Si… el show debe seguir, aunque no haya acudido nadie a ver el espectáculo. Pero la necesidad que sentía esta artista de expresarse era mucho más fuerte que la cantidad de personas que presenciaran su actuación.
Aunque es posible que esas sillas estuvieran vacías sólo en apariencia. Tal vez el público para quien actuaba esta niña era visible sólo para ella. Un público tan etéreo que ni siquiera sus siluetas lograron ser captadas por la cámara fotográfica. Únicamente ella escuchaba los aplausos atronadores que arrancaba con su desempeño.
No importa que para la gente ésta hubiera sido una actuación solitaria, o que nadie la entendiera o que ni siquiera se hayan dado cuenta de haber sido interpelados por uno de esos seres que sienten la necesidad imperiosa de interpretar la realidad desde su punto de vista. Por fortuna esas sillas vacías aparentemente estaban llenas de seres invisibles que aplaudieron una actuación memorable.
Porque el mundo del arte está ahí, al alcance de la mano, para quien quiera ser transportado a un lugar donde todo es posible, hasta hacer un show para un público fantasma.
Esta escena es una más que se puede incluir en la historia de Samarcanda, pero no la de la profesora de colegio, la otra.
ResponderEliminar