La gente va y viene inmersa en sus mundos privados aunque estos se opongan entre sí o se acerquen sin que nadie se dé cuenta.
Basta una mañana de sol para que las palabras y las miradas vuelvan a agitar, casi frenéticamente, el aire que renuevan cada día los árboles de esta plazuela.
Lo que si permanece invisible para todos, hasta para ellos mismos, son los pensamientos que los acompañan siempre.
En fin, otra mañana soleada en la ciudad, capturada para la eternidad del ciberespacio por el lente de una pequeña cámara digital.
Hermosa foto, hermosa ciudad, hermosa leyenda...
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