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Una escena doméstica (Medellín, Colombia)

Cualquiera diría, al ver la pose estática de este par de aves, que esperan con ansia la llegada de los otros patos que los siguieron en el recorrido anual de miles de kilómetros para desplazarse desde el lejano norte a un clima más benigno.
Cualquiera pensaría que la fijeza de su mirada refleja las expectativas que las aves migratorias sienten por los miembros rezagados de su bandada, los que se quedaron en el camino con el compromiso de reanudar el vuelo tan pronto les fuera posible.
Pero la realidad es mucho más anodina y simple de lo que uno pudiera esperar: son dos patos que fueron atrapados por la cotidianidad de un parque botánico y pasan sus días entre un pequeño lago y los caminos que recorren diariamente con su andar gracioso acosando a los visitantes. Ejercitan su mirada penetrante para intimidarlos y lograr que les arrojen algunas migajas de sus comidas preparadas industrialmente.
Lo cierto es que no queda nada de salvaje en ellos. Tal vez si alguna vez atraviesan el firmamento de la ciudad algunos patos cosmopolitas, de esos que recorren los cielos de distintos continentes, los convenzan de que es mucho más emocionante la vida incierta de los aventureros que ver desmoronar la existencia en la repetición y la monotonía.

Burritos (Medellín, Colombia)

No se sabe aún cuál es el “gancho” que tienen este par de burritos para seducir o convencer a sus clientes infantiles e inducirlos a que se trepen en sus lomos y den un paseo imaginario basado solamente en el balanceo de sus cuerpos artificiales.
Uno piensa que a la fértil imaginación infantil se la lleva a extremos casi de ruptura cuando se les pide imaginar una gran cabalgata en una pradera de esas salvajes, donde corrían libres como el viento los indios norteamericanos o los caballos de los mogoles conquistadores, sólo porque llevan las riendas plásticas de unos muñecos que con muy poco esfuerzo pueden transformar, en cualquier momento, su sonrisa inocua en un gesto asustador.
Lo cierto es que independientemente de las razones de su éxito pocas veces se ven estos animalitos así sin trabajo, descansando detrás de una sonrisa de cartel publicitario.

La curiosidad del pequeño saltamontes (Medellín, Colombia)

Siempre se ha dicho que los grillos o saltamontes, como han aprendido a llamarlos los que se dejan llevar por la terminología de la televisión, son grandes músicos, es como si lo llevaran en la sangre por así decirlo, algo de familia. Pero además, en esta ciudad, los grillos son curiosos, una característica que todos sabemos es la madre de los conocimientos; así que estos insectos a la música han añadido la sabiduría.
Ojalá que todos los que compartimos este cielo tuvieramos la curiosidad del "saltamontes".

Loneliness (Medellín, Colombia)

Aisladas como en cualquier lugar del mundo e intemporales como el deseo o las imágenes que aparecen en los sueños, estas aves descansan durante un momento de su vuelo infinito.
Se han vuelto tan conspicuas en los cielos y en los lugares más inesperados de nuestras calles que nadie las volvió a incorporar a su realidad inmediata. Tal vez si desaparecieran de repente uno empezaría a echarlas de menos. Sin embargo por ahora sólo son un decorado que se mueve constantemente por el paisaje urbano. A veces forman composiciones tan desapacibles como ésta, donde se combinan con el cielo para darle la sensación a quien las mire, un instante, que está contemplando una extraña representación de la melancolía que puede suscitar esta urbe.

Aves de jardín (Medellín, Colombia)

Desde hace algún tiempo estas pequeñas aves invadieron los jardines y los parques de la ciudad. Silenciosamente se fueron apropiando de los espacios que alguna vez fueron el dominio de los pájaros.
Parecen haber sido diseñadas para vivir en un ambiente urbano: su plumaje se confunde fácilmente con el gris y el ocre que dominan muchas de las superficies construidas por el hombre. Pero también se confunden fácilmente con el juego de luces y sombras que se producen entre la vegetación.
Son algo así como una suave plaga que aparentemente no causa ningún perjuicio. Su número parece aumentar por épocas para después reducirse casi hasta la extinción.
En este jardín suelen echarse al sol como si fuera un lugar de retiro o de descanso, donde al abrigo de unos cuantos árboles se dedican a dejar que el tiempo pase.

Bella de día (Medellín, Colombia)

Disimulados en las superficies ásperas o brillantes de la ciudad, unos seres pequeños enriquecen la visión de esos muros impersonales que a veces limitan el horizonte y que generalmente le hacen creer al transeúnte que la única vida que anima su mundo inmediato, está conformada por las otras personas y algunos animales como las conspicuas palomas, unos cuantos pájaros o los perros que sacan a pasear a sus dueños.
Las texturas de una ciudad no son sólo las superficies de los diferentes materiales con los que está construida, también son las pieles, las membranas y las alas de diferentes composiciones que exhiben muchos animales camuflados hábilmente en esas mismas paredes que parecen inanimadas.
Esta mariposa nocturna que se vio sorprendida por el día en un lugar relativamente visible y entregada quizá a una doble vida, pasa desapercibida para la mayoría de las personas, menos para el ojo indiscreto de la cámara fotográfica que trata incisivamente de encontrar esos acontecimientos mínimos que sumados, conforman la otra cotidianidad de la ciudad, tan importante como la que rige nuestra vida de seres humanos.

El pez que apacigua al mundo (Medellín, Colombia)

La realidad de una ciudad no sólo se ve afectada por los grandes acontecimientos que reflejan el dinamismo de sus habitantes o por las fuerzas de la naturaleza. También es posible que la suave elegancia de un pez ornamental influya de alguna manera en la realidad cotidiana de la ciudad. Quizá su presencia no modifique de manera determinante la historia de la humanidad, pero es factible que a su vista la gente que pasa tranquilice su espíritu y modifique imperceptiblemente su manera de ver la vida y por lo tanto de relacionarse con los demás.
Y es que sin proponérselo, la naturaleza altera de manera constante el comportamiento humano, así sea por medio de un pez cuya belleza casi fantasmal flota sin rumbo definido en un estanque de vidrio, en la mitad de la nada.

¿Dónde duermen las palomas? (Medellín, Colombia)

A medida que envejecen las ciudades, su geografía se va llenando de misterios que pocas veces llegan a resolverse. Unos, los de más trascendencia, tienen relación con los mitos fundacionales o con los dramas y tragedias que se han escenificado a lo largo de los años bajo sus techos, pero hay otros que están relacionados con asuntos tan triviales como saber, por ejemplo, dónde se acomodan para dormir las bandadas de palomas que se ven con profusión en las plazas y calles de esta ciudad en particular. Un asunto para el que todavía no parece haber respuesta.
Si se hiciera un inventario de las pocas casas de palomas que apenas se ven de vez en cuando en algunos parques, habría que llegar a una conclusión evidente: allí no pueden vivir todas, la cantidad de casas es irrisoria.
Además cualquiera estará de acuerdo en que los lugares frecuentados por estas aves no son precisamente un ejemplo de limpieza. Y las casas que se alcanzan a ver, como las de esta fotografía, están excesivamente limpias.
Así que la pregunta permanece: ¿dónde duermen las palomas?

Un baño a las once en punto (Medellín, Colombia)

Entre los miles de palomas que trazan sus caminos en el aire o en los andenes y plazas de la ciudad, éstas han decidido tomar un baño cada día, a la misma hora.
A las once, con la minuciosidad neurótica con que se mueven por todas partes, se presentan al lugar donde unos chorros danzan incesantemente, como si las moléculas de agua quisieran montarse unas sobre otras para alcanzar mayores alturas.
Las palomas, invisibles para la mayoría de las personas que viven en una ciudad, se mueven por rutas idénticas día a día; recorren los mismos caminos pisoteados por la gente que apenas si las mira, vuelan entre las mismas azoteas y saledizos que enmarcan su mundo. Para ellas la ciudad tiene una geografía distinta a la de nosotros, con lugares mágicos donde a determinadas horas aparece un ser indefinido que les arroja maíz o como este lugar, donde en ciertos momentos del día surgen de la tierra los refrescantes surtidores de agua.
El objetivo de la cámara paralizó sus cuerpos, de la misma manera que detuvo el movimiento fluido e interminable del agua. Esos chorros que se retuercen con la misma intensidad con que las palomas mueven sus cabezas desconfiadas.

Un canario en tu balcón (Medellín, Colombia)

Canta al sol de la mañana… y alegra con sus trinos la calle del barrio. El timbre claro de su canto, se impone a los mil ruidos que marcan el despertar a las tareas cotidianas de la cuadra y, aunque sea por unos momentos, ese sonido anima el espíritu de aquellos que lo escuchan.

Fauna urbana (Medellín, Colombia)

Una ardilla, que parece diminuta, recorre a gran velocidad el tronco de un viejo árbol. Lleva su vida sin prestarle mucha atención a la gente que pasa.
Pero no hay que llamarse a engaño, su mirada vigilante la previene para no dejarse atrapar. La experiencia de muchas generaciones le ha enseñado a evitar el contacto con esa especie desesperada, que se mueve por debajo de su mundo.

En el centro del Centro (Medellín, Colombia)

Quizás para muchos de los habitantes de Medellín el edificio Coltejer ya no sea una referencia como lo fue para muchos de sus habitantes dur...