…que nos da frescura… dice el viejo bolero.
Para los japoneses, por el contrario, más que la frescura del agua, la gracia de una fuente está en su canto. El golpear del agua tiene un timbre y una sonoridad que tranquiliza, aunque por estas latitudes a mucha gente le perturba el espíritu, porque su oído está ya viciado por la cacofonía que produce la ciudad.
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