La levedad del concreto (Medellín, Colombia)

Quizá una de las características más importantes de la arquitectura contemporánea en la ciudad, sea el énfasis que ponen los arquitectos en disminuir la sensación de pesadez en los edificios.
Como esta construcción que siempre que uno la mira, delgada y gris, no deja de prestar atención, sobre todo, a la escala que se proyecta hacia afuera y que contribuye a aumentar el efecto de levedad en la fachada. Una escala que parece tejida con el aire y la luz que la atraviesan.

La serenata de los indios (Medellín, Colombia)


Esas canciones clásicas como dust in the wind, los sonidos del silencio o el cóndor pasa, de las que se han escuchado tantas versiones, se apoderan de cualquier calle cuando el sonido de las flautas, las quenas o las zampoñas opaca la usual cacofonía de la ciudad.
Algunos creen que es música clásica la que oyen, otros evocan esos días de los setenta cuando la “música latinoamericana” se adueñaba de todos los lugares donde hubiera universitarios.
Ahora esas tonadas, vacías de cualquier significado, se encuentran en una esquina, debajo de algún árbol o a la entrada de un almacén invitando a los transeúntes para que se dejen seducir por la profusión de mercancías.
El aspecto de los músicos, ataviados con una combinación incongruente de vestiduras, hace pensar en ese sincretismo del que tanto se habla cuando aparecen manifestaciones culturales que mezclan diferentes orígenes.
Sin embargo estas imágenes se podrían relacionar más fácilmente con alguna leyenda urbana, donde los maniquíes cobren vida en las noches y recorran la ciudad buscando a quienes durante el día alegraron sus almas de muñeca.

Noche de Navidad (Medellín, Colombia)

Una vez más se celebra en la mayoría de las casas de esta ciudad una de las tradiciones más antiguas de Occidente y Latinoamérica: el nacimiento de Jesús. En nuestra ciudad los pesebres están por todas partes y cada vez el nivel de perfección en la manera de elaborar estos pequeños escenarios se supera.

Torres en la vieja ciudad (Medellín, Colombia)

Cualquiera podría confundirse con este cielo despejado de edificios, aunque gris y cargado de nubes; pensar tal vez que esta fotografía fue tomada en uno de esos pueblos antioqueños donde todavía las torres de las iglesias dominan el panorama urbano. O dejarse llevar por la imaginación y creer que se ha asomado a una ventana para ver los techos de Praga, Budapest o porque no del París clásico que se ve en las películas.
Pero no, es uno de esos ángulos que tiene esta ciudad y que le permiten al observador recrear la vista que debieron tener los habitantes de la época, cuando los edificios apenas si sobrepasaban la altura de los templos y la arquitectura estaba concebida a una escala más acorde con la estatura de la gente.
Vistas como esta son escasas, a diferencia de otras muchas ciudades ésta no tiene un sector antiguo propiamente dicho, apenas algunas cuadras seguidas donde predominan las casas viejas. Es como si de manera consciente sus habitantes hubieran decidido que lo antiguo y lo moderno debían convivir lado a lado, mientras se deciden a acabar con lo viejo en aras de unas conveniencias arquitectónicas o urbanísticas poco claras.
Mientras tanto, es posible encontrarse con imágenes así que parecen sacadas del cine o de los antiguos álbumes de fotografías.

Ya no hay vacantes (Medellín, Colombia)

A cuántos viajeros se les vendrá el mundo encima al llegar frente a este hotel y encontrarse con la infausta noticia de que ha cerrado. Esa casa que recibió a quienes decidieron aventurarse por estos parajes, por esta ciudad que para los turistas tiene el encanto de los lugares que no entregan sus secretos fácilmente, ha dejado de abrir sus puertas a los desconocidos.
Cuántos de esos andariegos supieron que este hotel fue en realidad una casa, donde alguna familia vivió la existencia lánguida de una pequeña ciudad latinoamericana en los cuarenta o los cincuenta y que despertó perezosamente en la década de los sesenta para desaparecer de este barrio en los ochenta y alejarse del bullicio y el desorden, que luchan por asentarse definitivamente en las urbes modernas.
Cuántos de esos viajeros se dejaron ganar por la curiosidad y averiguaron, tal vez, que los herederos de aquellas gentes fueron incapaces de sostener el tren de vida que exigía una casa como ésta, una de esas casas cuya arquitectura moldea hasta el carácter noble de sus habitantes.
Sin embargo, cuando se convirtió en hotel, algo de la antigua prosapia permaneció en los interiores redecorados con timidez para evocar un cierto esplendor de familia vieja.
Pero ahora el futuro es incierto, acaso las oficinas gubernamentales que se encargan de mantener las apariencias, hasta determinado punto, obliguen a los que manejarán su futuro a devolverle a la fachada su primera belleza. Pero, queda la duda, de si en su interior los destrozos ya sean irreversibles.
Mientras fue hotel estuvo a salvo del deterioro o de la demolición, ahora la esperanza es que aloje a una de esas empresas donde las oficinas se dividen con grandes paneles de cartón o de materiales indeterminados, pero que al fin y al cabo respetan ese aspecto de edificación antigua en las viejas casas que ocupan.
Claro que no deja de preocupar que mientras es más la gente que llega a la ciudad, buscando ese no se qué que en mayor o menor medida todos le encontramos, desaparezcan los viejos hoteles.

El arte de hacer pesebres (Medellín, Colombia)

Entre los innumerables pesebres que pululan en estos días por todas partes destacan, entre otros, esos que los profesionales en estas lides exponen en almacenes y centros comerciales.
Claro que a veces uno prefiere los que la gente arma con todo tipo de imágenes y materiales en los antejardines de las casas, en las esquinas o en los parques para que quien quiera se acerque a rezar la novena entre la algarabía de cascabeles hechos con tapas de botella, panderetas de plástico y los villancicos de toda la vida cantados con la claridad y el entusiasmo de los niños.
En esta época de luces y adornos, todavía las festividades se centran en esa pequeña puesta en escena, en ese revival, que en todo Colombia llamamos pesebre.

Cicatrices (Medellín, Colombia)

Al paso de los cambios, la ciudad se ve marcada con esas cicatrices de color gris que dejan las nuevas construcciones y los proyectos que según las diferentes administraciones benefician a sus habitantes.
Pero ahí están las heridas. Claro que como todo cuerpo vivo, la ciudad tiende a curarse a sí misma. Eso sucede con estos muros donde la gente pinta toda una serie de propuestas que aunque coloridas no logran disimular la vaciedad y soledad que aqueja a estos lugares en un principio.
Murales de excelente o regular factura tapizan las paredes que flanquean las nuevas construcciones de la ciudad, como los telones en los escenarios que pretenden crear un mundo nuevo a partir de las dos dimensiones de la pintura.
Pero la realidad llegará más tarde cuando las puertas y las ventanas empiecen a perforar estas superficies frías y por ellas vuelva a circular la vida.

Tres monjas y una paloma (Medellín, Colombia)

Qué pasará al otro lado que estas monjas siguen con tanto interés. Es algo tan atrayente para ellas que no se han dado cuenta de la presencia de la paloma. Pudo haber sido el espíritu santo vestido de gris y su curiosidad les impidió darse cuenta de esa aparición.
Mientras esperaban la llegada del metro se acercaron al pasamanos y de pronto se vieron atrapadas por algún suceso, o quizá se perdieron en sus pensamientos, que a veces tienen la capacidad de aislarlo a uno del entorno mejor que cualquier muro. Lo cierto es que ninguna se dio cuenta de la llegada de la paloma desde las alturas.
Suele suceder con mucha frecuencia que sólo los observadores, los que están por fuera de una escena pueden contemplar con desapego lo que sucede frente a sus ojos.
Lo mismo debe acontecer con ellas, desde la altura pueden ver con claridad y entender además lo que sucede allá abajo o en sus cabezas y sin embargo no pueden ver que tal vez la sabiduría se está acercando a ellas y la están dejando pasar.

Un vapor, una neblina (Medellín, Colombia)

En un día soleado, o mejor en un rato soleado después de un aguacero, apareció en un jardín de la ciudad una neblina, intentando competir con los rayos de sol que abrillantaban los colores de las cosas, opacados hasta hacía poco por las nubes.
De pronto el vapor, o la neblina, empezó a apoderarse de este lugar, parecía como si surgiera de algún tipo de nave que hubiese descendido o que quisiera despegar y perderse en el cielo o como si de pronto la luz o el calor hubieran empezado a deshacer los objetos y las plantas frente a nuestros ojos.
Afortunadamente, era sólo el efecto que producía este vapor, esta neblina, al esparcirse lentamente por el aire.
Pero, es que a veces suceden cosas tan extrañas, que cualquier fenómeno poco usual lo pone a uno a inventarse esas explicaciones peregrinas que alimentan la imaginación de la gente y que tal vez por eso hacen que vivir en esta ciudad sea cada día una experiencia única para quien quiera mirarla con los ojos del asombro.

Puerta al vacío (Medellín, Colombia)

Un hombre se debate entre dos azules, contemplando quizá la posibilidad de perderse en cualquier cielo.
Y es que hay días de soledad tan intensa que uno cree que sólo en el vacío es factible encontrar algún tipo de desahogo.
La mirada perdida del hombre apenas si le permite quedarse en el lugar donde su cuerpo ha permanecido durante mucho tiempo. Es como si a lo lejos la verdadera vida lo llamara y tuviera que luchar en su interior con el mundo conocido donde habita y del que apenas si podrá escapar si desecha los caminos usuales.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...