Entradas

Azul (Medellín, Colombia)

Imagen
En la simbología de los colores al azul se le ha asignado entre otros significados el de representar al acero, al zafiro y también a la perseverancia. Nada más indicado para relacionarlo con el deporte donde hay que tener la dureza y la elasticidad del acero, la transparencia mental de una piedra preciosa, pero también una gran capacidad de perseverancia para lograr las metas que se pretende alcanzar. En esta imagen, un deportista camina por una superficie que parece ilimitada. Como si se desplazara por una dimensión distinta al mundo por donde caminamos todos los días. Como si estuviera en una especie de trance, necesario para alejarse de todo lo que no sea el momento de la pugna que lo espera. Todos los sucesos, todas las alteraciones del ambiente a su alrededor quedan relegados a un segundo plano, pues toda su atención está puesta únicamente en un sólo acontecimiento: la competencia.

Los juegos modelo (Medellín, Colombia)

Imagen
Además de las emociones, de todas las medallas, de las multitudes que asistieron a presenciar los diferentes deportes, la belleza y la sincronización fueron las características que para muchos marcaron estos IX juegos suramericanos. La imagen de estas modelos, que fueron vistas realizando sus rutinas en la unidad deportiva Atanasio Girardot, también forma parte de la sensación, que para todos los que disfrutaron de este evento, dejó el desempeño de los deportistas, el público y los organizadores: un trabajo bien hecho.

El alma de los juegos (Medellín, Colombia)

Imagen
En algunas culturas se ha creído que las fotografías se roban las almas -o al menos parte de ellas- y las encierran en un pequeño cuadro. Tal vez sea cierto y en las fotos se quede algo de la gente. Al menos cuando se ven fotografías viejas es como si la memoria intentara recuperar sensaciones, olores y sentimientos que el tiempo ha debilitado o que nunca se llegaron a experimentar. Para estos jóvenes que posan sonrientes frente a las cámaras digitales, frente a los teléfonos celulares, esas fotos están plasmando para el recuerdo una nueva experiencia del mundo en el que viven y que será parte de ahora en adelante de sus historias como seres humanos. Para los deportistas que los acompañan no será difícil recordarlos, al fin y al cabo parte de su alma quedó encerrada en esos pequeños cuadros, si les vamos a creer a las supersticiones, que a veces tienen algo de asidero en la realidad.

And the winner is... (Medellín, Colombia)

Imagen
En el año 708 a.c. se incluyó la lucha como una de las competencias de los juegos olímpicos en Grecia, aunque la manera como se competía en esa época ha cambiado durante estos casi tres mil años. Pero no sólo ha existido esta disciplina en la forma como la conocemos, hay tantas maneras de luchar cuerpo a cuerpo como culturas se han sucedido sobre la faz de la tierra. Incluso hoy en diferentes partes del mundo se practica este deporte con características distintas aunque su finalidad sea la misma: ser más hábil que el contrincante para aprovechar la propia fuerza y destreza así como las debilidades del otro. Incontables veces se han enfrentado dos seres humanos tratando de vencer sólo con su cuerpo e incontables veces de esos dos que luchan, uno permanecerá en silencio mientras observa como el otro celebra su victoria. Esta vez el veredicto se ha expresado una vez más y el ganador, como tantas ocasiones en la historia humana, levanta su brazo en señal de triunfo. Sólo unos momentos ante

La hora de los autógrafos (Medellín, Colombia)

Imagen
Después, o antes de las tensiones, de la sensación de triunfo o derrota están los momentos de tranquilidad para los deportistas, como estos donde las expectativas cambian de lugar, ahora es el público el que se siente inseguro. La gente se les acerca con timidez esperando que les regalen su firma, una parte de ellos que se quedará guardada en la ciudad entre cuadernos o en los cajones donde uno almacena los tesoros que va recolectando en la vida. La mirada de estos jóvenes se fija con detenimiento, tratando de descifrar los signos claros o enrevesados de las firmas, que los atletas estampan en cualquier papel que se tenía a la mano y que les entregan presurosamente. Quizá no se vuelvan a ver pero entre ellos, los visitantes, y los dueños de esta ciudad se ha establecido un lazo que no se va romper nunca.

La humedad de la luz (Medellín, Colombia)

Imagen
La luz, que todo lo transforma a su antojo, decidió esta vez hacerles creer a los que observaran la superficie de este edificio, que por su exterior se filtraba el agua. Que la textura no era seca y áspera al tacto sino todo lo contrario, que la mano podría percibir el frescor de la humedad, como si sus paredes rezumaran agua, como si fueran las muros interiores de esos calabozos donde mantenían prisioneros a los héroes de las novelas del siglo diecinueve o a los navegantes que se cruzaron en las rutas de los corsarios que azolaban el Mediterráneo o el mar Caribe. Sólo que aquellas mazmorras adolecían de lo que en esta ciudad tenemos a raudales: luz. Aunque podría ser uno de esos acantilados que azota el mar incesante y que uno tiene que escalar de alguna manera para recuperar lo perdido en las aventuras por las que ha pasado en la vida. La verdad es que todo eso hace la luz: convertir una superficie seca en una húmeda o poner a desvariar a la gente pensando que los muros exteriores de

Naranja al cubo (Medellín, Colombia)

Imagen
No es necesario tener un ojo entrenado en la búsqueda de ángulos originales o de combinaciones novedosas, para hallar en cualquier rincón de la ciudad imágenes tan sugestivas como ésta. Los tubos de color naranja que parecen perderse en el infinito armonizan con el adobe gris e impersonal de esta construcción, enriqueciendo su color y convirtiendo la ausencia de calidez del edificio en una condición necesaria para el impacto que causa esta mezcla de metal y cemento. El edificio de tendencias cúbicas que carece de cualquier pretensión decorativa, se enriquece sin embargo con la repetición del módulo metálico del cercado. A veces parece como si el azar le permitiera a los portadores de una cámara fotográfica, toparse de pronto con lugares como éste que para quienes viven a su alrededor han adquirido, con el tiempo, ese velo de cotidianidad que los fue despojando de la admiración que pudieron causar al principio.

Cóndores no se ven todos los días (Medellín, Colombia)

Imagen
Es casi imposible que exista un sólo habitante del Valle de Aburrá que haya visto alguna vez un cóndor desplegar sus alas sobre la ciudad, sin embargo los cóndores vigilan permanentemente desde las alturas el día a día de quienes caminan presurosos por las calles del centro. Apostado en entradas de edificios o erguido en la parte superior de muchos escudos de la república, el cóndor, ave emblemática de nuestro país, permanece inmutable a los cambios que con regularidad afectan la imagen de la ciudad. A pesar de que la mayoría de las personas ha dejado de percibir su silueta, la fuerza de su aspecto impresiona a los que miran con detenimiento las fachadas de ese centro, que todavía conserva algunos rincones de la vieja arquitectura. Su mirada penetrante y escudriñadora se fija con intensidad en el barullo permanente de las calles y los parques, como la de esta escultura que observa desde el dintel de la entrada al antiguo edificio de la Bolsa los ires y venires de la gente en el Parque

Un baño a las once en punto (Medellín, Colombia)

Imagen
Entre los miles de palomas que trazan sus caminos en el aire o en los andenes y plazas de la ciudad, éstas han decidido tomar un baño cada día, a la misma hora. A las once, con la minuciosidad neurótica con que se mueven por todas partes, se presentan al lugar donde unos chorros danzan incesantemente, como si las moléculas de agua quisieran montarse unas sobre otras para alcanzar mayores alturas. Las palomas, invisibles para la mayoría de las personas que viven en una ciudad, se mueven por rutas idénticas día a día; recorren los mismos caminos pisoteados por la gente que apenas si las mira, vuelan entre las mismas azoteas y saledizos que enmarcan su mundo. Para ellas la ciudad tiene una geografía distinta a la de nosotros, con lugares mágicos donde a determinadas horas aparece un ser indefinido que les arroja maíz o como este lugar, donde en ciertos momentos del día surgen de la tierra los refrescantes surtidores de agua. El objetivo de la cámara paralizó sus cuerpos, de la misma maner

Una ojeada a la Metropolitana (Medellín, Colombia)

Imagen
La catedral de estilo románico conocida como la Metropolitana y situada en el parque Bolívar impresiona con su gran tamaño. Los miles de ladrillos que se emplearon para su construcción le dan ese aspecto particular con el que, tal vez inconscientemente, se han identificado durante décadas los constructores de las casas de adobe en los barrios de la ciudad. Como si su gran presencia hubiera influenciado la arquitectura de las laderas. La sabia combinación de volúmenes y líneas es tal vez el aspecto que más resalta en el exterior de esta iglesia. Otro bello edificio en el centro de la ciudad que llama la atención por la sencillez que caracteriza este estilo arquitectónico y que redunda en la proyección de tranquilidad en el entorno donde está ubicada.