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La ilusión de los bosques (Medellín, Colombia)

En esta ciudad es posible encontrarse en cualquier lugar con una serie de casas que parecen sacadas de una aldea alemana o francesa, perdida en medio de un bosque. Lugares donde se percibe esa combinación de verdes tan tranquilizadora y que paradójicamente es tan característica de los Andes colombianos. Sin embargo, la cantidad de árboles es tan pequeña que ni siquiera resiste la denominación de parque. Se trata en realidad de grandes parterres donde crecen con libertad limitada unas cuantas especies. Pero la multiplicidad de sus tonos permanece, aunque hagan parte de una belleza domesticada.
En este caso la naturaleza es apenas un elemento decorativo, pero sirve para purificar el aire de la ciudad que se enrarece cada vez más y sobre todo para dejar descansar la vista de la contaminación visual que a veces puede ser más dañina.
No importa que las casas parezcan alemanas o francesas y que el verde pertenezca a plantas americanas, esta combinación le hace desear a uno que la arquitectura de la ciudad llegue a establecer una relación más estrecha y más amable con la naturaleza. Aunque la idea de tener bosques en este valle no sea más que una ilusión.

Una palmera... y el cielo (Medellín, Colombia)

Las palmeras que abundan en las plazas y a la orilla de las avenidas, de las calles, en los jardines, como si esta ciudad hubiera sido construida junto al mar, proyectan contra el cielo, dondequiera que se encuentren, su figura perfecta y airosa.
El cielo de todos los días que en algunas ocasiones no lo perturba ni el blanco lechoso de las nubes, se ve de pronto alterado por el verde lujurioso de una palmera. La nitidez del tronco que se prolonga hacia arriba, como si pretendiera cortar la escena que uno contempla, desaparece de pronto en sus hojas que se inclinan con curiosidad para observar la vida desesperada que se agita abajo. Una realidad que se percibe como un desafío a la existencia apacible que uno sospecha se vive allá en las alturas.

La cinta verde (Medellín, Colombia)

No sólo a las flores se les ha encomendado la tarea de adornar los jardines, los balcones y los parques de la ciudad, también se encuentra esa profusión de plantas ornamentales que resaltan, con la belleza de sus diseños y la gama infinita de sus verdes, el color de las flores.
Son plantas que han sido traídas de muchas latitudes, pero sobre todo plantas que aunque desarraigadas de los bosques húmedos o de los páramos que todavía se encuentran en Colombia se aclimatan a las inclemencias a que una ciudad como ésta las somete. Algunas lo hacen con dificultad otras sin mayores traumatismos para competir por un espacio en los terrenos que, afortunadamente en esta ciudad no son pocos, se dedican a la naturaleza.

La soledad de la belleza (Medellín, Colombia)

En medio de uno de los pocos céspedes que todavía no se han secado, una flor sola se yergue con su pequeña estatura para matizar con su color intenso, brillante y llamativo el verde uniforme de la hierba.
Sólo se ve la flor, como si surgiera de la tierra, sin ataduras a ninguna planta o como si hubiera sido puesta allí por una mano desconocida para conmemorar en ese lugar específico la celebración de un evento anónimo, pero tan significativo que llevó a esa persona a comunicárselo en silencio a todos los que pasen por allí. Para que se alegren con su vista o se les altere la monotonía con la que se mueven por las calles y plazas de esta ciudad. Para que caminen durante un rato con un destello de alegría en la mirada, o acompañados por la nostalgia del recuerdo olvidado que esa flor revivió, o para que se pongan un poco melancólicos que es como estar triste sin motivo.
A veces una flor solitaria aviva la imaginación de la gente; ni siquiera se siente la necesidad de arrancarla y dejar el prado huérfano de color. Con su belleza grabada en la retina basta.

El bosque de las decepciones (Medellín, Colombia)

Unos cuantos pinos que crecen juntos, tal vez lleven a un observador fantasioso a creer, por un momento, que se encuentra frente al comienzo de un gran bosque. Pero la realidad es otra, apenas si son algunos árboles ornamentales, que quizá nunca abandonen las macetas donde fueron plantados.

Un día gris, de esos que ya... (Medellín, Colombia)


Esta panorámica del centro de la ciudad, que la luz opaca del día luchaba por despojar de todo color, como si quisiera marcar cada cosa con el acento monocromático del gris, se iluminó de pronto cuando apareció en primer plano el verde brillante de una cheflera.

Exuberancia (Medellín, Colombia)

En estas latitudes las plantas crecen con tal rapidez y de una manera tan excesiva, que no es descabellado pensar que están planeando tomarse la tierra de nuevo, arrebatándosela sin aspavientos a sus depredadores.

Santuario (Medellín, Colombia)

Un retazo de vegetación (donde diferentes especies se mezclan en un caos aparente) y un pequeño ojo de agua, recuerdan las repetidas imágenes que se fijan en la memoria del viajero, cuando se mueve por las carreteras que lo conducen a la ciudad o lo alejan de ella.
En medio de calles, contaminación y edificios el visitante de este sitio tiene la posibilidad de sentirse en uno de esos lugares donde la luz, el agua y las plantas infunden la reverencia que sólo inspiran los santuarios.

Colores complementarios (Medellín, Colombia)

El impacto que produce el contraste entre el anaranjado de estas flores con el verde de las hojas confirma los enunciados de la teoría (estos dos colores se intensifican mutuamente), como sí a esta planta le interesaran más las connotaciones estéticas que la funcionalidad.

Mar de hierba (Medellín, Colombia)

Sin más alternativa la hierba se inclina ante la fuerza del viento que la azota. De la misma manera se doblega el hombre a veces ante las circunstancias que lo agobian.

Inicios (Medellín, Colombia)

Un viejo árbol ducho en la lid de la supervivencia, acostumbrado a servir de soporte a musgos y plantas aéreas aloja, sin preocuparse por su destino incierto, una pequeña planta.

Ojo a la naturaleza (Medellín, Colombia)

La vegetación se mira a si misma y nos invita a observarla a través del ojo formado por este tronco retorcido. Hasta las hojas de la orquídea parecen inclinarse para ver los árboles del otro lado.

La Madremonte (Medellín, Colombia)

Semioculta entre los helechos la Madremonte sueña con la hojarasca desmenuzándose a su paso y con el olor de la tierra que se descompone. Permanece estática al sol en un jardín botánico como una rareza más entre las que allí se conservan. Espera la noche que le volverá a traer sonidos y visiones arcanas.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...