Desde hace algún tiempo estas pequeñas aves invadieron los jardines y los parques de la ciudad. Silenciosamente se fueron apropiando de los espacios que alguna vez fueron el dominio de los pájaros.
Parecen haber sido diseñadas para vivir en un ambiente urbano: su plumaje se confunde fácilmente con el gris y el ocre que dominan muchas de las superficies construidas por el hombre. Pero también se confunden fácilmente con el juego de luces y sombras que se producen entre la vegetación.
Son algo así como una suave plaga que aparentemente no causa ningún perjuicio. Su número parece aumentar por épocas para después reducirse casi hasta la extinción.
En este jardín suelen echarse al sol como si fuera un lugar de retiro o de descanso, donde al abrigo de unos cuantos árboles se dedican a dejar que el tiempo pase.
Deber ser por eso que las llamas abuelitas...
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