En el estrecho valle donde se asienta esta
ciudad muchos de los barrios que la componen han sido construidos sobre las
laderas de las montañas que forman una geografía difícil pero conquistable al
parecer.
Si uno se deja llevar por la imagen que se ve en
algunos sectores de esta ciudad, donde las casas se apeñuscan unas contra
otras, podría llegar a pensar que se ha desarrollado en ellos un urbanismo
orgánico en el que las viviendas se han adaptado perfectamente a los accidentes
de la superficie. Pero la realidad es que esta forma de distribuir el suelo
obedece más a la necesidad que al respeto por la geografía.
Las escalas
interminables, las calles retorcidas y empinadas no favorecen al habitante de
estas laderas. Aun así las construcciones se suceden sin interrupción causando
admiración a quienes se pasean por allí en plan de turistas, inconscientes de
lo que puede significar vivir en estos lugares día tras día.
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