Disimulados en las superficies ásperas o brillantes de la ciudad, unos seres pequeños enriquecen la visión de esos muros impersonales que a veces limitan el horizonte y que generalmente le hacen creer al transeúnte que la única vida que anima su mundo inmediato, está conformada por las otras personas y algunos animales como las conspicuas palomas, unos cuantos pájaros o los perros que sacan a pasear a sus dueños.
Las texturas de una ciudad no son sólo las superficies de los diferentes materiales con los que está construida, también son las pieles, las membranas y las alas de diferentes composiciones que exhiben muchos animales camuflados hábilmente en esas mismas paredes que parecen inanimadas.
Esta mariposa nocturna que se vio sorprendida por el día en un lugar relativamente visible y entregada quizá a una doble vida, pasa desapercibida para la mayoría de las personas, menos para el ojo indiscreto de la cámara fotográfica que trata incisivamente de encontrar esos acontecimientos mínimos que sumados, conforman la otra cotidianidad de la ciudad, tan importante como la que rige nuestra vida de seres humanos.
Siempre me dieron mucho miedo porque en mi infancia me decían que eran de mal agüero pero ahora las veo y me parecen frágiles y hermosas, debe ser por eso que se cuidan de salir sólo en las noches...
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