Después, o antes de las tensiones, de la sensación de triunfo o derrota están los momentos de tranquilidad para los deportistas, como estos donde las expectativas cambian de lugar, ahora es el público el que se siente inseguro. La gente se les acerca con timidez esperando que les regalen su firma, una parte de ellos que se quedará guardada en la ciudad entre cuadernos o en los cajones donde uno almacena los tesoros que va recolectando en la vida.
La mirada de estos jóvenes se fija con detenimiento, tratando de descifrar los signos claros o enrevesados de las firmas, que los atletas estampan en cualquier papel que se tenía a la mano y que les entregan presurosamente.
Quizá no se vuelvan a ver pero entre ellos, los visitantes, y los dueños de esta ciudad se ha establecido un lazo que no se va romper nunca.
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