Como un calvero en la mitad de un espeso bosque, se destaca a lo lejos el cerro que parece dormir placidamente en medio de la ciudad urbanizada.
Sus árboles y sus prados que otrora eran el pasto preferido de los incendiarios, son ahora como un oasis de silencio y aire fresco en el caos de sonidos y humaredas que asaltan la ciudad día a día.
En esta panorámica el cerro, que intenta difuminarse en el aire opaco de la ciudad, adopta los tonos azulosos de las montañas lejanas como si pretendiera alejarse de la intensa urbanización que lo constriñe, convirtiéndolo en un pequeño pulmón que respira con dificultad, pero que al fin y al cabo contribuye con mucho del oxígeno que necesita este valle para no morir asfixiado por la contaminación.
Es el verde, que se resiste a morir en medio del naranja y gris del ladrillo y el asfalto.
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