Los turistas (Medellín, Colombia)

Un carro destartalado se desplaza por los andenes de la ciudad y a nadie le parece extraño que su conductor sea un muñeco inflable o que sus pasajeros sean otros muñecos que en alegre algarabía se suben unos sobre los otros, para tener una mejor vista de la ciudad por donde pasan. Nadie escucha sus risas ni sus expresiones de asombro, de la misma manera que nadie nota el movimiento imperceptible con que se mueve su transporte.
Tal vez un hombre se acerque y coja uno de ellos y lo deposite en una bolsa negra y se la entregue a alguien, pero los muñecos seguirán admirando y haciendo esa bulla silenciosa que se refleja en los colores de sus cuerpos. Afortunadamente la memoria de los juguetes es corta y el que se ha ido es olvidado con rapidez.
De pronto algún soñador los mire con el interés del artista y vea en ellos algo más que un montón de mercancías a la venta; vea un grupo de turistas de algún mundo paralelo a éste, que por alguna extraña concurrencia de fenómenos pudimos ver antes de que volviera a desaparecer frente a nuestros ojos, por entre las fisuras del espacio y el tiempo.

Un nido para las estrellas (Medellín, Colombia)

Sólo aquí las estrellas que brillan sobre la ciudad se pueden ver siempre con nitidez. Se han recogido en esta esfera para hacer que aparezcan a voluntad y nos deslumbren no sólo con la luz que emiten, sino también con el misterio arcano de su origen.

Árboles modulares (Medellín, Colombia)


Como una evocación de las copas de los árboles, esta estructura modular emerge de la vegetación, para integrarse sabiamente con las ramas y las hojas de la verdadera naturaleza.

El chorro del tiempo (Medellín, Colombia)

Las frágiles rutinas (que componen la vida en una ciudad) se ven resquebrajadas constantemente por accidentes que sorprenden la atención adormecida de los transeúntes. El tiempo sin embargo continúa su marcha incesante, mientras el agua irrumpe de manera imprevista y los niños, amantes de cualquier cosa que subvierta el orden, hacen causa común con ella.

El vigilante (Medellín, Colombia)

Este valle donde tantas generaciones de buitres han ejercido con celo el papel que la naturaleza les ha asignado, permanece bajo su mirada alerta.
Sin importarles la mala imagen que llevan a cuestas están siempre dispuestos a desplazarse de un lugar a otro, con vuelo seguro, por el cielo de una ciudad que tiene mucho que ofrecer a su avidez.

El abrazo de un árbol (Medellín, Colombia)

En una ciudad donde pasan tantas cosas de manera simultánea, no es extraño que estos pocos peatones ni siquiera perciban que sobre sus cabezas, un árbol y un edificio se abrazan permanentemente, confirmando una amistad de décadas.

Los amigos y los libros (Medellín, Colombia)

Estos tres niños parecen haber encontrado la manera de conjugar dos de las mayores riquezas de la vida: la amistad y la lectura. Aunque suena redundante, puesto que, en el transcurso de una existencia, los amigos se convierten con frecuencia en libros que acompañan con su sabiduría y estos últimos casi siempre terminan por ocupar entre los amigos los puestos más señalados.

Duelo de agua (Medellín, Colombia)

Cualquier pretexto es válido para darle salida a las ganas de competir y ejercitar además, todas esas otras habilidades que el ser humano desarrolla desde la infancia.

Santuario (Medellín, Colombia)

Un retazo de vegetación (donde diferentes especies se mezclan en un caos aparente) y un pequeño ojo de agua, recuerdan las repetidas imágenes que se fijan en la memoria del viajero, cuando se mueve por las carreteras que lo conducen a la ciudad o lo alejan de ella.
En medio de calles, contaminación y edificios el visitante de este sitio tiene la posibilidad de sentirse en uno de esos lugares donde la luz, el agua y las plantas infunden la reverencia que sólo inspiran los santuarios.

Transacciones (Medellín, Colombia)

Pedazos de historia cotidiana permanecen en el suelo, a la espera de alguien que quiera incorporar a su propia vida, un trozo de la existencia desechada de otro. Se cambian o se venden, se juegan o se dan en usufructo como la vida de aquel poeta.

Colores complementarios (Medellín, Colombia)

El impacto que produce el contraste entre el anaranjado de estas flores con el verde de las hojas confirma los enunciados de la teoría (estos dos colores se intensifican mutuamente), como sí a esta planta le interesaran más las connotaciones estéticas que la funcionalidad.

Punto de fuga (Medellín, Colombia)

Algo que está por fuera de la fotografía atrae la atención de tal manera, que sólo unas cuantas cabezas establecen el contraste con todos los ojos que miran hacia el mismo lugar, tan invisible como un punto de fuga exterior en una imagen en perspectiva.

El obrero (Medellín Colombia)


Uno se pregunta si la paz del parque, donde se encuentra esta escultura, tiene que ver con la sombra que ofrecen los árboles o con la serenidad del rostro metálico de este obrero, que contrasta con la fuerza contenida de sus manos y su cuerpo.
La falta de una loza en la parte posterior del pedestal, le agrega a la escultura un toque más de esa nobleza con que el tiempo bendice las obras de arte.

Fauna urbana (Medellín, Colombia)

Una ardilla, que parece diminuta, recorre a gran velocidad el tronco de un viejo árbol. Lleva su vida sin prestarle mucha atención a la gente que pasa.
Pero no hay que llamarse a engaño, su mirada vigilante la previene para no dejarse atrapar. La experiencia de muchas generaciones le ha enseñado a evitar el contacto con esa especie desesperada, que se mueve por debajo de su mundo.

La dama de la hoz (Medellín, Colombia)

Desconocido para la mayoría de los transeúntes, este altorrelieve permanece sobre la puerta de uno de esos edificios viejos de Junín, donde funciona una institución bancaria. El tema parece hacer referencia al trabajo: en una pose de reminiscencias egipcias una mujer manipula con gesto delicado una hoz; el pelo, amarrado en una trenza, cuelga sobre el hombro poniendo un toque de coquetería en toda la escena.

Columnas (Medellín, Colombia)

La falta de altura de estos chorros se ve compensada con el dramatismo de su forma. La uniformidad de las columnas del fondo refuerza la impresión que causa el agua en movimiento.

Casas viejas (Medellín, Colombia)

Las casas que la gente abandona nunca estarán vacías, la vida se ingenia la manera de apropiarse de ellas, utilizando los lugares más insospechados para dar cobijo a alguna especie.

Bandera (Medellín, Colombia)

El pasado 20 de julio (el día de la independencia) a la entrada de un edificio, influidos tal vez por el inconsciente colectivo, tres personas formaron durante unos momentos la bandera de Colombia.

Los mil espejos del cielo (Medellín, Colombia)

La superficie simple de este edificio parece diluirse en la gama de grises que la cubren, como si la única razón de ser del cielo nublado, fuera deshacer la arquitectura y perderse en su propio reflejo.

Vallas en oriente (Medellín, Colombia)

Desde hace algo más de tres años las vallas publicitarias, de toda clase, se tomaron las terrazas de este sector del oriente de la ciudad. El motivo, captar la mirada de los pasajeros del metrocable, que desafiando la altura se mecen levemente entre estación y estación.

Esperando a los bárbaros (Medellín, Colombia)

La ciudad se arma y se desarma incesantemente a su alrededor y sin embargo ellos permanecen inmóviles, a la expectativa, con la mirada fija en el horizonte, sin saberse qué aguardan. Acaso ellos, como nosotros, también están esperando a los bárbaros. Tal vez sea la única solución: tener esperanza aunque llegue la noche y alguien traiga la noticia de que los bárbaros no vendrán, que ya no hay bárbaros, como en el poema de Cavafis.

Mar de hierba (Medellín, Colombia)

Sin más alternativa la hierba se inclina ante la fuerza del viento que la azota. De la misma manera se doblega el hombre a veces ante las circunstancias que lo agobian.

Inicios (Medellín, Colombia)

Un viejo árbol ducho en la lid de la supervivencia, acostumbrado a servir de soporte a musgos y plantas aéreas aloja, sin preocuparse por su destino incierto, una pequeña planta.

Una ventana para la abstracción (Medellín, Colombia)

Nada más acertado que la palabra escrita en la ventana por donde se asoman estas dos figuras, aunque no se sepa si el término hace referencia a la forma de los maniquíes, como representación del cuerpo humano, o al hecho de que toda imagen es un reflejo desvaído de la realidad.

Los caminos por venir (Medellín, Colombia)

En medio de una plaza unos juguetes permanecen inmóviles, preparados para recorrer los caminos que les asignarán los niños a quienes esperan. El azar fijará los rumbos por donde se moverán con osadía: esa determinación con la que se desplaza un niño por la vida, transformando el futuro en su propia historia.

Medellín en blanco y negro