Contra el gris monótono del asfalto se destaca con fuerza el color de las frutas. Una pequeña parte del colorido del trópico se mueve incesantemente por las calles de la ciudad.
Las características frutas del país acompañan a las clásicas manzanas verdes y rojas mientras la vendedora se dedica a comunicar sus intereses por un celular. Tal vez la hora no sea la más adecuada para vender y la falta de clientes le permita olvidarse un poco de la función a la que ha consagrado su carreta.
Un círculo blanco (la manivela con la que dirige este pequeño medio de transporte tan común en la ciudad) parece señalar el único objeto no comestible de la superficie visible, como si quisiera aislarlo del placer que promete al paladar cada una de las frutas distribuidas, de manera sabia, para que su combinación resulte más atractiva y seductora a los ojos de los posibles consumidores.
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