Mientras la gente flota sobre casas y calles, o mira al cielo y siente que de alguna manera milagrosa se ha vuelto ingrávida, es posible que se entregue a los sueños que acarician siempre las personas cuando se sienten tranquilas, o al menos cada vez que deciden sentir su cuerpo y dejarse llevar por la imaginación, como en esos ejercicios de yoga, donde uno se reencuentra con las sensaciones que los sentidos le envían al cerebro constantemente y que muchas veces pasan desapercibidas.
El balanceo lento y sostenido de estas canastas sirve para apaciguar el espíritu y para que uno se dedique a desarrollar el producto más querido y maravilloso del cerebro: los sueños.
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