En estos días cuando las supersticiones campean a su aire por las calles de viejas y nuevas ciudades, no se sorprende uno al ver un diablo rojo, de mirada maliciosa, paseándose a plena luz del día.
Tal vez se refugia en la incredulidad de la gente y hace de las suyas sin que a nadie se le ocurra echarle a él la culpa. O es tanta la clientela para el negocio de los Infiernos que los tradicionales horarios nocturnos tuvieron que ampliarse para cubrir la demanda.
De hecho al fondo de la fotografía se alcanza a ver lo que parece ser una fila de personas que tal vez esperan convertirse en futuros clientes de sus servicios.
En todo caso mucho cuidado, que donde uno menos piensa salta un diablo rojo o de cualquier otro color.
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