No hace falta ser escritor para ir acumulando al pasar por las calles de esta ciudad historias que sorprenden o que repiten el humano hacer de todos los días.
Tal vez sea una característica de las ciudades latinoamericanas, o quizá sólo de las colombianas, pero en los barrios donde las vidas de las personas se tejen en las calles y hasta con los cables que atraviesan el cielo, pasan tantas cosas a cada momento que es difícil centrar la atención en un suceso en particular, sin dejar de sentir que se está dejando de lado un acontecimiento trascendental; son tantas las cosas que suceden simultáneamente. Son tantos los indicios que podrían seguirse para llegar a encontrarse con un relato sui géneris o tal vez uno común y corriente, pero que por ser tan habitual podría llegar a resumir la existencia de muchos seres humanos.
En fin en las calles de estos barrios que tapizan las montañas de la ciudad la sensación de vida es sobrecogedora y uno se atreve a pensar que seguirá así hasta el fin de los tiempos.
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