Un muro que se abre es una tentación para la curiosidad humana, sobre todo cuando la primera vez que uno mira, lo único que ve es otro muro: un muro dentro de otro. La siguiente vez la mirada se detiene durante más tiempo, el suficiente para que la imaginación empiece su trabajo demoledor de barreras. Es entonces cuando el ojo entrenado para esos menesteres, puede ver lo que debió haber visto un hombre que se hubiera asomado por una rendija a la cueva de Alí Babá o lo que hubiera contemplado si le hubiese hecho compañía, aunque fuera con la mente, a los héroes de las historias de las Mil y una noches en su recorrido por palacios deshabitados, llenos de puertas que sólo se abrían mediante complicados mecanismos. En su interior permanecían los tesoros más sorprendentes, tanto que las palabras son incapaces de describirlos.
Mientras este muro se abre completamente (hasta ahora su movimiento ha sido tan lento que nadie lo ha percibido), sería bueno que quienes sólo ven un muro abriéndose continúen entrenando su imaginación para que puedan descubrir las maravillas que permanecen allí detrás, tan ocultas como los pensamientos más secretos de un ser humano.
Simplemente ¡Excelente!
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