Bajo un sol abrasador (como describen en las novelas al sol de los desiertos), las ramas resecas de un árbol se estiran hacia el cielo como pidiendo clemencia o buscando una nube que anuncie la lluvia. Pero no hay nubes a la vista y el azul del cielo es tan brillante y nítido, que hasta hiere los ojos de quien se atreve a mirarlo fijamente.
La realidad de Medellín va más allá de la imagen oficial. Queremos mostrar el rostro de una ciudad que parece cambiar cada día. Aunque la arquitectura permaneciera inalterada, la atmósfera, la naturaleza y la gente influirían en su aspecto de manera constante.
Esta es una fotografía hermosa.
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