El sonido de Pompeya (Medellín, Colombia)


Los dedos detenidos en el gesto de repetir la música que escucha hacen de esta figura de metal, una de las más interesantes que se pueden encontrar cuando se camina por las calles y parques de esta ciudad.
Aunque uno se pregunta si es una escultura o uno de esos cuerpos que quedaron sepultados en alguna erupción. De todas maneras, ahí está oyendo eternamente un sonido imperceptible, que oídos humanos jamás podrán escuchar.

Blanco azalea (Medellín, Colombia)



Sólo la naturaleza es capaz de producir un blanco tan nítido, que refleje la luz totalmente, como estas flores que prosperan a la entrada de un edificio en el centro de la ciudad. Ni siquiera esa capa de polvillo negro, que cubre todas las superficies expuestas a la contaminación, permanece sobre sus pétalos.

Agua, agua (Medellín, Colombia)


Dicen los que han pasado por desiertos que el calor y la sed hacen ver espejismos a los viajeros. Por fortuna (o no) las fuentes de agua que hay en la ciudad nos evitan pasar por esa experiencia. Sino fuera así, qué de alucinaciones tendríamos a cada momento, imaginando lagos y ríos donde zambullir el ansia de humedad.

La cantante que surgió de un muro (Medellín, Colombia)

Esta ciudad siempre nos asalta los sentidos. A veces se vale del color o de la arquitectura. Esta vez lo ha hecho por medio de Sally Bowles, la cantante del famoso Kit Kat Club.
La imagen maravillosa de Liza Minelli interpreta en silencio para el público de Medellín, desde un muro en la calle Maracaibo, el desgarro emocional de la Alemania de entre guerras.

Ley de gravedad (Medellín, Colombia)

Las ilusiones ópticas tienen de su lado la necesidad que tiene el hombre de cruzarse en su camino con lo maravilloso. Este helecho parece flotar en la atmósfera inmóvil de un antiguo claustro, dedicado hoy a otros menesteres, como muchos de los edificios antiguos y grandes de la ciudad. Pero esas nuevas actividades que se realizan entre sus paredes, no le han podido quitar al aire una cierta quietud que invita a la reflexión, así sea mirando una planta que cuelga de un alambre invisible.

Las paradojas del color (Medellín, Colombia)

En estos días cuando el sol es el protagonista en la ciudad, hasta el gris adquiere luminosidad y calidez; es como si todos los colores que la luz abrillanta lo impregnaran con algo de sus tonalidades.

Ruido (Medellín, Colombia)

Las palabras, ansiosas, se montan unas sobre otras en el afán de capturar la atención del transeúnte, pero lo único que logran en realidad es que el cerebro mezcle todo en una sola mancha de ruido visual y haga caso omiso al mensaje urgente que se le quiere transmitir.

Sed (Medellín, Colombia)

Bajo un sol abrasador (como describen en las novelas al sol de los desiertos), las ramas resecas de un árbol se estiran hacia el cielo como pidiendo clemencia o buscando una nube que anuncie la lluvia. Pero no hay nubes a la vista y el azul del cielo es tan brillante y nítido, que hasta hiere los ojos de quien se atreve a mirarlo fijamente.

Las huellas del oficio (Medellín, Colombia)

En la superficie de un andén, por donde pasa “todo el mundo”, se puede ver el bajo relieve de las herramientas con las que miles de personas en la ciudad se ganan la vida.
No se conocen las motivaciones de quien decidió marcar este bloque de cemento, tal vez pretendía combatir el paso del tiempo, como los viajeros que escriben su nombre en la superficie de las pirámides o tal vez todo se reduzca a una simple estrategia publicitaria, de la peluquería que queda justo enfrente.

El color de la repetición (Medellín, Colombia)



En esta calle, que debería ser declarada patrimonio histórico de la ciudad, la gente valora tanto la belleza del conjunto que forman las fachadas de sus casas, que no les han cambiado el aspecto desde su construcción, hace décadas. La armonía es tal, que parece que un diseñador hubiera definido la combinación de colores, para resaltar el efecto que produce la repetición de su arquitectura.

Medellín en blanco y negro