A veces sólo basta mirar hacia arriba para ver un árbol, de esos que han escapado al hacha criminal que por temporadas se desplaza por la ciudad, intentando combinar sus miles de verdes con los azules del cielo.
Aunque el cielo visto así, a través de un vidrio, le hace pensar a uno que podría no ser más que un color pintado para engañar pequeñas plantas, para convencerlas de que afuera el tiempo es el ideal para su desarrollo.
Pero el calor que hacía esta tarde en la ciudad no tenía nada de ficticio, era uno de esos calores de trópico con tendencia a convertirse en agobiante, como esos que describen los exploradores de selvas o bosques donde los retazos de azul o de gris son tan escasos, que quienes se mueven a ras del piso tienen que recurrir a la imaginación o a los sueños para no olvidarse del cielo.
Afortunadamente los que vivimos en esta ciudad sólo tenemos que levantar la cabeza para ver árboles combinando sus colores con el azul, que siempre da la impresión de ser infinito.
Afortunadamente eso sí... y cuano uno viaja lejos sí que extraña ese verde y ese dejo paisa que repiramos aquí
ResponderEliminarUn saludo y gracia spor tu BLOG, llevo mucho tiempo visistándolo y hasta aprendidneo la filosofía detrás de las fotos...
Muchas gracias y un abrazo, coterráneo