La sobriedad del Teatro Metropolitano tal vez justifique
que para la ciudad este edificio no sea un hito de su arquitectura. O tal vez
la razón se encuentre en el lugar donde fue construido: un rincón alejado de
las rutas más frecuentadas por los medellinenses. O será que es un edificio cuyo
aspecto parece excluyente, encerrado en sí mismo. Es como si hubiese sido construido
para no llamar la atención sobre lo que allí se desarrolla.
El teatro emblemático de una ciudad no debería
tener el aspecto de un club privado.
Por eso muchos de los
que tuvieron la fortuna de conocer el Teatro Junín afirman que esta ciudad
nunca podrá lamentar suficientemente la pérdida de un edificio que, mientras existió, estuvo cerca del corazón de todos los que habitaron esta Villa y tuvieron el
placer de frecuentarlo y admirar su arquitectura.
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