso, aunque de todas maneras se refresca con la sola presencia de sus hojas de intenso color verde.
A su vista se rememoran durante un momento antiguos atavismos: de cuando el hombre se entregaba al placer del viento empujando plantas y palmeras en los viejos oasis, donde el sonido seco de las hojas debió competir con el canto milenario de las dunas, arrastrándose unas sobre otras para dar un aspecto siempre nuevo y diferente al paisaje.
En este lugar el viento apenas si logra estremecer a los árboles y las plantas, pero sin embargo la sabiduría de la naturaleza, comunica de alguna manera al observador sensaciones que no por arcaicas permanecen completamente olvidadas.
Al fondo la silueta del edificio parece adquirir significación sólo en la medida en que su color uniforme contrasta con la inmensa variedad de verdes.

Parque Berrío (Medellín, Colombia)

En el sitio más emblemático de la ciudad, el hombre que le da nombre al lugar observa el desfile la historia. Dándole la espalda al viejo edificio de la Bolsa, Pedro Justo Berrío atestigua el paso del tiempo y los cambios radicales que ha sufrido la pequeña Villa que él conoció.
Los árboles, escasos, ya no son los mismos; la gente ha variado bastante sus costumbres, aunque en realidad la humanidad cambia poco, sólo se altera su apariencia.
Las mismas pasiones que movían a la gente hace más de cien años, deben seguir impulsando las acciones de sus descendientes.

A escondidas (Medellín, Colombia)

Para la imaginación infantil cualquier lugar sirve para recrear otros espacios donde es posible sustraerse a la vista de los demás y repetir la emoción de desaparecer en otro mundo.
Un lugar cualquiera se puede convertir en un desierto o en oasis o playa tropical dependiendo de los lugares imaginarios que pueda tener en la mente o de los lugares atávicos que lleva cualquier ser humano en su interior.
Lo cierto es que la gente, como los niños, puede inventarse tantos sitios y situaciones para vivir otras realidades, como su deseo lo permita. Tal vez esa sea la esencia de la literatura donde los espacios imaginarios se vuelven tan reales como las palabras que los describen.

La música es así (Medellín, Colombia)

En esta ciudad, donde todavía quedan vestigios de la vieja Villa, aparecen por ahí en una plaza o en un banco algunos de esos cantores que ha conocido la humanidad desde antes de aprender a tener memoria.
Tal vez sean ellos los encargados de mantener viva la verdadera música, aunque sus instrumentos desafinen y sus voces cascadas hayan perdido la sonoridad de antaño.
La música es así, encuentra las vías aparentemente más peregrinas para manifestarse. A veces la gente alrededor finge indiferencia, pero el sonido los invade y de pronto alguien se siente obligado a echar un vistazo para comprobar que no es un mundo irreal el que percibe su oído.

La belleza de lo simple (Medellín, Colombia)

La belleza simple de estas flores amarillas, así como la profusión con la que aparecen en los campos, le hace olvidar a uno todas las propiedades terapéuticas y hasta culinarias que desde siempre se le han asignado al diente de león, una planta de diseño sencillo que siempre causa impacto, tal vez por el fuerte contraste entre el color de sus flores y el verde intenso de las hojas que les sirven de fondo.

Rosa, rosa (Medellín, Colombia)

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Cada flor que se abre a la luz repite el milagro de la naturaleza. Sin más razón que la supervivencia, quizá lo único importante, las flores entregan sus colores y fragancias y de esa manera se ubican en el escenario de la vida como uno de los productos más bellos, además de inquietantes si es que uno quiere desvelar su arquitectura o la funcionalidad de sus formas y colores.
Cada vez que se abre un capullo, la rosa declara su libertad de abrirse sin explicaciones, ni siquiera se pregunta si es observada y admirada o si ha dejado atónito a alguien con su apariencia.
De todas maneras esta imagen lleva a repetir otra vez con el poeta: la rosa sin porqué, florece porque florece.

La carta (Medellín, Colombia)

Acaso existe un lugar mejor para leer una carta.
Las palabras, susurradas apenas, se dejan acompañar por el murmullo de las hojas al vibrar unas con otras sobre la cabeza de la lectora.
En este momento no existe otro mundo que el descrito por esa hoja de papel que, contrariamente a las costumbres de la época, no utiliza el espacio virtual para desplazarse.
Quizá una flor anaranjada cae con estrépito cerca de ella y apenas logra que levante la mirada.
¿De donde podrá venir esa carta y de qué medios se habrá valido para llegar hasta las manos de esta muchacha, que absorta se sumerge en algún pueblo, o ciudad o incluso algún país lejano, tan exótico para nosotros como podría ser esta imagen para algún habitante de las antípodas? Sólo ella lo sabe, y es mejor que nunca lo averigüemos, así nos podemos entregar a cualquier tipo de elucubraciones, todas posibles.

Tonos de feria (Medellín, Colombia)

Por estos días, cuando la gente se prepara para intervenir en la feria de las flores, los tonos de la naturaleza se perciben más intensos, como si la mirada de muchos de los habitantes de esta ciudad adquiriera una sensibilidad especial para descubrir nuevas formas y tonalidades en las flores que nos rodean durante todo el año.
A veces son las especies nativas que se han visto en la ciudad desde que la gente tiene memoria y a veces son esas flores de color y forma exótica que apenas hace algunos años empezaron a dejar los bosques y las selvas del país, para invadir los jardines citadinos.
De cualquier manera, esta pasión por las flores hace de esta ciudad un lugar digno de verse y de visitarse, por supuesto.

El patio de los pájaros (Medellín, Colombia)

Hay en las ciudades lugares públicos que pasan desapercibidos al observador, tal vez porque no encuentra en ellos una gran escultura o acaso una fuente que refresque la mirada.
Sin embargo, allí suceden constantemente encuentros que parecen de gran importancia para sus protagonistas, aquellos que estiman en lo que vale un sitio donde los árboles, las plantas y las construcciones humanas se combinan para formar el escenario más propicio.
No sabe uno a que juegos o tramas de la vida se entregan estas criaturas pequeñas y nerviosas, pero siguen sucediendo, independientemente de que nos demos cuenta o no.

Zona de calma (Medellín, Colombia)

En esta ciudad hay seres a los que se les ha encargado la tarea de refrescar el ambiente. Casi siempre son árboles como éste, que florece en abundancia con el fin explícito de crear una zona de calma, en un lugar donde todo tipo de vehículos se apiñan cada tanto cuando el semáforo se pone en rojo, para precipitarse después cuando cambia a verde.
Todos aquellos que pasan por allí ignoran la gran valla que les anuncia en letras blancas sobre fondo verde que sobre sus cabezas es posible entrar, así sea nada más con la mirada y durante treinta segundos, en un lugar calmado como esos descritos por aquellos que hablan de meditación. Quién sabe, es posible que en esos cuantos segundos uno pueda pasar a otra dimensión de la realidad y abstraerse de la urgencia que le inocula el tráfico desesperado de una ciudad.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...