Un baño a las once en punto (Medellín, Colombia)

Entre los miles de palomas que trazan sus caminos en el aire o en los andenes y plazas de la ciudad, éstas han decidido tomar un baño cada día, a la misma hora.
A las once, con la minuciosidad neurótica con que se mueven por todas partes, se presentan al lugar donde unos chorros danzan incesantemente, como si las moléculas de agua quisieran montarse unas sobre otras para alcanzar mayores alturas.
Las palomas, invisibles para la mayoría de las personas que viven en una ciudad, se mueven por rutas idénticas día a día; recorren los mismos caminos pisoteados por la gente que apenas si las mira, vuelan entre las mismas azoteas y saledizos que enmarcan su mundo. Para ellas la ciudad tiene una geografía distinta a la de nosotros, con lugares mágicos donde a determinadas horas aparece un ser indefinido que les arroja maíz o como este lugar, donde en ciertos momentos del día surgen de la tierra los refrescantes surtidores de agua.
El objetivo de la cámara paralizó sus cuerpos, de la misma manera que detuvo el movimiento fluido e interminable del agua. Esos chorros que se retuercen con la misma intensidad con que las palomas mueven sus cabezas desconfiadas.

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